Capítulo nueve

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LEVI

—Has tenido suerte de que se lo haya tomado tan bien.

Dejo que mi mirada azulada caiga en la chica rubia que está tirada de cualquier forma en mi sofá y después elevo ambas cejas en su dirección. Tiene que estar de broma o simplemente no me ha hecho caso, pero no puede creer que realmente Noah se haya tomado bastante bien mi decisión.

—¿Qué? —pregunta y antes de que pueda responderle, sigue hablando—: Yo en su lugar no hubiese sido ni la mitad de buena. Supongo que tienes suerte de que te conoce desde hace poco tiempo y no quiso enseñarlo, pero estoy segura de que tiene muy mal genio. Si lo hubiera sacado, yo la hubiese apoyado al cien por cien.

—¿Te recuerdo que originalmente eres mi amiga?

—¿Y yo te recuerdo que eres idiota o ya te quedó claro cuando Noah te lo dijo?

Realmente sé que si alguno de los dos tenía razón, esa era ella. Y que intente justificarme con que necesito un poco de espacio no es una razón de peso como para dejar a la chiquilla de un momento a otro en casa de Ben y su familia y mucho menos diciéndoselo de esa manera. Supongo que debería haber intentado explicarme, quizás en un lugar privado, para que ella comprendiese mi situación.

Desde que acepté la propuesta de Ben y hasta que conocí a Noah pasaron exactamente dos días, por tanto, no me dio tiempo ni a hacerme la idea de que mi apartamento ya no era solo mío, ni mucho menos de que de repente todas las cosas que hacía con total libertad dentro de él, ahora tendrían que pasar por el filtro de los ojos de Noah.

Solo quiero tener un poco más de tiempo para hacerme a la idea de que ya no juego solo, sino que realmente ahora somos un equipo. Al menos un equipo dentro del apartamento; fuera de él, como ella misma ha recalcado, solo buenos compañeros de piso.

Lo de la otra noche, por mucho que me haya agradado, debe olvidarse; simplemente nos gustamos cuando nos conocimos y si Vega no hubiese aparecido, seguramente hubiesen sucedido cosas de lo que ahora nos estaríamos arrepintiendo. O al menos yo sí lo haría. De lo que sí sucedió no me arrepiento: fue una manera inocente de eliminar las ganas que nos teníamos uno al otro, o esa era la idea. Pero la realidad es que a veces creo que, por mi parte, se han avivado. Quizás realmente haya sido un error, no lo sé, pero por muy error que pueda considerarse, no me arrepiento.

—Levi.

Poso mi mirada en Vega, pero no digo nada, simplemente espero a que ella siga hablando:

—Tú sabes lo mucho que te quiero —destaca, lo que provoca que se forme una pequeña y tonta sonrisa en mis labios—. Pero ser amigos no consiste en aplaudir todo lo que haga el otro, quiero decir... —intenta explicarme, aunque entiendo perfectamente cuál es su punto—. Si no haces algo bien mi deber como amiga es decirtelo. Yo siempre te diré las cosas como son y no como quieres oírlas, Levi —dice—. Eso no va conmigo.

Asiento con la cabeza lenta y repetidas veces. Dejo que mi mirada caiga hacia la televisión de plasma que sigue encendida a pesar de que ninguno de los dos le hace caso desde hace más de una hora. Supongo que su única función es no dejar que el salón se hunda en un silencio incómodo.

Suspiro.

—¿Qué debo hacer?

—¡Primero limpiar el apartamento! —exclama mientras echa una visual a la zona que su vista alcanza—. Y después ir a buscarla; quiero decir, no sin avisarla, claro —comenta esta vez mirándome con el rabillo del ojo. Sonríe—. La llamas, le pides disculpas y le dices que mañana a primera hora, si quiere, irás a buscarla.

Asiento con la cabeza y me muerdo el labio inferior con fuerza. Dejo que mi vista caiga en el salón; realmente Vega tiene razón, el apartamento está hecho una pocilga: un cuenco con restos de palomitas en la mesa del salón, la mochila de entrenar en la entrada, el lavavajillas cargado, los cristales sucios, unos calcetines usados en el sofá... Realmente me sorprende que Noah siga queriendo vivir aquí, conmigo y con mi suciedad.

Yo incluso hubiese aprovechado la ocasión que le he brindado para buscar otro sitio en el que vivir... ¡Tenía la excusa perfecta para escapar de aquí! Supongo que realmente estoy contento de que no se haya aprovechado de la situación para marcharse; quiero decir, yo no quiero que lo haga.

—¿Cuánto tengo que pagarte para que me ayudes?

—Nada —dice Vega mientras se encoge de hombros—. Esto no lo hago por ti, Levi. Solo quiero que Noah se sienta a gusto aquí adentro y con esto... —dice, cogiendo con su dedo pulgar e índice uno de los calcetines que descansa a su lado. Hace una mueca de asco y sigue hablando—: no se lo pones fácil a nadie.

Automáticamente al terminar de hablar me lanza el calcetín, pero afortunadamente la puntería no es algo en lo que Vega destaque. Sonrío al ver que el calcetín ni me roza y me agacho para recogerlo del suelo, lo que ella ve como una oportunidad para coger el otro y, cuando me levanto, lanzarlo sin piedad. Este sí impacta sobre mí, exactamente sobre mi frente.

—¡Te acabas de pasar!

Antes de que ella pueda reaccionar, agarro uno de sus tobillos con fuerza, tirando de ella hacia mí, provocando que suelte alguna que otra carcajada mientras intenta que la deje, clavando sus uñas en mis dedos.

Realmente Vega es un auténtico demonio, pero la verdad es que no sé qué haría sin ella.

•••

—Ben, deja de ser idiota.

Tiene suerte de que estemos hablando por teléfono, porque si le tuviese cara a cara, seguramente le hubiese escupido todo el veneno que tengo dentro. Realmente es como si Ben se estuviese esforzando en sacarme de quicio y la verdad es que lo está consiguiendo.

—Tú has sido quien se ha comportado como un idiota desde que te he pedido ese favor. Si lo hubiese sabido, quizás nunca hubiese reparado en ti —exclama al otro lado de la línea—. Pareciera como si lo hubieses hecho con intención de alejar a Noah de tu apartamento.

Bufo al escuchar su estúpida conclusión.

—Si realmente piensas eso, es que quizás me conoces menos de lo que yo creía.

—Quizás sí.

Ambos nos quedamos callados, supongo que pocas palabras quedan que decir después de habernos tirado los trastos. Los dos somos tremendamente orgullosos: está claro que él no va a dar su brazo a torcer y yo, obviamente, tampoco. La única persona que realmente puede dar un poco de luz —o más oscuridad— a esta situación es Noah, por quién he preguntado nada más escuchar que Ben descolgaba su teléfono. Pero es él quien no me facilita el hablar con Noah.

Debería haberle pedido el número de teléfono a Noah en su momento, así no tendría que utilizar a Ben como mensajero.

Suspiro, intentando relajarme.

—Déjame hablar con ella, Ben —ruego con la voz más amable que puede salirme en este momento. Realmente me estoy esforzando para no mandarlo a la mismísima mierda—. Necesito hacerlo, por favor —insisto—. Si ella no quiere voy a respetarlo, pero no me pidas que respete tu opinión; tú no tienes nada que ver en todo esto, Ben.

—Vuelve a llamar mañana, está durmiendo.

Y antes de que pueda responderle, Ben me cuelga.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora