14.
estaba cansada, estaba harta. Christian había vuelto a casa, y con él llegaron cien dificultades más para la menor de los Lutz.
su madre había hecho de lado totalmente el esfuerzo que ella hacía para enfocarse únicamente en el primogénito. En el tiempo que Lombardo la cuidó todo estuvo bien, pero volviendo a casa todo decayó nuevamente y su salud no estaba al cien por ciento.
—¡basta Irina, no hacés más que quejarte de todo! —gritó su madre.
— ¡mi esfuerzo se fue a la mierda desde que este pelotudo volvió! —contestó en un grito— ¡¿qué pasaría si yo me voy de casa?!
—¡me harías la vida más sencilla! —respondió su progenitora. Los ojos color sol de Lutz se nublaron, y por sus mejillas bajaron algunas lágrimas.
no contestó, no quiso decir ni una palabra más. Se dio la media vuelta y caminó hasta su pieza, dejó a su madre sola en el living quién además no tenía planeado pedirle una disculpa a su hija.
se sentó en la cama y se permitió quebrar, lloró y se sintió más sola que nunca sintió que estaba tocando el fondo de pozo y ya no tenía ganas de seguir ni seguir luchando por algo que ella cree imposible de conseguir. Se sentía como una fracasada, y creía que su hermano tuvo razón en llamarla así en algún momento.
se acostó en su cama y miró hacia el lado derecho, donde en una pequeña mesa de noche estaba la foto que más adoraba en este mundo. Una foto con su sol, con su abuelo el único que la comprendía y que daba la vida por ella.
entonces viendo la foto recordó que hace un año cuando su abuelito estaba en cama ella le hizo muchas promesas y una de esas fue que nunca se rendiría.
secó las lágrimas que habían bañado sus pálidas mejillas, y en un pequeño bolso echó algunas prendas entre ellas su uniforme y cuadernos para el colegio.
esperó a que su madre cayera dormida, y estando medianamente lista tomó sus cosas. Con sigilo y cuidado logró salir de su casa sin dejar un papel o algo simplemente se fue, estaba decidida en ir a casa de los Lombardo para aceptar la propuesta que tantas veces Mauro le hizo.
se sentía mal por su madre, al final de cuentas la ama como a nadie en la vida pero tampoco puede permitir que le den el trato que su madre le brinda. Sabía que estando ahí no florecería, y que con su hermano en casa su energía se degradaba cada vez más.
mientras caminaba a casa de su amigo sintió como alguien se acercaba a ella, así que aceleró su paso hasta que la tomaron del brazo y robándole un susto se calmó cuando vio que se trataba de Ribba, con su ceño fruncido lo vio esperando una respuesta.
—te vienen siguiendo boluda, vení vamos por acá. —habló el morocho, ella se giró para confirmar lo que este decía y confirmó.
caminaron en silencio hasta una banca y se sentaron, Ribba la veía con curiosidad no era muy extraño verla caminar de noche pero algo le decía que las cosas no estaban bien.
—¿estás bien? —preguntó Daniel rompiendo el silencio que había entre ambos.