Debo irme y vivir, o
quedarme y morir.1/2
Hace frío. Mientras camino a la Casa Yeongdeok poco después de medianoche, tengo que subirme hasta arriba la cremallera de la cazadora de nailon. Las calles están más oscuras y desiertas que nunca.No se percibe ningún movimiento: ni cortinas que se agiten en las ventanas, ni sombras que pasen rozando las paredes y me hagan saltar del susto, ni ojos brillantes de gatos callejeros, ni patitas de rata que escarben, ni el golpeteo distante de pasos en el pavimento cuando los reguladores hacen sus rondas. Es como si todo el mundo se hubiera preparado ya para el invierno, como si la ciudad entera estuviera en mitad de una gran helada. Resulta un poco raro, la verdad.
Me siento aliviado cuando doblo la esquina y veo la verja herrumbrosa que marca el perímetro de la gran Casa. Siento una oleada de felicidad al pensar en Taehyung.
Me ajusto los tirantes de la mochila y me dirijo corriendo hacia la cancela. Pero sucede algo extraño: aunque la empujo varias veces, no se abre. Al principio me parece que se ha quedado atascada. Luego me doy cuenta de que alguien le ha puesto un candado. Parece nuevo. Cuando lo muevo reluce nítidamente a la luz de la luna.
Alguien lo ha clausurado.
Me quedo tan sorprendido que ni siquiera siento miedo ni recelo. Solo pienso en Taehyung, en dónde estará y en si será él quien lo ha puesto. Tal vez, se me ocurre, haya cerrado la cancela para proteger nuestras cosas. O quizá yo haya llegado pronto, o tal vez tarde. Estoy a punto de saltar por encima de la verja cuando él emerge silenciosamente de la oscuridad a mi derecha.
—¡Taehyung!
Aunque solo hemos estado separados unas horas, me siento feliz de verlo. Pronto será mío total y abiertamente, y esa idea hace que se me olvide bajar la voz mientras me acerco a él corriendo.
—Ssssh —silba, envolviéndome entre sus brazos para frenar mi impulso. Pero cuando alzo la cabeza para mirarle, sonríe y veo que está tan contento como yo. Me besa en la punta de la nariz—. Aún no estamos a salvo.
—No, pero pronto lo estaremos —me pongo de puntillas y le beso suavemente. Como siempre, la presión de sus labios en los míos parece emborronar todo lo malo del mundo. Tengo que hacer un esfuerzo para soltarme, al tiempo que le doy una palmada juguetona en la mano—. Por cierto, gracias por darme una llave.
—¿Una llave? —Taehyung me mira con los ojos entrecerrados, confuso.
—Para el candado.
Intento abrazarle fuerte, pero se aparta de mí sacudiendo la cabeza, su cara de repente palidísima y aterrada; y en ese momento lo capto, los dos lo captamos, y Taehyung abre la boca pero de ella no sale ningún sonido. Y en ese instante preciso en que me doy cuenta de por qué de pronto le veo con tanta claridad, enmarcado por la luz, inmóvil como un ciervo atrapado por los faros de un camión, en ese mismo momento resuena una voz en la noche.
—¡Alto! ¡Las manos en la cabeza!
Y justo después, por fin me llega la voz de Taehyung, urgente: —¡Corre, Jungkook, ahora!
Él retrocede ya por la oscuridad, pero a mis pies les cuesta un poco más ponerse en movimiento, y para cuando lo hago, cuando me pongo a correr ciegamente y sin rumbo por la primera calle que veo, la noche ha cobrado vida y se ha poblado de sombras vociferantes que me intentan agarrar del cuerpo y el cabello, cientos de ellas que bajan por la colina, salen del suelo y descienden de los árboles, hasta del aire.
—¡Atrapenlo! ¡Atrapenlo!
Me retumba el corazón en el pecho y no puedo respirar. En mi vida he tenido tanto miedo, nunca he estado tan despavorido.
Cada vez más sombras se convierten en personas, y todas tratan de aferrarme, me gritan, llevan armas de metal reluciente, pistolas y palos, botes de espray. Me agacho y corro esquivando manos ásperas pero de nada sirve. Un regulador me coge violentamente desde atrás. Apenas consigo soltarme cuando reboto contra alguien que lleva uniforme de guardia y siento otro par de manos que me agarran. El miedo ya es una sombra, una manta que me asfixia y me impide respirar.
Aparece a mi lado un coche patrulla y las luces giratorias lo iluminan todo con un resplandor descarnado durante un segundo y el mundo a mi alrededor se vuelve blanco, negro, blanco, negro, y se mueve hacia delante en ráfagas, como a cámara lenta. Una cara contorsionada en un grito terrible, un perro que salta desde la izquierda enseñando los dientes, alguien que chilla:
—¡Qué alguien lo agarre!
No puedo respirar. No puedo respirar. No puedo respirar.
Un sonido agudo de silbato, un grito, una porra que se detiene momentáneamente en el aire. Luego cae. el perro salta gruñendo, me atraviesa un dolor ardiente, despiadado, como una llama.
Por último, oscuridad.
...
Cuando abro los ojos, el mundo parece haberse descompuesto en miles de piezas. Solo veo fragmentos borrosos de luz que forman un remolino, como si acabara de agitar un caleidoscopio. Parpadeo varias veces y poco a poco los fragmentos se reorganizan hasta formar una lámpara acampanada y un techo color crema, atravesado por una amplia mancha de humedad con forma de búho.
Mi cuarto. Mi casa. Estoy en casa.
Por un momento, me siento aliviado. Me pica el cuerpo como si me hubieran pinchado con agujas por toda la piel, y lo único que quiero es tenderme sobre la suavidad de las sábanas y hundirme en la oscuridad y el olvido del sueño, esperando que se disipe el dolor agudo de cabeza.
Luego me acuerdo: el candado,
el ataque, el enjambre de sombras. Y Taehyung. No sé qué le ha sucedido a Taehyung. Me debato intentando sentarme, pero un dolor atroz me baja desde la cabeza hasta el cuello y me obliga a reclinarme de nuevo
en las almohadas, jadeando. Cierro los ojos y oigo que la puerta del cuarto se abre con un crujido. De repente llegan voces del piso de abajo. Mi tía habla con alguien en la cocina, un hombre cuya voz no reconozco. Probablemente un regulador.Taehyung, Taehyung ¿Habra logrado escapar?...
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DELIRIUM | TAEKOOK
Historical Fiction"¿Estás seguro de que ser como todo el mundo te va hacer feliz?" "No conozco otro modo" Jungkook solo hace lo que le dicen, nunca a desobedecido y a sido rebelde. Sabe que si mete la pata en donde no debe cosas malas pasaran. Aún así, con cada adv...