Capítulo dieciséis

208 31 0
                                    

NOAH

Las semanas siguientes posiblemente hayan sido las semanas más bonitas, divertidas y especiales de toda mi vida. Después de aquella increíble noche —o día— en la que nos abrimos de par en par y dejamos que el uno conociese los secretos más recónditos del otro y viceversa, Levi empezó a comportarse como lo más parecido posible a un novio a pesar de no serlo: me ha llevado al cine, a la bolera, a cenar e incluso varias veces más a entrenar con sus niñas y niños. También ha tenido el detalle de comprarme chocolates en la semana de mi regla, pero al final cayó en la tentación y terminó comiéndose él más de la mitad de la caja.

Yo también he puesto de mi parte para que esto que tenemos entre nosotros no se termine: me he quedado las noches de los viernes y sábados despierta solo para hacerle compañía mientras se tomaba su cacao, le he comprado dos entradas para irse dentro de dos fines de semana a un partido de baloncesto de su equipo favorito y he ido todos los los lunes, miércoles y viernes a buscarle después de sus entrenamientos.

Y estos son claros ejemplos de que Levi es muchísimo más detallista y romántico que yo. Tanto en el día a día, como en momentos íntimos; realmente él es un chico especial.

—¿Te has dado cuenta de que acabo de terminar mi primer mes de universidad?

Levi asiente con la cabeza mientras se sienta en la encimera de la cocina. Coge un tenedor de acero inoxidable y remueve las patatas fritas con cuidado para que el aceite de girasol no salte. Después me mira con sus claros y expresivos ojos.

—¡Y no te has muerto en el intento! —exclama él con una sonrisa burlona—. Ahora solo te quedan tropecientos meses más para terminar la carrera. Pero bueno, supongo que el tiempo se te pasará rápido si faltas tanto a clase como llevas haciendo estos días.

—Qué poca gracia tienes.

Él se hace el ofendido y hace una fea mueca con la cara.

—¿Qué te parece si vamos a cenar a casa de mis padres para celebrarlo?

Frunzo el ceño y pronto levanto una ceja: lleva toda la semana utilizando excusas baratas para convencerme de ir a cenar con sus padres, cosa que realmente me aterroriza. Realmente no entiendo por qué quiere hacerlo tan rápido si ni siquiera sabemos a dónde vamos o al menos a dónde queremos llegar. Me niego a que, de alguna forma, ellos pongan sus esperanzas en nosotros y al final ambos decidamos tomar caminos diferentes.

—No, déjate de tonterías, Levi.

—Anda, Noah —insiste adornando sus súplicas con un tierno puchero—. Será la primera y la última vez que les veas, te lo prometo. Simplemente quiero que te conozcan y vean con sus propios ojos lo feliz que estoy últimamente.

—¿De verdad no quieres mantenerlo en secreto?

Él se encoje de hombros para después fruncir el ceño.

—No —responde—. ¿Por qué iba a querer hacerlo?

—Por vergüenza —digo con cierta timidez—. Tú ya tienes edad de tener a tu lado a una mujer y yo... bueno, yo solo tengo veinte años. No es una diferencia abismal, solo casi cinco años, pero no sé; quizás eso preocupa a tus padres.

Escucho como mi compañero de piso suspira ligeramente para después posar su mirada en el techo blanco de la cocina. Lo recorre con la vista durante lo que parecen una infinidad de segundos y después vuelve a posar su mirada en mí mientras se muerde el labio.

—¿Estás intentando insinuar que por tener veinticuatro años debo estar con una señora mayor? —pregunta mientras una sonrisa se va asomando poco a poco en las comisuras de sus labios—. Cuando pasa la legalidad, la edad es solo un número, Noah. Y en nuestro caso, que son cuatro años y poco de diferencia, no lo es nada, joder —dice—. Ni aunque yo tuviese treinta y cinco años y tú solo veinte mi familia opinaría algo sobre nosotros. Nunca te juzgarán por eso ni a ti, ni a nuestra relación; lo único en lo que se centrarán es en lo feliz que tú me hac...

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora