quince.

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15.

—¿estás bien? —la morocha negó, simplemente se rompió y dejó salir su llanto. La manera en la que lloraba podía hacer que cualquier persona se quebrara.

la manera en la que lloraba dejaba claro que desde hace un buen tiempo contiene su dolor y que esto ya la estaba atragando.

Daniel se dedicó abrazarla, no sabía con exactitud qué pasaba pero sus sospechas tenía. No entendía porqué ella vivía eso, si le parecía tan buena y tan linda no merecía nada de eso.

— ¿alguien te hizo algo? —preguntó.

—la vida en general me hace mal —contestó, le quemó escuchar lo mal que estaba.

—ay Irina —exclamó viéndola a los ojos— sos tan buena, tan humilde, tan dedicada, sos tanto que no logro comprender cómo es que hay gente que te quiere dañar.

se abrazaron con fuerza, ella buscando soporte en él y él queriendo unir las piezas rotas de su alma. Se quedaron así un rato, mientras él la consolaba y la ayudaba a calmarse.

—vení —dijo tomando la mano de la morocha para sentarse en una banca.— ¿a dónde ibas?

—a casa de Mauro, muchas veces él, Sandra y Guille me ofrecieron vivir en su casa pero siempre rechazaba la oferta porque pensaba en mi mamá, yo la amo es mi mamá... Pero, no puedo seguir aguantando todo lo que viene haciendo.

—me alegra que hayas tomado consciencia, sé que donde Mauro estarás más que bien. —contestó mientras daba un leve apretón en la mano a la morocha, haciendo que ella sonría.

—¿vos qué andabas haciendo por acá? Y a estas horas.

—insomnio, no podía dormir entonces salí a caminar y a fumarme pucho. —contestó y ella asintió.

—¿vos también padeces de insomnio? —él asintió— yo padezco desde hace varios años, por eso las ojeras.

—a ver, contame qué historia hay detrás de esas ojeras.

—siempre he tenido el sueño pésimo, pero no sé si te acordás de mi abuelo —hablaba la peliazul.

—el nano, como olvidarlo cuando iba a dejarte cositas para que comieras. —contestó Daniel y ella esbozó una sonrisa llena de nostalgia.

—ese mismo... Pues, como sabes el enfermó y estuvo mucho tiempo en el hospital. Yo me quedaba con el toda la noche, mientras le contaba como me iba en el colegio, y él a veces cuando podía hablaba y me contaba sus historias que nunca me aburrí de escuchar —hizo una pausa para tomar aire, Ribba acarició su mejilla con cuidado— tenía las mejores historias para contar, fue un hombre tan valiente y maravilloso que hacía hasta lo imposible por vernos bien. Cuando falleció sentí un vacío tan grande, él era como el sol en mis días, y no sabía qué hacer así que por las noches me dedicaba a recordarlo y recordar las grandes historias que me contaba.

—lo siento mucho Iri, sos valiente y estoy seguro de que tu abuelo está orgulloso de ver que lo que sos.

—gracias, de verdad. Yo le prometí muchas cosas antes de su último suspiro y él me dijo que por favor nunca dejara de luchar. Luego del fallecimiento de mi abuelo las cosas en casa empezaron andar mal, me tocó trabajar durante la noche y estudiar en el día, las ojeras fueron tornándose más grandes y oscuras pero bueno, es necesario.

—te admiro muchísimo Iri, gracias por contarme esto, por confiar en mí. Eres enorme como el cielo y fuerte como el mar. —Ribba dejó un beso en la frente de la fémina. La paz que sentían estando juntos era inmarcesible, recién estaban entendiendo que encajan a la perfección.

cuando el reloj de sus teléfonos marcó las cuatro de la mañana ambos se levantaron de la banca. Daniel la acompañó hasta la casa de Lombardo que después de dos llamados a la puerta salió atender.

ojeras negras ; dani ribba. Where stories live. Discover now