Capítulo 23. Elementales: fuego. Cernunnos, el ciervo.

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Lo lamento, la tardanza es uno de mis vicios ultimamente, de todos modos estaba esforzándome mucho por todo esto. Tengo unos problemas con un familiar mío, está muy mal de salud y todo apunta a lo peor, por eso he debido enfocarme en solo pocas cosas. Apenas hoy pude terminar el capítulo, ojalá valga la pena, les mando un saludo y un fuerte abrazo a todos. 

Gracias por todos sus comentarios aquí y en privado, me ayudan mucho no solo en la lectura, sino que me levantan los ánimos y me dan valor y calidez humana. Les debo mucho. 

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El agua fría le dio un respiro a su piel, estaba sudada por el calorcillo de la tarde, cuando adentró más la cara al chorro que salía del grifo, incluso le dio por dar un leve trago antes de recordar que no estaba del todo limpia, vamos, que potable no era.

Se sacudió la cabeza mientras cerraba la llave de agua y tomó una toalla de las que doblaba en su mueble del baño, se talló con fuerza el rostro y al abrir los ojos, vio con terror su reflejo. Con un grito a tono medio, alertó al rubio que esperaba afuera, obligándolo a salir del círculo de sal que había dibujado.

-¡¿Qué?! ¡¿Qué?! –se metió sin preguntar y alzó los dos puños listo para dar puñetazos a lo que viniera. -¿Shika...?

-Nada. Nada. –se dijo a sí mismo incluso mientras se miraba de nuevo tras la sorpresa. –Creí ver... -Parpadeó y su mano se fue al cristal del espejo, se miró de nuevo una vez más. –Es que yo... -se pasó ambas manos por su cabeza, alisando el cabello atado en su usual coleta. –No, nada.

-... ¿Seguro? Tu no gritas por nada... sería mucha energía gastada.

-Ya, nada. –cerró los ojos compensando su respiración. -¿Ya está todo listo?

-Claro, hace falta que tus padres se duerman y ya.

A pesar de que lo suyo no era la oscuridad, de noche garantizaba las pocas o nulas interrupciones, era mejor. Salieron por la puerta principal sin ningún ruido extremo y cargando una mochila cada uno, anduvieron por las calles iluminadas por las lámparas.

-Vine aquí y lo encontré. Seguro es tierra más mágica que otras. –le contaba el rubio saltando los obstáculos para pasar de nuevo a esa escuela abandonada, aun si no lo hubiera querido, sus ojos se fueron a esa ventana, del laboratorio abandonado tras el accidente, donde vio una criatura del infierno. Hace tanto ya... hace tanto que encontró a Sasuke descalzo aquí. –El árbol con el que hablé me dijo que hay ciertas criaturitas, se llaman kodamas, así que podré ver tus más bajos instintos pervertidos, dattebayo. –le dijo a su compañero que le seguía pasos atrás. -¡Qué emoción ver con qué cosas piensa mi viejo amigo el flojonazo! –se burló inclinando el rostro hacia él. -¡¿Te imaginas?! ¡Que yo vea con lo que sueñas! ¡Cochinote! –le picó la mejilla.

-¿Qué? –se alejó un poco y siguió tocando su frente.

-Hazme caso. –le dijo lastimoso y tomó la iniciativa de guiarlo ya en la oscuridad, solo con la luz de su celular. –Por aquí... cuidado, hay ramas que parecen gruesas pero están huecas, puedes caerte. –un silencio más. –Te decía que los kodamas se transforman en lo que más deseas... pero como Sasuke me regañó seguramente a ti también te irá mal si las ves... han de ser cosas pervertidas en las que se transforman, ttebayo. –Otro silencio. Se detiene y lo mira, su amigo está acariciando el musgo de un árbol. -¿Qué está pasando? –se pone serio, casi no le ve pero apuntarlo con la lámpara es suficiente.

-Nada. ¿Es aquí?

-Ehm... no...

-Oh. –bajó la mirada y siguió caminando.

¡Mi novio es una bruja!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora