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Querido Cupido: La próxima vez, nos disparas a los dos
¿Vale? Gracias.

Lo más extraño de la vida es que sigue su traqueteo, ciega e ignorante, incluso cuando tu mundo privado, la pequeña esfera que te has forjado, se retuerce y deforma hasta que llega a explotar

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Lo más extraño de la vida es que sigue su traqueteo, ciega e ignorante, incluso cuando tu mundo privado, la pequeña esfera que te has forjado, se retuerce y deforma hasta que llega a explotar. Un día tienes padres, al siguiente eres huérfano. Un día tienes un lugar y un camino. Al siguiente estás perdida en una selva.

Y sin embargo, el sol sigue saliendo y las nubes se juntan y van a la deriva y la gente compra comida y las persianas suben y bajan y se tira de la cadena. Es entonces cuando te das cuenta de que casi todo, la vida, el incesante mecanismo de existir, no tiene que ver contigo. No te incluye en absoluto. Va a empujarte hacia delante incluso después de que hayas saltado más allá. Incluso después de que hayas muerto.

Cuando por la mañana vuelvo al centro de la ciudad, me sorprende lo normal que parece todo. No sé qué esperaba. No es que pensara realmente que los edificios fueran a derrumbarse de un día para otro o que las calles se fundieran y quedaran solo escombros, pero me sigue chocando ver a un montón de gente con cartera, tenderos que suben el cierre de sus negocios y un coche que intenta avanzar por una calle concurrida.

Mientras me dirijo a casa, no dejo de sentir miedo, como si alguien fuera capaz de oler la Tierra Salvaje en mí, como si pudieran adivinar solo con mirarme a la cara que he cruzado al otro lado.

Pero nadie me mira. Son casi las nueve y la mayor parte de la gente se afana para llegar a tiempo al trabajo. Un borrón interminable de personas normales que hacen cosas normales con los ojos fijos en lo que tienen delante, sin prestar atención a la chico bajito y sosa.

El chico bajito y soso con un secreto que le quema por dentro como el fuego.

Es como si la noche que he pasado en la Tierra Salvaje hubiera agudizado mi visión por los bordes. Aunque superficialmente todo está igual, de algún modo me parece distinto, poco sólido, casi como si pudiera atravesar los edificios y el cielo y hasta la gente con la mano.

No hago más que pensar en lo que dice siempre Taehyung: Somos más de los que crees. Miro de reojo a la gente que pasa, pensando que ahora tal vez seré capaz de encontrar alguna señal secreta en su cara, una marca de la resistencia. Pero todo el mundo tiene el mismo aspecto de siempre: agobiado, apresurado, ausente.

Cuando llego a casa, Hee-sook está en la cocina lavando los platos. Intento pasar rápido junto a ella, pero me llama. Me detengo con un pie en las escaleras. Sale al pasillo, secándose las manos en un trapo.

—¿Cómo te ha ido en casa de Hoseok? —pregunta.

Sus ojos me recorren el rostro buscando, como si quisiera comprobar algo. No hay forma de que sepa dónde he estado.

—Bien —digo encogiéndome de hombros, esforzándome por que mi voz suene natural—. Pero no es que hayamos dormido mucho.

—Ah —Hee-sook sigue mirándome intensamente—. ¿Y qué hicisteis?

DELIRIUM | TAEKOOKDonde viven las historias. Descúbrelo ahora