IX: Terapia de grupo para los traumas de la semana

514 91 191
                                    

Una de las cosas que más agradecía Leonid sobre su físico era ser alto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Una de las cosas que más agradecía Leonid sobre su físico era ser alto. Contando con ello, Sergéi no parecía más amenazante que un cachorro cuando se enojaba.

Cuando Charlotte de Langlois abandonó la mesa se impuso un silencio algo incómodo. El rubio jugueteaba con las cartas utilizadas en la partida de whist, mientras que su amigo lo observaba con inusual expresión distante.

-¿Por qué le disparaste a Nadya? -estalló de pronto.

Leonid se atragantó con su saliva. ¿Qué estaba insinuando Sergéi?

-¿Qué?

-Le dispararon a Nadezhda. Por lo que sé, solo pudiste ser tú o tu grupo de asesinos psicóticos.

Dejó la baraja de naipes y se acomodó en su silla. Claro, había olvidado que había mencionado el incidente al entrar en el salón junto a Zoya Ananenko.

-Nunca haría algo así, y lo sabes. Eres mi hermano, Seryozha. No haría nada para hacerte daño.

Leonid sostuvo su mirada gris por unos segundos. De pronto, la fiereza en sus ojos tormentosos se derrumbó.

-Lo siento, Lyonya. Es que... Dios, pensé que Nadya iba a morir. Aún está demasiado afectada desde que nuestros padres se fueron a pelear al Sur. Si ella muere... no me lo perdonaría jamás.

-Espera, ¿puedes contármelo desde el principio?

Él se pasó una mano por sus acaramelados cabellos, intentando tranquilizarse. Después de un rato en silencio, habló.

-Ni siquiera lo sé. En un momento ella me contaba que había bailado con un capitán anoche, y al siguiente... -tragó saliva- No vi a nadie; solo oí el disparo. La bala le había rozado el hombro y sangraba... Joder, Lyonya, sangraba demasiado. Resulta que la herida es bastante superficial, pero... de verdad pensé que moriría.

-Si te soy honesto, siempre has sido un rey del drama, Seryozha -respondió Leonid con una risita.

-No estás ayudando.

-Vale, tienes razón. No soy un buen consejero. Aunque eso deberías de haberlo adivinado después de cinco años.

El recuerdo de aquel día acudió a su mente tan fresco como en el momento en el que se formó. Sergéi había hecho el ridículo -ahora bien, era difícil esperarse otra cosa de parte de él- cuando fue presentado por primera vez a la Corte al cumplir los quince. Se había escondido en los jardines del Palacio poseído por la vergüenza, donde también se encontraba Leonid.

Ambos se veían en su peor momento. Sergéi Bezpálov había ridiculizado su apellido. Leonid Vyrúbov lloraba por su hermano, un joven teniente fallecido en Crimea. Como una especie de acuerdo tácito, entablaron una amistad casi sin darse cuenta.

-Deberías haberme avisado antes de ser amigos.

-¿Es mi culpa? -se mofó el rubio. Luego, cambió el tema drásticamente- ¿Lograste bailar con alguien más anoche después de meterte bajo el vestido de Charlotte de Langlois?

Los grandes © [DNyA #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora