Capítulo veintiocho

188 27 5
                                    

NOAH

—Esto es una auténtica mierda.

Dejo de echarle agua a las plantas que Levi parece haber castigado hasta la deshidratación y poso mi mirada en mi compañero de piso, quien da un portazo y, sin ningún tacto, tira mi mochila en el sofá; esta no aguanta mucho en él y pronto se cae al suelo de parquet provocando que se rompa el silencio en el que mi compañero de piso y yo nos fundimos.

Justo cuando abro la boca para hablar, él se da cuenta de lo que pretendo hacer y me interrumpe con rapidez:

—No quiero escucharte —dice, señalándome con su dedo índice—. No ahora, Noah.

Elevo ambas cejas en su dirección al no esperarme semejante forma de cortarme; aunque quizás me lo merezca, yo no me he portado demasiado bien con él hace un momento. Le he dejado en ridículo delante de la chica que ocupa su corazón. De todas formas, al no saber cómo reaccionar, aprieto los labios y asiento con la cabeza varias veces, sintiéndome pequeñita a su lado.

Normalmente yo no soy así, suelo tener más genio; no me amedrento tan fácilmente. Pero supongo que me afecta ver a Levi así, dolido. No quiero ser yo quien le cause más dolores de cabeza, al menos no hoy; mañana quizás sí.

—Está bien.

Su profunda y oscura mirada pronto cambia; supongo que lo hace al notar lo cortada que me he quedado con sus secas palabras. Ahora sus bonitos ojos azules me miran como solían hacer antes, cuando ambos éramos felices el uno con el otro; casi pareciera como si fuese la mirada del mismo Levi de siempre.

—No, joder, no está bien —susurra y después se lleva las manos hasta el cabello, tirándose de las puntas de este—. ¿Qué estoy diciendo?

—Lo que querías decir.

—No quería decir eso, Noah.

Me encojo de hombros mientras veo como mi compañero de piso desaparece en la cocina y pronto vuelve a aparecer en el salón con una fresca cerveza en su mano izquierda. Se tira de cualquier manera en el sofá y abre la lata para después darle un buen sorbo, provocando que un gas suba por su garganta; consigue pararlo antes de que suene en todo el salón. Me extiende la lata y niego varias veces con la cabeza; él se encoge de hombros ante mi negativa y deja la lata en la mesita donde después pone los pies.

—Me ha dejado hace casi un año y yo me he enterado hoy.

—Levs...

Él posa su mirada en mí de nuevo y mientras con una mano se desabrocha los primeros tres botones de su camisa blanca, con la otra da unos toquecitos en el sofá para que me siente a su lado, no pareciendo estar enfadado por como le he tratado hace un momento.

Hago lo que me pide y pronto siento como él suspira pesadamente.

—Vivo contigo y no sé quién eres.

Se inclina en la mesita para coger la cerveza, bebe de nuevo un trago y vuelve a ofrecerme la bebida alcohólica. Esta vez acepto solo para que deje de ofrecérmela y después de darle un pequeño traguito, vuelvo a dársela.

—Me gradué y no lo recuerdo, conseguí una plaza de profesor y no sé ni en qué instituto, no sé cuántos partidos hemos perdido desde que ha empezado la temporada y por si fuese poco, ahora me entero de que he estado saliendo con una chica y ni siquiera la recuerdo... estoy empezando a creer que en estos momentos no sé ni quién soy yo —dice para después encogerse de hombros—. Y no saber quién es uno mismo es jodido, muy jodido.

Me quedo en silencio mientras veo cómo él vuelve a darle otro trago a su cerveza; seguramente ya no le quede mucha dentro de esa pequeña lata. No es demasiado pequeña, quizás un tamaño estándar, pero sí lo es si la comparamos con las grandes, suaves y bonitas manos que la sostienen. Las mismas manos que tantas veces, con sus caricias, me han hecho sentir especial para el dueño de ellas.

Me gustaría decirle que Anna tiene razón y que es cierto que ha estado saliendo con una chica, buscando así que al menos deje de pensar en la guapa chica de ojos azules, pero eso solo serviría para aumentar su confusión. Posiblemente se dejaría la piel en tratar de encontrarla y eso, en este mismo momento, no me conviene.

—Si supiese cómo ayudarte, ten por seguro que ya lo hubiese hecho.

Levi pronto posa su mirada en mí y automáticamente siento la paz inundando mi cuerpo: supongo que esto es lo más cerca que vamos a estar de mirarnos con el mismo amor de antes. Una sonrisa tímida se posa en sus finos labios, los mismos labios que tantas veces he besado estos meses, y él aprovecha mi distracción para apoyar casi despreocupadamente su mano izquierda en mi rodilla.

—Siempre puedes enseñarme todo lo que sabías de mí —dice, intentando convencerme—. No creo que haya sido mucho, supongo que no tuvimos demasiado tiempo para conocernos, pero cualquier cosa puede ayudarme a saber quién era yo antes del accidente.

—Supongo que sí.

Ambos volvemos a quedarnos callados y él aprovecha para quitar su mano de mi cuerpo. Veo como él se lleva la lata de cerveza a los labios, así que aprovecho que aparentemente está ocupado para ser yo esta vez la que empiece un nuevo tema de conversación:

—¿Sigues teniendo ganas de saber por qué me he marchado?

Automáticamente él deja de beber y deja de nuevo la lata en la mesita para después posar su mirada en mí. Sus labios se entreabren más de lo normal y sus ojos me recorren de arriba abajo, casi como tratando de buscar respuestas en mi cuerpo casi helado.

Creo que esta es la vez que más incómoda me siento a su lado. De hecho, he estado más cómoda el día que nos conocimos que en este momento; supongo que realmente esta situación está siendo demasiado forzada para ambos, no como cuando nos conocimos: esa noche nos dejamos llevar por nuestros sentimientos y todo fluyó con la libertad más absoluta de todas.

—Sí.

—Me bloqueé y sé que debería haberme controlado —reconozco—. Debería haberme controlado por mí misma y por ti... en ese momento no necesitabas que una chica aparentemente desconocida para ti reaccionase a tu problema como lo he hecho yo.

Veo como él asiente con la cabeza varias veces. Suspira y justo cuando abre la boca para hablar, le corto:

—Tú y yo nos hemos querido mucho, Levi —digo de repente y en un susurro audible para él—. Tenía y todavía tengo miedo de que nunca vuelvas a quererme como hacías antes.

Soy una auténtica cobarde. Le he confesado cuál es la preocupación que lleva rondando en mi cabeza desde que me he enterado de su amnesia, pero he utilizado la información que tengo a mi gusto, de forma que ahora él sabe lo importantes que éramos el uno para el otro sin realmente saber el porqué de esa importancia y ese amor sano.

—Has perdido la cabeza.

Observo cada uno de sus movimientos; pareciera como si no pudiese parar quieto más de tres segundos. Niega varias veces con la cabeza y se agacha para, con delicadeza, coger la mochila que antes ha tirado para después dejarla sobre el reposabrazos. Posa su mirada sobre mí de nuevo, así que esta vez soy yo quien habla:

—¿Eso crees?

—Sí —dice y después suelta una pequeña carcajada—. No voy a decirte que de repente siento una conexión especial contigo porque te estaría mintiendo, pero si el Levi de antes te quería, no veo por qué el de ahora no podría llegar a hacerlo, Noah.

—No lo sé —digo—. No quiero que te sientas obligado a quererme solo porque eso era lo que hacías antes.

Se lleva una mano a la frente y suelta una risita, pero en ningún momento quita su calmada mirada de mí. Se humedece los labios con la lengua y vuelve a posar su mano izquierda en mi rodilla, acariciándola con su pulgar lentamente.

—Definitivamente has perdido la cabeza.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora