El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]

Capítulo 26.

[Pecadores.]

Camila.

Una emoción diferente me embargaba, de esas que te vienen como cuando eres pequeña y esperas ansiosamente a que en tu cumpleaños te regalen el juguete que tanto deseaste por ese tiempo, y mientras quitas cuidadosamente el papel, tu corazón se acelera y esas ganas de gritar se hacían casi incontenibles. Así me sentía mientras caminaba sonriente hacia el colegio, en donde Juliana me esperaba.

Juliana me esperaba, eso se escuchaba tan bien. Ni siquiera era capaz de procesas los sonidos del entorno, solo podía concentrarme en el acelerado ritmo de mi corazón bailando completamente en eufórico en mi pecho. Seguía manteniendo el celular en la mano, fuertemente aferrado a pecho, como si se tratase de una especie de aparato mágico que me llevaría a ese lugar de cuentos, al nunca jamás que siempre me prometieron.

Cuando llegué a la entrada, no había nadie esperando por mí, así que pensé que quizás se había internado en el colegio, así que solo comencé a marcarle.

Llamada Saliente.

Juliana Pérez.

Conectando...

El sonido de la línea ocupada al otro lado me dejó un mal sabor de boca y una sensación un poco horrible que me hizo pensar en los muchos escenarios que explicaban esa ausencia de respuesta. La segunda y tercera llamada me dieron ganas de llorar y el pensamiento de que ella se había arrepentido y se había ido con Lucy me terminó por romper.

—Juliana. — Murmuré para mi misma, escribiendo un mensaje con los dedos temblorosos. — Dijiste que me esperarías. — Sollocé, intentando que las lágrimas me dejaran escribir. — Dijiste que me darías una oportunidad.

Miré penosamente el mensaje, esperando que al menos a eso tuviera una respuesta.

Juliana Pérez.

Ult. Vez 17:48

Juliana.

Bonita.

¿Dónde estás?

Te estoy esperando en la puerta principal.

Pero ni siquiera logró verlo, sino que solo quedó ahí, con el maldito tic marcado que se clavaba en mi corazón como si fuera un puñal que se retorcía entre mis entrañas, recordándome que era humana. Lancé una exhalación vaga, intentando expiar el dolor que en acunaba en la parte baja de mi pecho, en ese lugar en donde el corazón debería estar latiendo ansioso por el encuentro indiscutido con el amor de mi vida.

El cuerpo se me remeció en un vano intento por mantenerse a salvo del dolor del centro de mi pecho y luego se remeció por el empujón de un ser saliendo completamente iracundo por el pasillo. Las lágrimas no me permitieron ver su rostro, pero si me permitieron ver los puños de la camisa manchados de sangre y la espalda rígida de alguien que caminaba completamente furioso.

—¿Daniel? — Susurré, no sé con que estúpida esperanza de descubrir que era él quien caminaba enojado.

Él solo me miró, mostrando por primera vez los ojos llenos de rabia, de un rencor indómito que traspasaba mi alma y rompía completamente mis ganas de vivir. Entonces comprendí, Juliana no se había arrepentido, no me había dejado, él le había dicho algo y ahora no sabía dónde podía estar.

El siguiente sollozo que se me escapó, no fue por creerme olvidada en el fondo de una caja de recuerdos que jamás sería abierta, sino que fue porque sentía que alguien había arrancado por la fuerza uno de mis brazos, una de mis piernas y había separado mi cuerpo a la mitad para luego abandonarme en un mundo despiadado que rugía por sangre.