Capítulo 19. El pez blanco.

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Los pitidos les estresan tanto como el constante ir y venir de las enfermeras y doctores que tratan de estabilizar al chico conectado y entubado que pierde consciencia de nuevo, tras unos pocos minutos en los que pudo ver a su padre. Cierra los ojos, deja de escuchar ruido, solo un ensordecedor suspiro continuo y al abrirlos, encuentra a un sujeto semejante a su amigo. No puede gritar aunque quiera.

Los doctores se interponen en la vista hacia el techo, donde el chico de cabello oscuro cuelga con facilidad y le sonríe mientras tira con su mano de una cuerda verde, apenas un tirón, pero Shikamaru siente que le arranca la vida con eso. Una luz le enceguece, lo están revisando los doctores, ninguno mira hacia arriba, hacia el demonio que gatea y tira de nuevo del fino hilillo verdoso apenas visible tras un movimiento.

Cauteloso, siendo lo único que puede hacer, intenta entender qué está logrando con ese movimiento el sujeto clon de su amigo; sus ojos bajan poco a poco por el brillo del hilillo y encuentra una unión por encima de su estómago, apenas unos centímetros arriba de su ombligo, piensa. Puede ver todas las manos de las enfermeras y al subir la mirada, el demonio oscurece aún más hasta transformarse en una sombra que baja líquida hasta el suelo.

El hilo se tensa de nuevo y el castaño cae en un suspiro doloroso.

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Entona con su garganta una canción mientras el peine pasa por sus cabellos rojos. El día está gris otra vez, se cuela el frío por la ventana semi abierta.

-Mamá, ya te ves mejor. –le dice y se inclina hacia adelanta para ver su rostro con más color, su mirada sin embargo, sigue perdida en una esquina. –Te noto triste... -le dice y besa su mejilla. -¡Te prepararé algo de comer y te pondrás mejor! –baja con rapidez de la cama y la ayuda a recostarse. -¡Ahora que no estás enferma nunca más, podrás comer ramen! –le intenta animar y sale de la habitación con prisa.

Una lucecita intermitente se va acercando poco a poco a la mujer recostada que alza un dedo de su mano y permite que el insecto se pose en ella.

-Minato... -le gime, casi sin voz. –Tienes que ayudarles... -le pide en un lamento y alza la mano con toda la fuerza que reúne, permitiéndole alejarse poco a poco a la luciérnaga.

Voló por las ventanas de la sala, siendo imperceptible para el rubio que cantaba bajito mientras se esforzaba en cortar los vegetales y vigilaba la olla ya en la estufa.

-¡Mah! ¿Quieres té por mientras? –le llamó y ase asomó. -¿Mamá? ¿Té? –le pregunta de nuevo. -¿Qué tienes? ¿Por qué sigues tan callada? –le cuestiona sentándose en la orilla. Le toma la mano y por unos segundos, nota la frialdad en ella, le mira asustado. –No... yo quiero que te quedes. –le suplica y la cubre con un cobertor, cierra la ventana. –Te necesito conmigo todavía. –aprieta las orejas con sus manos y sale corriendo a la cocina de nuevo. –Ella está bien, yo estoy bien. Ella está bien, yo estoy bien. –repite como un mantra mientras se talla los ojos llorosos. Comienza a sentir frío también.

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-¡Es que no puedo!

-¡Inténtalo! –le gritaron varios mientras ella se achicaba en el suelo. –Escucha, eres todo lo que tenemos, sin ese chico aquí, no tenemos nada. –le agregó con molestia Kiba mientras cuidaba que nadie sospechoso se acercara.

-Pero... ya no hay nada, no siento nada. –la pobre chica pelirroja acaricia su varita con miedo y sostiene la respiración unos momentos. –Bueno, por ti, Sasuke, por ti Naruto. –alza sus manos, una de ellas con la varita. –Abre el portal, dulce magia oscura, encuentra la flama que perdura en él. –tocó la pared de ese callejón, aun manchada de tiza blanca. –Ábrete... -le ruega esta vez y los mira por sobre el hombro. -¡Te necesito! ¡Por favor, Sasuke! –le lloriquea, todo queda en silencio y cuando la ven deslizarse hasta el suelo de nuevo, de rodillas, suspiran agotados y decepcionados. –Perdónenme... si no... si no le hubiera hecho daño a Sasuke aquella vez, ahora mismo yo... -ya lloraba golpeando el suelo una que otra vez.

¡Mi novio es una bruja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora