Capítulo treinta y seis

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NOAH

Tic, tac.

Miro el reloj que yo misma he colgado en la cocina días después de haber empezado a vivir con Levi hace ya varios meses. Supongo que una cocina no es una verdadera cocina hasta que no ves un buen reloj que te ayuda a calcular los tiempos que las cocciones necesitan.

Y no es que yo sea una excelente cocinera, de hecho ese lo es Levi; quizás el vivir sólo desde tan joven es lo que le ha hecho, en parte, tener que convertirse en uno. Tanto, que cada vez que él es quien prepara la comida, me siento totalmente bendecida. Y creo que cuando eso pasa, él también se siente así; pocas cosas puede odiar más que que yo sea la encargada de hacer la comida.

-¡Dame dos minutos!

Eso es lo que escucho desde lejos.

Suspiro y me llevo las manos a la cabeza en un intento de relajarme. Un día como el de hoy es cuando empiezo a arrepentirme de vivir con él; Levi puede tener miles de cosas buenas, pero si en algo patina eso es sin duda en la puntualidad. Da igual lo mucho que se esfuerce en llegar temprano, siempre termina sucediendo algo que le hace llegar tarde. Y por consiguiente, yo también llego tarde.

Me acerco hasta el baño y veo como él me mira a través del reflejo del espejo. Me regala una pequeña sonrisa y sigue con lo que estaba haciendo: afeitarse con una cuchilla mientras hace distintas muecas frente al espejo para llegar a todas las zonas de su rostro con mayor facilidad.

Si algo bueno hay en que se afeite -y eso no es convivir casi cuatro días con un Levi adolescente- sin duda es poder disfrutar del olor varonil de la espuma de afeitar y la loción de post afeitado que suele echarse para evitar la aparición de granitos y rojeces.

-En media hora tengo que estar allí.

Él asiente con la cabeza y sin esperármelo, se gira para plantar un beso en mi mejilla. Como es obvio, un poco de la espuma de afeitar que todavía cubre su rostro se queda sobre el mío, lo que provoca una risita por su parte. Se muerde el labio y, mientras, me limpia con su dedo pulgar, aprovechando la ocasión para acariciarme con cariño.

Después de regalarme una última sonrisa, levanta la manilla del agua para poder limpiarse los restos de espuma de afeitar que todavía tiene por la cara. Pone ambas manos en forma de cuchara y se esparce el agua fría por todo el rostro, seguramente incluso consiguiendo despertarlo un poco más.

Suspiro en un intento de llenarme de paciencia y vuelvo a la cocina para después sentarme en una de las sillas y apoyar mi frente sobre la mesa mientras espero a mi compañero de piso. Realmente esto me sirve para en un futuro no contar con él para hacer algo que necesite con urgencia.

-Vale, ya estoy -dice, entrando a la cocina con los tenis en la mano-. Ahora solo tengo que calzarme, desayunar y echarme un poco de perfume.

No digo nada, simplemente le miro con una ceja levantada mientras, con disimulo, disfruto de su olor varonil.

-¿Qué? -pregunta con una sonrisa, la misma que me demuestra que sabe perfectamente por qué hago ese gesto-. Noah, no importa que llegues tarde a una clase en la universidad. Llevas casi cuatro meses en ella y los profesores seguramente no sepan ni que existes... -dice, intentando convencerme-. ¿Crees que se van a dar cuenta de tu ausencia?

-Puede que yo no pase tan desapercibida como lo hacías tú, Levi.

Veo como sonríe.

-Es cierto, los alumnos pelotas nunca pasan desapercibidos.

Niego un par de veces con la cabeza mientras pienso qué responder. Abro la boca cuando creo tener una respuesta, pero la vuelvo a cerrar al darme cuenta de que lo que tenía pensado decir no es ni la mitad de ingenioso de lo que él podría responderme. Levi siempre está alerta cuando se trata de hacer rabiar a los demás.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora