Capítulo once. Elementales: Agua.

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La puerta crujió solo un poco y la primera en entrar fue Kersy que no tardó en resguardarse en esa cajita que fungía como refugio de visitas o de la propia madre del rubio que dejó pasar primero al moreno. Ambos miraron con algo de sospecha el silencio que habitaba, eran las siete de la mañana.

Naruto, una vez terminada su lección con Gnomos, le había dicho que no quería irse aun de su lado y Sasuke le invitó a simplemente no asistir a clases, así que caminaron cerca uno del otro hablando sobre ese sentir, ese estado de ansiedad tras haberse comunicado por vez primera con un elemental.

Eran las seis cincuenta cuando Naruto sintió hambre, acostumbrado a desayunar a esas horas para tener tiempo antes de ir a clases. Sasuke fue invitado a su casa, total, su madre entendería si le explicaba que no quería ir a la escuela ese día. Por eso estaban en la sala, Sasuke miraba el lugar con algo de cautela, procurando ser silencioso. Naruto entraba a la habitación de su madre (que está en la planta baja desde que cayó en cama) con mucho cuidado, aunque si le habló.

-¿Te desperté?

-Creí que te habías ido más temprano, ttebane. –le dijo incorporándose un poco más, se acomodó el cabello para no verse tan despeinada. Naruto le acercó el control remoto y el cepillo, luego se sentó en el filo del lugar. -¿Quién está afuera?

-¿Afuera? –se veía aun en ese letargo de quien acaba de despertar y aun así, Kushina podía escuchar a las personas, o simplemente adivinarlo de la mirada que le enviaba su hijo. –Es... ahm... un amigo...

-Que gusto que te animaras a traerlo. –se cepillaba mientras su hijo preparaba la inyección, sus medicamentos estaban muy controlados y era estricto el horario. Su hijo no dudó en traspasar con la aguja la muñeca derecha, ella solo pujó bajito.

-Ya está, haré algo de desayunar, dattebayo. –se puso de pie animado. –Ahora regreso.

-Yo le marcaré a Iruka, para que no se moleste en venir. –estiró su otra mano hasta tomar el teléfono de casa, justo al lado de la foto de su esposo.

Cuando Naruto salió, Sasuke estaba de rodillas cerca de esa planta, asomándose con insistencia a la cajita y pujando con desilución. Los ojos azules repasaron la figura del moreno que parecía no querer invadir mucho ese pedacito de tierra pero estaba ansioso por acercarse.

-¿Quieres hablar con Kersy, dattebayo? –le dijo sonriente mientras se inclinaba y acercaba su mano, con la palma hacia arriba y entonces, casi de inmediato, el hadita salió de la caja y se posó en ella, obediente. –Ten. –se la ofreció tranquilo. No supo por qué Sasuke le miraba con las cejas fruncidas para luego ponerse de pie con gesto indignado, caminando hasta la cocina. -¿Qué sucede? –con su meñique de la mano libre jugaba con la criaturita alada.

-Si ella no quiere, no. –le dijo molesto y empezó a abrir las puertecitas de los gabinetes. –No obligues a los elementales a hacer nada.

-¿Si ella no quiere...? -Kersy no parecía incómoda, le extraño esa actitud. -¿A qué te refieres?

-Si no se aparece conmigo es porque no quiere hablar conmigo. –su explicación fue tan brusca que no quedaban dudas sobre su estado emocional. Tenía envidia. -¿No tienes hambre o qué? –le preguntó logrando que el rubio la dejara sobre la plantita para ir a ayudarle.

-Me tienes envidia.

-Claro que no. –había encontrado harina, harían hot cakes. -¿Se despertó?

-Sí, ya sabes que estás aquí.

-Eso es obvio. ¡Digo...! porque tú se lo dijiste.

-Sí. Bueno... es curioso, como que ya lo sabía. –sacó la leche y huevos. –Es rara.

¡Mi novio es una bruja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora