Capítulo veinticinco

162 28 2
                                    

LEVI

El tiempo corre tan rápidamente, que ya ha pasado una semana y media desde que me he instalado de nuevo en mi apartamento. Mi madre, como era de esperar, ha usado cada una de sus armas para quitarme la idea de la cabeza, pero al final no le ha servido de nada; no ha podido hacerme cambiar de opinión.

La verdad es que no me ha costado acostumbrarme a mi vida actual porque realmente es bastante parecida a la de antes: como Noah ha decidido marcharse a Estados Unidos, puedo decir que este sigue siendo un apartamento de soltero. Un poco más limpio que la gran mayoría, pero un apartamento de soltero de todas formas. Lo único que ha cambiado es que ahora —al estar de baja laboral— tengo demasiado tiempo libre y eso me resulta bastante raro; supongo que, como he empezado a trabajar relativamente joven mientras estudiaba, nunca he tenido la suerte de tener demasiado tiempo para mí.

En esta semana y media no he hablado con Noah; no tenemos nada de qué hablar. Quien sí lo hizo fue Vega; a ella le ha contado dónde estaba y cuál era su plan: volver cuando considere que puede "enfrentarse" a mí y a la situación que le estoy obligando a vivir.

Es cierto que antes quería verla porque bueno, el día que hemos estado juntos en el apartamento me ha caido bien y, además, no quería perder esa química especial que mi familia me ha dicho que ella y yo teníamos. Pero el hecho de que se haya marchado sin decirme nada, el no haber mostrado ni un ápice de preocupación por mí en todo este tiempo y la poca iniciativa que parece tener son los culpables de que mis ganas de estar con ella se hayan esfumado casi por completo junto con la curiosidad que tenía por conocerla de verdad.

Pero lo que más me molesta sin duda es que no se haya preocupado ni un poco por mí. Físicamente estoy bien, ya no tengo zonas amoratadas en el cuerpo y hace días que me quitaron las suturas de retención que me pusieron tras haberme quitado los primeros puntos —los de sutura— los cuales llevé puestos en la cabeza por ocho días. No me duele absolutamente nada y casi puedo hacer todo lo que hacía antes del accidente, salvo volver a entrenar al equipo o dar clases en el instituto, si es que en algún momento lo he hecho. El personal médico no tiene pensado quitarme la baja hasta que vea suficientes avances que, claramente, no estoy dando.

Desde que salí del hospital en el que estuve ingresado, he visitado a la neuróloga dos veces para comprobar cuántos avances he dado: han sido pocos, ella misma me lo ha dicho la última vez que nos vimos, hace cuatro días. Ella cree que no me estoy esforzando lo suficientemente en intentar recordar mi pasado, pero lo que no sabe es que no sé cómo hacerlo; por mucho que intente concentrarme, ningún recuerdo parece querer volver a mi cabeza. Y ese hecho es el principal culpable de que, psicológicamente, no esté tan bien como debería.

Supongo que el presionarme a mí mismo todos los días por intentar recordar algo, no mantenerme ocupado de ninguna forma y vivir en la absoluta soledad no ayudan a que mi cabeza se aclare. Toda la información que tengo sobrevuela mi cabeza, pero no soy quién de conectarla de forma lógica de ninguna manera.

Y por si no fuese poco, últimamente tengo la sensación de que estoy rodeado de personas, pero ninguna tiene la paciencia suficiente para enseñarme cómo era el Levi de antes del accidente. Y, las que pueden llegar a tener esa paciencia que necesito no conocían demasiado a ese Levi. Entonces... ¿Cómo puedo volver a ese punto si ni siquiera sé exactamente cuál es?

—¿No vas a ayudarme?

—No, tío. No cuentes conmigo.

Poso mi mirada azulada en el chico que está acostado de cualquier forma en mi sofá: Ben Benson. Él, según tengo entendido, es el único culpable de que mi apartamento haya dejado de ser solo mío para ahora pasar a serlo también de una chica que, aparentemente, no quiere volver a saber de mí ni de nada que tenga que ver conmigo.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora