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Es momento de gritarle al mundo ¡Estoy aquí!

Los seres humanos, en su estado natural, son impredecibles, erráticos e insatisfechos

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Los seres humanos, en su estado natural, son impredecibles, erráticos e insatisfechos. Solo cuando se han controlado sus instintos animales pueden ser responsables, dignos de confianza y felices.


Una vez vi una noticia sobre un oso pardo al que el domador había pinchado accidentalmente en el circo de Estados Unidos durante un ensayo rutinario. Yo era bastante pequeño, pero nunca se me olvidará el aspecto del animal, una enorme mancha oscura que daba vueltas en círculo con un ridículo sombrero de papel rojo colgándole de la cabeza, rompiendo todo lo que podía alcanzar con sus mandíbulas: serpentinas de papel, sillas plegables, globos. También al domador. El oso lo atacó y convirtió su cara en carne picada. Lo peor, la parte que nunca he olvidado, fue su aullido de pánico, un bramido horrible, continuo, enfurecido, que sonaba casi humano.

Eso es lo que me viene a la cabeza cuando los de la redada empiezan a llenar la casa, entrando por la puerta destrozada, golpeando las ventanas. Eso es lo que pienso cuando la música se corta de repente y el aire se llena de ladridos, gritos y estrépito de cristal roto: mientras manos calurosas me empujan por todos lados y recibo un codazo en la mandíbula y otro en las costillas.

Me acuerdo del oso.

Sin saber cómo, me he mezclado con la multitud aterrorizada que huye hacia la parte trasera de la casa. A mi espalda oigo a los perros que chasquean las mandíbulas y a los balazos que silban en mi oído. Hay tanta gente gritando que parece una sola voz. Una chica cae detrás de mí, tropieza e intenta alcanzarme mientras una de las porras la golpea en la parte trasera de la cabeza con un chasquido lúgubre. Siento que sus dedos se agarran por un momento, pero me desprendo y sigo corriendo, empujando hacia delante. No tengo tiempo de lamentarlo ni de asustarme. No tengo tiempo para nada que no sea moverme, empujar, salir, no puedo pensar más que en huir, huir, huir.

Lo raro es que, por un instante, en mitad de todo ese ruido y confusión, percibo las cosas a cámara lenta con gran claridad, como si estuviera viendo una película desde lejos. Veo un perro que salta a mi izquierda sobre un chico, cae con un ruido muy leve, casi un suspiro, mientras de su cuello, donde se han clavado los dientes del animal, empieza a brotar sangre. Una chica de cabello castaño se hunde bajo las porras de los reguladores y, al ver el arco de su pelo, por un segundo se me para el corazón y pienso que he muerto, que todo ha terminado. Luego gira la cabeza hacía mí, gritando, y cuando los reguladores la atacan con espray de pimienta y veo que no es Jihyo, respiro aliviado. Más instantáneas. Una película, solo una película. No está sucediendo, no puede suceder de verdad.

Cinco minutos antes todos estaban hablando y riendo juntos, tan juntos.. Ahora luchan. Un perro clavan los dientes, como criaturas salvajes, entrenados para este momento.
Oigo el sonido sordo de los disparos y un grito truncado.

“Animales”, pienso. “Somos animales”

La gente empuja, tira, se usan los unos a los otros como escudos mientras los reguladores ganan terreno avanzando, golpeando. Tenemos a los perros en los talones, armas y las porras pasan tan cerca de mi cabeza que noto el estremecimiento del aire en mi nuca cuando la madera gira junto a la parte posterior de mi cráneo. Pienso en un dolor lacerante. Pienso en rojo. A medida que los reguladores avanzan, va quedando menos gente a mí alrededor. Uno a uno van haciendo ¡crac! y caen derribados por tres, cuatro, cinco perros. Gritan, gritan. Todo el mundo grita. No sé cómo he conseguido evitar que me atraparán, y corro disparado por los estrechos pasillos, atravesando habitaciones borrosas, una maraña de gente y reguladores, más luces, más ventanas destrozadas, ruido de motores. Tienen la zona rodeada. Y entonces se alza ante mí la puerta trasera abierta, y más allá los árboles oscuros, los bosques frescos y susurrantes de detrás de la casa. Si consigo llegar a la salida... Si consigo ocultarme de las luces el tiempo suficiente...

DELIRIUM | TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora