Capítulo 16.

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[Cretina Egoísta.]

Camila.

Seguía con la mano extendida hacia ella y aun así, parecía no haber respuesta alguna de su parte además de alternar su mirada entre mis ojos y mi mano. Juro que si por mi fuera, ni siquiera le habría preguntado, simplemente hubiese cogido su mano y la habría arrastrado a mi carro para llevarla a la cena. No obstante, sabía que por una vez, la vida le tenía que dar a Juliana lo que merecía, y eso incluía una invitación a cenar, como toda una dama, mover su silla para que se siente y hacerla sentir como una princesa.

—Juliana. — Llamé suavemente, intentando no hacer movimientos bruscos para evitar espantarla. — ¿Puedes darme una respuesta, querida?
Aturdida asintió. — ¿Qué… qué… qué me preguntaste?

—¿Quieres ir a una cita conmigo? — Pregunté una vez más. — Prometo comportarme, mover tu silla para que te sientes y al finalizar la noche, llevarte a casa para ver que estés segura. — Su boca volvió a abrirse, quizás intentando objetar por “mi novio”. — Y antes que digas algo relacionado con mi novio, déjame decirte que él no me importa, no lo quiero y si vas conmigo, prometo explicarte todo.

—¿No lo quieres?

El corazón completo se me derritió cuando sus ojos esperanzados me miraron de soslayo y sus manos se retorcían ansiosas por encontrar una respuesta en mis ojos. Quería lanzarme sobre ella y abrazarla con tanta fuerza que se olvidara de todas las lágrimas que habían derramado en su vida y finalmente, borrar todos los errores que alguna vez había cometido.

—No lo quiero. — Respondí con convicción, dando unos pasos para poder tomar sus manos con ternura. — Por favor, Juliana, déjame remediar todo el daño que te han hecho. — Ella se hundió en sus propios hombros y un tenue sonrojo bailó en sus mejillas. — Déjame darte todo ese amor que te han negado las personas ignorantes de este pueblo, déjame darte todo el amor que yo misma te he negado.

La mano temerosa de Juliana tomó la mía, provocando esa especie de estremecimiento total con ese solo toque.

—No tengo la vestimenta adecuada para una cita. — Susurró realmente apenada.

Negué. — Estás hermosa. — Le aseguré dándome la osadía de acariciar su mejilla. — Eres hermosa en tantos sentidos que no lo puedo describir. — Y nuevamente ese sonrojo hermoso adornó sus mejillas. — Confía en mi cuando te digo que eres un ángel en la tierra y yo soy una maldita suertuda por tener toda tu atención en este momento.

—¿Crees que es adecuado que vaya así?

—¿Eso significa que estás aceptando? — No podía ocultar la emoción y al parecer eso solo le hizo estar aún más roja. — No te avergüences. — Me apresuré a decir. — Yo… yo solo quiero que digas que sí.
Asintió tímidamente. — Quiero… quiero ir contigo.
Creo que en ese momento, mi corazón completo estalló en una especie de felicidad exorbitante que la única forma que tenía de canalizarla era dándole la sonrisa más grande que nunca había dado, casi hasta el punto de que me doliera la cara de tanto sonreír. Tomé con cuidado su mano, tirándola suavemente hacia mí para poder guiarla a mi carro y abrirle la puerta como toda una caballera para que ella entrara.

De alguna manera, ella parecía una especie de niña ansiosa por encontrar su regalo de navidad escondido en la guantera. Yo no pude evitar ver de reojo como las luces que se colaban por la ventana iluminaban su perfil y la convertían en una especie de ser místico que embrujaba con su belleza, tampoco pude evitar acariciar “accidentalmente” su mano cada vez que pasaba cambio.

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora