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"Mil momentos pasan por mi cabeza, todas las veces que esos brazos fueron mi único refugio del mundo. Quizá no los apreciaba como debía entonces, pero son recuerdos dulces que no irán para siempre."

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¡Mami mami, mira! --chillo el niño. —¡Si puedo sin las rueditas!

Cariño, ten cuida- ¡Jungkook!

No dudo ni un segundo en salir al rescate hacia su pequeño hijo mismo que sollozaba producto del ardor en sus rodillas. La mayor lo arrullo y le canto. Ignorando toda mirada de desaprobación e incomodidad.

Te dije que tuvieras cuidado, mi amor...

[...]

No he podido dormir.

Incluso después de meterme en la cama y tratar de dormir, las palabras de Jihyo me vuelven sin cesar a mi mente como disco rallado: "Tú no vas a terminar como tú madre. No lo llevas dentro".

Solo lo ha dicho para consolarme, y debería tranquilizarme, no surte ese efecto. Me disgusta, me produce un malestar profundo en el pecho, como si tuviera dentro una gran piedra, afilada y fría.

Mamá, un vocablo semiamargo.

Era una mujer bella y alta ante mis ojos. Cabello como la noche, piel de lienzo en estado puro. Era inusual. Única. Pero como todo humano tenía sus defectos.

No es que no tenga recuerdos de mi madre. Los tengo, y muchos, sobre todo si consideramos lo chiquito que yo era cuando murió.

En cada invierno, en toda nevada, sacaba un balde y lo dejaba bajo la lluvia fría para que se llenará. Una vez lleno, lo cargaba hasta adentro. Toda esa nieve la servía en tazas y luego les echaba miel y veíamos cómo se endurecía casi al momento hasta formar un dulce de color ámbar. Era una filigrana azucarada de frágiles curvas, como encaje comestible. Recuerdo cuánto le gustaba cantar para nosotros mientras se bañaba conmigo en las playas. En aquel momento, yo no sabía lo raro que era aquello. Otras madres enseñan a sus hijos a nadar. Otras madres se bañan con sus bebés, les dan cremas protectoras para que no se quemen y hacen todas las cosas que se supone que una madre debe hacer, como se expone en la sección de «Paternidad» del Manual de FSS.

Pero no cantan.

Cuando enfermaba me traía bandejas de tostadas con mantequilla y miel, y cuando me hacía daño me besaba los arañazos. Una vez, me caí de la bici, me levantó y empezó a mecerme entre sus brazos, y una mujer le dijo sofocada: "Tendría que darle vergüenza". Yo no comprendí por qué lo decía, pero me hizo llorar aún más. Desde ese día, me consoló solo en privado. En público se limitaba a fruncir el ceño y a decir:
"No pasa nada, Jungkook. Levántate".

DELIRIUM | TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora