Capítulo 26. El jaque mate de Lugh, sacrificios y otras locuras del amor.

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Traicioneros.

Resonó en su mente, en la mente de todos, mientras Sasuke admiraba su mano congelada de dolor por el ataque que le impuso al dios dejándolo con una herida que si bien le faltaba la sangre, se notaba dolorosa e inhumanamente incomparable.

Y Naruto, resuelto a la muerte hasta hace pocos segundos, no le daba crédito a lo que sus ojos veían. Con el desgarre real en su garganta sacándole todo el líquido precioso carmín que le arrebataba la vida a segundos de visión borrosa, abría la boca intentando llamarle a su amado.

Pero Sasuke miraba su capacidad y aun en medio de la confusión, sonrió esperanzado pensando que quizá Lugh no le había abandonado.

Djab soltó un gruñido de ataque con esa herida profunda en el vientre de su cuerpo físico y Naruto miraba el terror identificable pues era su propio rostro. También por eso le resultó tan sencillo encontrar la idea de venganza en sus ojos de vago color negro, y encontró tanta adrenalina en su propio cuerpo que aun en medio de su desangrado dolor, pudo seguir el instinto de protegerle.

-¡No! –logró pronunciar y aun en su condición, se pudo lograr convertir al mismo tiempo que Djab atestaba con furiosa habilidad contra Sasuke en un intento por consumirlo en la oscuridad.

Sasuke sintió un impacto fuerte en su costado derecho, siendo jaloneado con tanta velocidad que le sacó el aliento antes de poder identificarse a salvo entre las mandíbulas de un zorro que saltaba vertiginosamente y caía desvalido manchándolo de sangre caliente en medio de un rugido tierno.

Estaban a salvo sobre un edificio hundido en medio de la arena de un territorio rojo y desoldado que le recordaba a una parte del infierno que solía visitar para ver a su hermano.

Miró entonces a la criatura. Era tan gigantesco, y en sus ojos miraba al mismo rubio que le coqueteó en su comedor y le dio su primer beso, eran tan parecidos... tan igualmente cálidos. Podía escuchar un murmullo en su corazón, recordaba esa sensación a pesar de no haberla vivido él mismo, era la voz de Naruto en su mente aunque irreconocible.

Entendió algo que no pudo captar pero igual asintió inconscientemente.

Se arrastró con los codos saliendo de entre los dientes sin ninguna herida creada por él y miró el cuello del que brotaba tanta sangre que parecía una laguna ya. Estaba muriendo, lo sentía, con terror. Era como si pudiera ahora sentirlo como un solo cuerpo.

-No tú. –le rogó cuando en su mente le llegó la imagen de Itachi sin vida entre sus brazos, una ilusión que lo llevó hasta este punto, una promesa vana y cruel, tramposa como solo el dios Oscuro podía hacerla. Un Itachi sin alma. Un Itachi insalvable. –Tu no... -le dijo temblando mientras gateaba hasta su cuello y lo presionaba con sus diminutas manos sintiendo un cálido pelaje empapado. Naruto quiso incorporarse para lamerlo. – ¡No te muevas! –le ordenó desesperado empujando su mandíbulo para recostarlo mientras miraba dónde estaban, tan lejos de todo, en un desértico espacio que ya no identificaba como parte de la ciudad en la que estuvo luchando. Otro gruñido le hizo regresar la vista al agonizante animal que cerraba los ojos y se opacaba su luz. -¡Naruto! –le rogó mientras notaba como sus manos se hundían en la carne roja si presionaba de más. –No puedo hacer nada, ya no... -le explicó mientras lo veía soltar un suspiro de agotamiento. -¡No te mueras! –pegó el rostro a la sangre manchándose por completo y perdiendo la vista con el ardor de mojarse de ella.

-Tierra de gnomos, yo los invoco... -lloraba murmurando sin quitar el rostro de la herida, oliendo el metálico líquido. -les ruego en el afán de su amor por el dios bueno que curen a esta criatura de Lugh. Que resuene en sus venas los latidos de la naturaleza. Yo los invoco, elementales que... ¡argh! –golpeó al suelo con uno de sus puños perdiendo la fe.

¡Mi novio es una bruja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora