Capítulo catorce

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L E V I

El agua caliente corre a gran velocidad, impactando contra mi cabeza y espalda; mientras, yo cierro los ojos y paso ambas manos por el pelo, tratando de eliminar todo el champú con olor a limón que todavía tengo en la cabeza y el mismo que le he cogido prestado a mi compañera de piso.

Suspiro, necesitaba una buena ducha relajante. Aunque no sé si esta ducha puede definirse como relajante teniendo a quien tengo de acompañante en el baño...

—Noah, vete ya —protesto.

Paso la mano por la mampara de cristal para desempeñarla y veo a mi compañera de piso todavía sentada en el retrete. Esta eleva su vista del móvil, me mira por el pequeño trozo de cristal que he limpiado y vuelve a posar su vista en el aparato electrónico.

Me muerdo el labio inferior y me echo un poco de gel de baño en la palma de la mano derecha. Acerco esta misma a la nariz y aspiro su aroma: huele a la famosísima agua de colonia para bebés y también a Noah, que es la responsable de que ahora yo huela un poquito mejor.

Esparzo el gel de color blanco por todo el cuerpo, incluso por las partes más recónditas de él. Cuello, brazos, sobacos, pectorales, barriga... y vuelvo a abrir el agua, dejando que el agua caiga sobre mí un minutito más. No hay mejor sensación que pasar tiempo bajo el agua caliente de la ducha, de verdad que no; seguramente en el cielo me recibirán así, o al menos eso es lo que me gustaría.

—¡Ya me da igual! —vuelvo a protestar al ver a Noah de nuevo por el cristal. Sigue sentada en el retrete viendo el móvil y no parece tener intenciones de levantarse e irse—. Voy a salir Noah, voy a salir y me vas a ver desnudo —la amenazo.

Ella suelta una carcajada.

Deja el móvil en el lavamanos, se cruza de brazos y posa su mirada en dirección a la ducha, en donde yo todavía estoy.

—Venga, pues sal entonces.

Me llevo las manos a las sienes y me las froto mientras niego con la cabeza varias veces, a pesar de que sé que ella no me está mirando. Suspiro de nuevo, esta chica posiblemente sea quien termine volviéndome loco.

Abro un poco la mampara y estiro la mano para coger la toalla verde que, afortunadamente, dejé tirada en el suelo, cerca de la ducha. La coloco en mi cintura, me aseguro de que está bien sujeta y ahora sí abro del todo la puerta de la mampara, saliendo de la ducha. Pongo la mano derecha en la toalla para asegurarme de que no suceda ningún accidente y con la que me sobra, abro la puerta del baño. Vuelvo a mirar a Noah, la cual tiene una sonrisa en la cara, y bufo.

Es tontísima.

•••

—¿Qué quieres cenar? —pregunto.

Entro en el salón y dirijo mi vista a mi compañera de piso; está tirada en el sofá mirando al techo mientras tiene una de sus piernas en alto y la acaricia con el dedo índice con tranquilidad. Todavía tiene puesta la ropa que llevó al entrenamiento y supongo que se la dejará puesta hasta la hora de irse a la cama.

Me acerco hasta la nevera, la abro y bebo un poco de agua directamente de la botella.

—Nada.

Frunzo el ceño, meto la botella de nuevo en la nevera, la cierro y me acerco hasta el sofá. Desde que llevamos viviendo juntos creo que es la primera vez que dice que no quiere cenar nada, así que es normal que me extrañe y hasta me preocupe un poco. Digamos que Noah es de buen comer, le gusta casi todo y no se corta ni un poco a la hora de comer, cosa que me encanta.

—¿Nada? —pregunto.

Levanto su pierna derecha, la que sí descansaba en el sofá, y me siento para después colocarla en mis muslos. Noah aprovecha y coloca la pierna que hasta hace poco tenía suspendida en el aire para colocarla al lado de la otra; yo me tomo la libertad de acariciarlas con mis manos calientes.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora