Zoya se enfrentaba a las puertas blancas del salón en solitario. Había dejado que el resto se adelantara. De todos modos, por alguna estúpida regla de la etiqueta para el luto, debía guardarse para la segunda pieza. Como si Oleg hubiera sido merecedor de tanto amor para regalarle la primera a su espíritu.
Las puertas se abrieron ante ella. El rumor de cortesanos murmurantes, el aroma a jabón y perfumes y el dulzor de los pasteles exhibidos en los mesones invadía el aire, y la recibía con un cálido abrazo. Un último, no pudo evitar pensar.
No era su culpa. Era del maldito Leonid Vyrúbov que le había dado la gana de matar a su futuro marido en el peor momento posible. Ya había tenido bastantes problemas y enredos en su vida como para que su antiguo prometido se presentara en su puerta —más bien, colándose en la habitación del señor Sutulov— ofreciéndole más. Se había merecido aquel puño en su nariz.
Sin embargo, ahora no podía quitarse de la cabeza el por qué se encontraba allí en ese preciso momento. ¿Por qué le había matado, sin más? ¿Acaso tenía planteado acabar con el futuro económico y social de ella? Claro, quitarle la vida a un hombre podía ser atroz, pero ¿qué había de las consecuencias para la señorita Ananenko? ¿No había pensado en lo que ocurriría después de la oleada de lamentos fingidos y lágrimas falsas de parte del resto? Porque, desde luego, el destierro de Zoya de la Corte sonaba muy real.
—Buenas, prima mía —saludó la voz de Aléksei Pravikin en algún lugar a su derecha.
—Buenas, príncipe apostador. ¿No tienes algo más que hacer que pasearte por aquí con aires de pedantería?
—De hecho, no estoy haciendo eso. Si no fueras tan encerrada en tus prejuicios sobre mí...
—Prejuicios que son bien fundamentados en la realidad —cortó ella, tomando una copa de champaña de la bandeja de un sirviente.
—Te darías cuenta de que intento ayudarte —continuó él, ignorando la interrupción de la joven—. Te vas de la Corte, y eso significa que solo relaciones adecuadas harán que puedas vivir bien fuera de ella.
—¿Relaciones adecuadas? ¿Como un príncipe con título honorable y su esposa? Antes yo misma me caso con el señor Vyrúbov que creer que un hombre que puede llegar a apostar el título que su tío ha mantenido con la reputación que le precede en un simple juego de cartas puede ser una relación adecuada. Tengo mejores cosas que hacer...
—¿Como lamentarte en un rincón mientras bebes las reservas de vino del Palacio? Decir que eres mi prima podría ayudarte a tener un matrimonio ventajoso.
—¿Es desinterés lo que escucho? Me preocupa que tus palabras no concuerden con tus acciones, Aléksei. De no ser por ti, yo sería la princesa, y tú podrías gastarte el dinero de tu apellido en lo recóndito del Imperio sin molestia alguna. Sin embargo, la vida no es justa y ahora la zorra de tu prometida llevará el título que me pertenece.
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Los grandes © [DNyA #1]
Historical FictionCharlotte quiere ser libre. Es una pena que los que pelean por la libertad quieren matarla. 1789. Con el estallido de la ahora llamada Revolución Francesa, la familia de Charlotte de Langlois escapa a Inglaterra, intentando evitar la muerte segura q...