Capítulo veintitrés

191 33 17
                                    

LEVI

Esta mañana posiblemente haya sido la peor mañana de mi vida; después de que Noah se hubiese ido ayer por la noche, he llamado a los médicos. No estaba bien, necesitaba que me administrasen un calmante porque... ¿Cómo alguien puede estar tranquilo sabiendo que ha perdido la memoria y, por consiguiente, ha dejado de recordar a una persona que parece quererlo mucho?

Quiero decir, Noah ha sido quién se ha quedado a pasar la noche conmigo; ni mi madre, ni mi padre y mucho menos ninguno de mis hermanos. Ha sido Noah, una completa extraña para mí. Se ha encargado de ir al apartamento a buscar mi ropa para que yo me sintiese lo más cómodo posible y yo se lo pago no recordándola. Es como si mi cerebro estuviese castigándola.

Y como era de esperar, las pruebas que me hicieron ayer no dieron respuesta a mi actual situación, así que hoy —después de desayunar— una celadora me llevó hasta una de las salas de pruebas y estuvieron haciéndome varias durante toda la mañana. Al final, después de más de cuatro horas en las que he sido un muñeco en sus manos, llegaron a la conclusión a la que yo he llegado la noche pasada: no solo he olvidado lo que ha sucedido hace un par de meses, sino que lo he hecho de incluso hace un año o más.

Sé que soy entrenador de baloncesto y recuerdo a los chiquillos y chiquillas, pero no recuerdo haber jugado ningún partido con ellos esta temporada, aunque casi puedo afirmar que los hemos perdido todos; siempre lo hacemos. También recuedo que estaba estudiando la carrera de magisterio en la University College de Londres, pero no recuerdo haber conseguido una plaza en un instituto privado. Y recuerdo cuál es mi edificio y que mi piso es el tercero D, pero lo que no recuerdo es haber accedido a compartir piso con alguien y mucho menos con la chica del nombre de chico.

Pero si algo me trastocó más que no recordar todos esos hechos, eso sin duda fue ver a Kylie embarazada. En la vida me hubiese imaginado que mi hermano pequeño fuese a ser padre tan joven; él todavía es un niño para mí. Y aunque seguro que cuando lo contó por primera vez no me sorprendió tanto, encontrarme de bruces con mi cuñada y esa pronunciadísima tripa ha sido demasiado para mí; asimilarlo me ha costado más de lo que debería. Joder, yo debería haber sido el siguiente en ser padre.

Por otro lado, entiendo que Noah se enfade conmigo: soy capaz de recordar a todas las personas que me importan, pero no a ella. Quizás ella cree que no la recuerdo porque no es lo suficientemente importante para mí o porque simplemente no me ha marcado lo suficiente como para que mi cerebro la recuerde. Pero él, por desgracia, no funciona así; de lo contrario estoy seguro que la recordaría.

Según mi padre me ha contado hace un par de horas, Noah sí es importante para mí. Ella es mi compañera de piso y ambos nos queremos mucho a pesar de llevar viviendo juntos un par de meses como mucho. No sabe con exactitud cuánto porque yo no se lo he contado; no les conté que estaba viviendo con nadie hasta la cena de celebración por mi primer trabajo de profesor: esa noche aparecí con una chica detrás de mí y ellos han tenido que arreglárselas para hacerle un hueco en la mesa y, sobretodo, para no escanearla de arriba abajo de forma inconsciente tratando de saber de qué palo íbamos.

—He venido a buscarte, Levs —dice mi hermano mayor con alegría—. ¡Ya te han dado el alta!

Me encojo de hombros y hago un pequeño sonido con los labios para dejarle claro que me da igual. Realmente no sé si prefiero quedarme en el hospital lo que me queda de vida o volver a casa de mis padres durante una sola semana. Aunque pensándolo mejor... sí, creo que tengo la respuesta.

—Lo sé, he tenido que firmarla.

Martí suspira pesadamente. Se lleva una mano a la cabeza y se acaricia la frente con el dorso de la mano.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora