Capítulo diez

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NOAH

Diez y media de la mañana. El radiante sol inunda mi habitación con tanta intensidad, que me obligo a taparme la cabeza con las sábanas, esperando que este no se cuele por ellas, cosa que obviamente no consigo. Bufo y sabiendo que es inútil volver a conciliar el sueño, cojo el móvil: dos llamadas perdidas y seis mensajes, los cuales abro con curiosidad al darme cuenta de que son de alguien a quien no tengo guardado en la lista de contactos.

No tardo mucho en imaginarme quién es el dueño de esos mensajes a juzgar por lo que ha escrito en ellos: en la mayoría me pide perdón por ser tan idiota y en el último dice que está en el salón de casa de los Benson, esperándome por si quiero volver al apartamento con él. Pero que si no quiero hacerlo, que lo entenderá y que él mismo se encargará de ayudarme a buscar otro sitio en el que quedarme.

Maldigo mi reacción al ver su foto de perfil. Levi es guapo, mucho, pero en su foto de perfil parece definitivamente una obra de arte: sentado en medio de unas escaleras, mi compañero de piso posa con cara angelical, apoyando sus codos en sus rodillas y agarrando sus propias manos. Sus bonitos ojos azules destacan en su tez blanquecina y su pelo cae ligeramente por su frente, provocando que parezca mucho más joven de lo que en realidad es.

Realmente este chico está equivocado; debería dedicarse al mundo del modelaje.

Suspiro y me levanto de la cama; realmente quiero verle, que me pida las disculpas que considere oportunas y volver al apartamento. Y sé que quizás deba hacerme la dura y darle una lección, pero realmente no es algo que me apetezca ahora mismo. Desde que dejé Estados Unidos no he tenido ni un solo día de calma y sé que si intento alejar a Levi de mí, posiblemente tardaré tiempo en tenerlo.

Cuando bajo por la gran escalera de casa de Ben y su familia, automáticamente mi mirada viaja hasta el inglés de labios finos y rosados que está sentado en el sofá. Él sostiene su cabeza con su brazo derecho y con la mano izquierda agarra el móvil, el cual mira, aunque realmente parece estar haciéndolo por aburrimiento más que porque le interese lo que está viendo en él.

—Tienes visita, Noah.

Automáticamente cuando el marido de Helen dice eso, mi compañero de piso levanta su mirada del móvil para posarla en mí. Veo como en su pantalla siguen apareciendo y desapareciendo fotos y vídeos, pero él parece no importarle ese hecho.

—Lo sé.

No me acerco a él, sino que abro la puerta de la entrada y me dispongo a salir por ella, esperando que él me siga. Ceso mis pasos al comprobar que Levi no reacciona, así que giro la cabeza en su dirección: sigue con el teléfono en la mano y con su mirada fija en mi cuerpo.

Suspiro.

—Vamos, Levs.

Sus labios se tuercen hacia arriba al escuchar el apodo con el que he decidido llamarle y, por fin, reacciona: se levanta de forma patosa, tira el teléfono móvil de cualquier manera en el sofá y camina con prisa hasta llegar mí, apoyando una de sus manos en mi hombro derecho.

Cuando ambos abandonamos la casa de los Benson, Levi es quien, después de sentarse a la mesa exterior del té, rompe rápidamente el hielo:

—Tenías toda la razón del mundo cuando me llamaste idiota. Realmente me lo merecía —reconoce mientras juega con sus dedos, supongo que no queriendo encontrarse con mi mirada—. La verdad es que me costó darme cuenta de que lo era y de hecho Vega tuvo que ayudarme; quizás sin ella seguiría en mi línea —dice con incluso vergüenza—. Voy a aceptar que ahora seas tú quien no quiera venir a vivir al apartamento porque estás en todo tu derecho, pero me gustaría que vinieses.

Los recuerdos de Levi CookDonde viven las historias. Descúbrelo ahora