Capítulo 8.

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[¿Por qué el pasado no te quiere soltar?]

Juliana.

Cerré los ojos, esperando que el frío me abandonara y que esa sensación de estar completamente desnuda frente al mundo desapareciera; quería que la sonrisa burlesca de Daniel desapareciera y me diera ese pequeño espacio para sentirme un poco menos sucia.

Las piernas se habían pegado a mi pecho cuando él hablaba y su padre le acariciaba lentamente el hombro en un signo de complacencia; continué así, pese a que estaba sola y seguí con el rostro escondido entre las rodillas cuando llegó la noche a recordarme que la soledad era lo mío.

Camila tenía razón, yo lo merecía, lo merecía mucho.

—Ella no ha querido comer. — Susurró una enfermera mientras abría la puerta. — Tal parece que algo la afecto y no se quiere mover.

No hice nada, solo enterré con más afán la cabeza entre mis piernas, queriendo olvidarme de que había alguien mirándome desde el otro lado de la puerta.

—¿Usted dijo que el doctor ya había firmado el alta? — Preguntó una voz conocida.

—Si. — Susurró. — El doctor la firmó hoy muy temprano.

—Yo me encargaré de ella.

El cuerpo se me contorsionó cuando sus manos frías se posaron en mis costados; era como si solo reaccionara ante cualquier ser humano que se me acercara, demostrando lo rota que me encontraba en ese momento. No obstante, quien quiera que fuese ese ser humano, no se rindió y simplemente amoldó su cuerpo a mi espalda.

—Deberías dejarme cuidarte. — Susurró con los labios sobre mi espalda. — Yo no soy como las personas de este pueblo, no quiero hacerte daño.

—No quiero que me vuelvan a romper el corazón. — Murmuré bajito. — No quiero volver a sufrir.

Sentí su sonrisa formándose sobre mi piel. — Muy tentador eso de romperte el corazón. — El tono gracioso me hacía tener aún más miedo. — Pero para lograr eso, primero debería conseguir que me quisieras.

—Quizás ya lo hago. — Musité perdida en esa sensación de terror vivo.

—No me ilusiones. — Advirtió. — Que si bien, no quiero romperte el corazón, tampoco quiero que seas tu quien me lo rompas a mí.

Negué con cuidado, intentando convencerme a mi misma. — Nunca le haría algo así, yo...yo...yo nunca haría todo lo que me han hecho a mi. —Apreté las manos con fuerza frente a mis piernas. — No quiero hacer sentir a nadie lo que me han hecho sentir a mi.

—¿Y qué quieres, Juliana? — Preguntó separándose de mi, dejándome de nuevo esa sensación de frío. — ¿Qué es lo que quieres para ti? — Me encogí de hombros, intentando que no me hiciera hablar de más. — Juliana, mírame. — Negué de inmediato. Pero ella, obstinada, tomó mis mejillas con delicadeza y alzó mi mirada. — Por favor, no huyas de mi mirada. — Susurró con calma, pasando con suavidad sus pulgares por mis mejillas. — Tienes que haber algo que desees, algo que quieras...

—Solo quiero que no me hagan más esto...— Intenté tragarme las lágrimas y los hipidos que involuntariamente había comenzado a soltar. — Yo... yo... yo solo quiero que alguien me quiera...

Me obligué a silenciarme, mordiendo el labio inferior con furia aunque este estuviera partido, tragándome las ganas de ser alguien completamente patético que rogaba por un poco de cariño. Nuevamente, Camila, la obstinada, se negó a que me hiciera más daño del que ya me habían hecho y con cuidado tiré de mi mentón para que mi labio se viera liberado de esa presión.

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora