Epílogo

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Las luces de la ciudad me hechizan por completo al tiempo que recorro las calles de la ciudad.
Es casi media noche, y los centros nocturnos alumbran el entorno como nunca lo habían hecho.

Finalmente estaciono fuera del pequeño departamento y no tarda mucho para que mi chica salga de la puerta con una gran sonrisa.

Abre la puerta del coche y se sube. —Hola, amor.

Me da un pico que me vuelca el estómago.
—Hola, Camille. —sonrío.

Arranco el motor, no sin antes poner una mano sobre su muslo. Lleva un vestido de verano blanco con flores amarillas y unas sandalias con a penas plataforma.
Todo en ella se ve perfectamente bien, ni siquiera se tiene que esforzar para verse bonita.

Noto que lleva una bolsa algo grande y media llena.

—¿Esas son las toallas? —pregunto.

—Sí. —de repente hace un sonido de preocupación.— Sólo que me he olvidado el bañador. Carajo.

Suelto una risa.

—Me alegra bastante, igual no lo hubieras usado mucho tiempo.

—Ugh, asqueroso. —me regaña con una sonrisa bailando en sus labios y yo me vuelvo a reír.

El calor del verano me golpea la cara a medida que nos acercamos a nuestro destino. Incluso a lo lejos puedo escuchar el murmullo de las olas y se me escapa una media sonrisa.

Después de unos cinco minutos más en coche, llegamos y me despojo de los tenis a penas piso la arena.

Barbie hace lo mismo, entonces la tomo del brazo y comenzamos a correr con la arena bailando entre nuestros pies.

—Nunca me imaginé que California tuviera una playa tan hermosa. —me dice observando la playa oscura.

El agua llega a verse un tanto oscura y sobre las olas se pinta una línea delgada como si fuera acuarela blanca hasta perderse en el cielo oscuro y centrarse en la luna.

—Yo tampoco.

Entonces saca las toallas de su bolso y las extiende sobre la arena.
Inmediatamente me acuesto.

No hay luz, no hay ruido. Solo somos ella, el mar y yo.
Y las benditas estrellas.

—¿Quieres que saque una vela y la encienda?

—¿Qué? No. —me recargo sobre mis codos.— Ven acá, acuéstate conmigo.

La jalo del brazo y la acurruco conmigo. Apoya su cabeza sobre mi pecho dejando su cuerpo expandirse hacia la izquierda.

Por un momento me detengo a observar el cielo y su belleza infinita. Su piel morena y sus pecas blancas.

La noche se extiende sobre nosotros brindándonos su más sutil porno. El único porno que me gusta.

—Dios, qué hermoso se ve. —susurro.

Por un momento me pierdo en su infinidad y profundidad que me siento levitar hasta el cielo hasta ser absorbido por el mismo, tocando las estrellas.

Y me doy cuenta que no es así, solo es el efecto que ella tiene en mi.

—¡Oh, mira allá Cole! —señala con su dedo índice algún punto del cielo.— Es la primera.

Por fin la veo caer sobre el cielo como una gota que resbala por un vidrio.

—Ya comenzó. —miro atentamente el cielo en busca de más.

Y por arte de magia el cielo se pinta de pequeños destellos dorados resbalando como gotas doradas.

—Jamás encontraré algo más hermoso que una lluvia de estrellas, Cole. —murmura con la mirada en el cielo aún.— Mantén tu amor hacia la naturaleza, porque es la única forma de entender el verdadero arte más y más.

Ella y yo ya no decimos nada más porque el momento es tan hermoso y perfecto que no hacen falta las palabras.

▪️

Al cabo de unos veinte minutos me levanto de la arena y me quito la bermuda.

—¿Qué haces?

—Nos meteremos al agua. —digo con naturalidad.

Me mira preocupada. —Ya te dije que no te traído bañador.

Enarco una ceja y sonrío.

—Nena, no hay nada que no te haya visto ya.

No es necesario decir algo más para que ella se deshaga de ese vestido.
Primero se deshace del nudo del cuello, posteriormente se baja el cierre y pierdo la noción del tiempo cuando baja el vestido.

Su espalda desnuda, el hueco entre ella hasta bajar en el valle de su culo es... Es divino.

Ella es divina.

En un segundo la cargo y salto al agua. La temperatura fría no tarda en calmarme los huesos pero no dura mucho cuando ella se pega más a mi y mutuamente nos brindamos el calor de nuestros cuerpos.

—Eres un tonto. —me reprende.

—Puede ser. —sonrío.— Pero no quería ser irrespetuoso como tú, solo que debemos estar a mano.

No le da tiempo a responder porque le hundo la cabeza por unos tres segundos hasta que sale del agua en medio de arcadas.

—¡Oye!

Nado hasta ella y la tomo de la cintura.

—Ya puedes llamarme tonto con razón.

Me pienso por un momento en cómo hemos cambiado, ella ahora lleva el cabello largo, unos dedos debajo de los hombros y un tatuaje en la clavícula. No deja de ser hermosa.

Me pasa las manos por el flequillo mojado que se pega a mi frente.

—Me gusta así tú cabello.

—Creí que adorabas el negro. —sonrío.

Mi cabello vuelve a caer por mi frente, veo el color rubio dorado un poco más oscuro debido al agua. Barbie me vuelve a sonreír y acomoda nuevamente mi cabello.

—Adoro todas tus facetas, Cole.

Es ella quien se acerca a mí y corta la distancia entre nosotros. Me da un dulce y suave beso, totalmente lleno de amor.

La miro por millonesima vez en el día pero con el sentimiento como si fuese la primera vez.
Su cabello mojado y su rostro lleno de pequeñas gotitas de agua, sus pestañas húmedas con rocío a penas visible y sus labios carmín, contraste de la piel húmeda que ahora tiene.

—Barbie, eres más bella que una lluvia de estrellas. Sólo contigo puedo comprender el significado del arte.

Y no tengo el mundo en mis manos. Pero justo ahora la sostienen a ella, y puedo asegurar que supera por mucho lo anterior.

Fin.


Barbie sucia [Cole Sprouse +18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora