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De todas las opciones que tenías, ¿Por qué elegiste esa?

Jihyo ya está allí cuando llego, apoyada en la valla metálica que rodea la pista, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados para protegerse del sol

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Jihyo ya está allí cuando llego, apoyada en la valla metálica que rodea la pista, con la cabeza echada hacia atrás y los ojos cerrados para protegerse del sol. El pelo, largo y suelto sobre su espalda, parece casi blanco al sol. Me detengo a unos cinco metros deseando poder recordarla exactamente así, conservar esa imagen en mi mente para siempre.

Entonces abre los ojos y me ve.

-Todavía no hemos empezado a correr -dice apartándose de la verja y mirando el reloj con un gesto teatral-, y ya llegas en segundo lugar.

-¿Me estás retando? -digo salvando la distancia que nos separa.

-Solo constato un hecho -dice sonriendo. Su rostro vacila un poco a medida que me acerco-. Te noto diferente ¿sucedió algo?.

-Estoy cansado -digo. Me parece raro que nos saludemos sin un abrazo ni nada, aunque así es como han sido siempre las cosas entre nosotros, como debían ser. Me parece extraño no haberle dicho nunca cuánto significa para mí-. Ha sido un día muy largo.

-¿Te apetece hablar? -me mira con los ojos entrecerrados.

Este verano se ha puesto un poco morena, y las pecas de su nariz forman una especie de constelación. Tal vez sea una de las chicas más bellas, quizá del mundo entero.

Siento un dolor agudo detrás de las costillas al pensar que envejecerá y se olvidará de mí. Algún día apenas pensará en todo el tiempo que pasamos juntos y, cuando lo haga, le parecerá lejano y bastante ridículo, como el recuerdo de un sueño cuyos detalles ya han comenzado a desvanecerse.

-Tal vez después de correr -Es todo lo que se me ocurre. Hay que avanzar. Es la única manera. Hay que avanzar, pase lo que pase. Esa es la ley universal.

-O sea, después de que muerdas el polvo -dice, inclinándose hacia delante para estirar los tendones de la corva.

-Te veo muy segura de ti misma para haberte pasado todo el verano sin mover un músculo.

-Mira quién habla -alza la cabeza y me guiña un ojo-. No creo que lo que habé estado haciendo Taehyung y tú cuente realmente como ejercicio.

Automáticamente me sonrojo. -Ssssh.

-Ya, ya.

Todo parece tan normal, tan deliciosa y maravillosamente normal, que me lleno de pies a cabeza con una alegría que me marea. Quiero guardar ese momento dentro de mí para siempre, mantenerlo a salvo, como un corazón en la sombra: mi antigua vida, mi secreto.

-A que no me atrapas -le digo a Jihyo dándole una palmadita en el hombro-. ¡Tú la llevas!

Y entonces salgo corriendo mientras ella grita e intenta alcanzarme. Damos la vuelta a la pista y nos dirigimos a los embarcaderos sin vacilar ni debatir sobre la ruta. Mis piernas están fuertes, firmes, la mordedura que sufrí la noche de la redada se ha curado por completo, solo me ha quedado una fina marca roja que recorre como una sonrisa la parte posterior de la pantorrilla.

DELIRIUM | TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora