Capítulo veintisiete

177 29 1
                                    

LEVI

Suspiro y vuelvo a mirarme en el espejo de mi habitación. Intento colocarme el pelo de la forma más casual posible, es decir, ni muy peinado ni muy despeinado; no quiero que Anna piense que me he arreglado solamente para ella. Aunque, si lo pensase, estaría en lo cierto.

Miro el reloj y me llevo las manos a la cabeza en forma de desesperación; han pasado tres cuartos de hora y todavía no ha llegado. Empiezo a dudar que esta cita sea una buena idea; no sé en qué momento he decidido pedirle el número al idiota de Malcom, quien ha sido mi compañero de trabajo en la discoteca hasta antes del accidente.

Y además de ser posiblemente un error, también es un hecho raro de cojones. Desde que conozco a Anna, esta es la primera vez —al menos que yo recuerde— que ella y yo tenemos una cita como tal; nosotros siempre hemos sido de encuentros casuales en distintos lugares con el único objetivo de mantener relaciones. A mí siempre me ha gustado llamarlos encuentros de consuelo sexual.

Me paseo por mi apartamento de una punta a otra, sintiendo como mis pasos cortan el sepulcral silencio que hay en él. Acaricio mi camisa blanca e intento meterla bien por dentro de los pantalones, buscando que no le quede ninguna arruga. Quizás voy demasiado arreglado, no lo sé, pero esta es nuestra primera cita... supongo que es digno de celebrar.

El timbre suena y automáticamente me pongo nervioso. Grito un "voy" y aunque estoy cerca de la puerta, tardo unos segundos en abrir para hacerme el interesante y que no se dé cuenta de que llevo esperando este momento desde que ella ha aceptado venir al piso en el que tantas veces nos hemos encontrado en el pasado.

Cuando por fin abro, automáticamente mi mirada se posa en Anna; viene vestida de calle, mucho menos elegante que yo. Pero su vestimenta no arruina su belleza: es guapa, realmente guapa. De mi altura, con unas piernas condenadamente largas y una tez pálida que hace juego con su bonito cabello negro y sus ojos azules como el mar.

Creo que nunca había visto a alguien con unos ojos tan bonitos e hipnotizantes como los suyos, a decir verdad.

—Mmm... pasa.

La morena de ojos azules frunce el ceño y niega varias veces con la cabeza, dándome a entender que no quiere entrar en el apartamento. Suspiro pesadamente al comprobar que su seca actitud conmigo sigue intacta y apoyo la mano izquierda en el marco de la puerta para después y a su vez, apoyar mi mejilla en esta.

—¿No vas a pasar?

—No, Levi, no tengo tiempo. Están... bueno, están esperándome abajo, cielo.

Justo cuando estoy a punto de preguntarle quién es la persona que la está esperando, temiéndome lo peor, escucho un estruendo seguido de una larga lista de maldiciones que consiguen hacerme fruncir el ceño. Dejo de prestarle atención a mi acompañante y ladeo mi cuerpo para ver quién es la dueña de esas palabras tan mal sonantes.

Creo quedarme sin respiración cuando mi vista se encuentra con la de Noah.

Joder.

—No hace falta que me ayudes, estoy bien.

Automáticamente reparo en la maleta que todavía sostiene y la mochila de mano que se le ha caído escaleras abajo.

—No es nadie —le aclaro a Anna en un susurro—. Espera.

Sin esperar una respuesta por parte de la morena de ojos azules, corro escaleras abajo y recojo del suelo del descansillo la mochila negra de Noah. Suspiro y mientras me muerdo el labio, vuelvo a subir las escaleras, quedándome esta vez a la altura de ella, a cinco escaleras de llegar a la puerta.

—Te subo las maletas, no saco nunca más el tema de por qué te has marchado y te doy dinero para irte a cenar, pero déjame a solas con Anna media hora —suplico en un susurro. Me paso la lengua por los labios y meto la mano en el bolsillo de mi pantalón; seguramente tendré dinero suelto en él—. Por fav...

A medida que hablo, noto como su ceño se frunce más y más hasta tal punto en el que me da miedo terminar la frase. Realmente no conozco de nada a esta chica, no sé cómo puede reaccionar.

Pero pronto lo descubro:

—Vete a la mierda, Levi —suelta sin ningún tacto. Después posa su mirada en la chica que nos mira con curiosidad desde el rellano y la señala con su mano derecha—. Coges tu estúpido dinero y te llevas a esta señorita a cenar fuera, pero yo no pienso irme a ningún lado. Y sino siempre puedes meterla en casa, a mí no me molesta.

Y sin dejarme volver a intentar convencerla, saca la fuerza de lo más adentro de su interior y sube la maleta sin ningún tipo de problema, dejándome a mí con la otra en la mano y, sobre todo, con una cara de idiota que se me puede ver a leguas.

Subo las pocas escaleras que me quedan y vuelvo a donde estaba antes del incidente. Río con cierta incomodidad y después suspiro.

—Mi compañera de piso —explico—. No recordaba que fuese tan borde —intento bromear.

Ella no se ríe. Solo se limita a asentir varias veces con la cabeza para después volver a hablar:

—Me han contado lo que te ha sucedido, así que he venido más que nada para ver cómo te encuentras. Ahora ya sé que bien; al menos estás acompañado —dice para después encogerse de hombros y mirar detrás de mí; yo también miro: Noah está descalzandose para después tirar los zapatos de cualquier manera en el suelo—. Supongo que no recuerdas qué ha sucedido en todo este tiempo, así que yo vengo a aportar mi granito de arena y ayudarte a estar un poquito más cerca de la vida que vivías antes del accidente —me explica con una tímida sonrisa—. Tú y yo hemos dejado de vernos hace casi un año, cariño. Buscabas algo que yo no quería, o al menos no lo quería contigo. Pero eso no quiere decir que tú no seas un buen chico, solo que simplemente no eres el que yo busco.

Me cambio la mochila de Noah de mano y suspiro.

—¿Esto es en serio?

Anna asiente con la cabeza. Su mirada viaja hasta el suelo un par de segundos para luego volver a mirarme con cierta lástima.

—Por una parte me alegra que esto haya sucedido; cuando lo dejamos la otra vez no me he portado muy bien contigo, Levi. Terminamos muy mal y esto parece una segunda oportunidad para mí... o para nosotros.

Asiento con la cabeza, pero no quiero escucharla más. Por mucho que sé que no debo pagarlo con ella y que realmente ella no tiene la culpa, no puedo evitar sentir cierto rechazo hacia su persona. Es un sentimiento superior a mí.

—De todas formas ya lo tenías superado, Levi —dice ella de repente, sacándome de mis pensamientos negativos hacia ella—. Estabas con una chica y yo creo que te conozco lo suficiente para saber que nunca habrías intentado nada con ella teniéndome a mí en tu cabeza.

—¿Tú cómo sabes eso? —pregunto—. ¿Quién es esa chica?

—No lo sé, Levi —responde, encogiéndose de hombros—. Nunca te he visto con ella, pero eso es lo que se rumorea.

Me encojo de hombros y asiento con la cabeza.

Rumores, rumores y más rumores.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora