Capítulo 1.

601 48 12
                                    

Juliana:

—¡Quédate donde perteneces! — Bramó Daniel.

Apenas pude escucharlo, pues su pie se estaba presionando con fuerza contra mi cabeza, haciendo crujir los huesos de mi mandíbula y causando ese horrible chirrido en mi oído. Yo debería sentir algo más que ese horrible sonido, debería sentir dolor, debería sentir como mi piel ardía en los hematomas o como las laceraciones de mi cuerpo, quizás debería estar sintiendo como los huesos de mi cara eran molidos por su maldito pie.

—Suéltame. — Jadeé con las manos recargadas contra el suelo, intentando levantarme. — Yo no te he hecho nada.

Una risa nasal llegó a mis oídos. — Miren, si la bestia de circo cree que tiene derecho a hablar. — Era Kevin, otro imbécil más. — Tú, basura. — La primera patada fue en el centro de mi espalda. — No tienes derecho. — La segunda fue a parar a mi estómago. — No tienes palabra alguna. — El segundo llegó a mi estómago. — ¡Tú no debes vivir, asquerosa lesbiana! — El tercero llegó a mi rostro.

El mundo a mi alrededor comenzó a dar vueltas, y lo único que quedaba con certeza total, era el incipiente sabor a sangre, la que no tenía certeza si era de mi nariz o de dentro de mi boca y de mis encías destrozadas. De pronto, dejé de sentir la presión del pie sobre mi cabeza, para dar para dar paso a la horrible sensación de ser forzada a erguirme sin ninguna compasión por mis lastimaduras.

—Sin mas chistes, caballo de circo. — Susurró una persona frente a mí. — Hora de pagar la cuota semanal.

—Por favor...— Pedí con las últimas fuerzas que me quedaban, aferrando mi mano a la camiseta de Federico. — No más...

Él lanzó una risa que me congeló la sangre. — Miren. — Su mano se aferró a la mía. — La pobrecita está sigue pensado que con unas súplicas y con su asquerosa cara de pena va a provocar compasión. — De inmediato, mi mano completa crujió al ser doblada con furia. — ¡Solo causas asco, maldita lesbiana!

No solté ningún grito, tampoco sollocé o volví a suplicar un poco de compasión, solo dejé que me arrastraran por los pasillos mientras la gente apartaba la mirada y prefería no intervenir, aunque consideraran que eso estaba mal.

Por una fracción de segundos, pensé haberme encontrado con esos ojos que era similar al sol, pero tan rápido como los encontré, ellos volvieron a desaparecer. Como todos en el colegio, ella apartaba su mirada ante la horrible escena que montaban todos los matones unidos contra la despreciable lesbiana. A veces quisiera que alguien como ella me mirase, que se diera cuenta que existía, aunque fuese alguien miserable, solo quería que me mirase. Pero a mí, nadie me miraba.

Mi cuerpo impactó contra el frío suelo del gimnasio, refrescándome con el frío de esas baldosas que habían abrazado de manera poco gentil mi cuerpo. Ni siquiera tenía que levantarme para saber que ahí mismo estaba Daniel, Federico, Kevin, David, Alan y Jair; los idiotas que me hacían la vida imposible desde que una broma había revelado mi orientación sexual. Ellos, como siempre estaban a la espera de que mi cuerpo apareciera solo, para poder golpearme.

—Creo que ya es hora de acabar con todo. — Susurró Daniel mientras se arrodillaba a mi lado, acariciando mi mejilla, mientras tanto, sus dedos retiraban los cabellos que caían sobre mi rostro y se adherían a mi piel sudada y llena de sangre. — Creo que es momento para que todas nuestras diferencias se resuelvan de una vez por todas, creo...creo que deberíamos deshacernos de eso que nos hace pelear tanto ¿no es así, muchachos?

Reuní el valor de no sé dónde, apenas logrando alzarme. — No...puedo...quitarte... lo imbécil.

—¿Qué dijiste?

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora