[Sanar.]
Juliana.
La cabeza parecía latirme cruelmente al son de los latidos de mi propio corazón, rompiendo y resquebrajando cualquier ápice de calma en ese sueño aún fresco en mi mente; las voces venían de lejos, los pitidos desesperantes que marcaban los signos y recordaban, que, de alguna forma, seguía con vida. El dolor volvió de a poco, pese a que todavía mis ojos estaban luchando por abrirse y enfrentarse a la realidad, y finalmente, como una especie de recuerdo de que no todo era cruel, la calidez de una mano tomando la mía.
Una mano.
Una persona.
—¿Ca...Camila? — Susurré con la voz completamente rota por la resequedad que atacaba. — ¿Ca...Ca...Camila?
Ese agarre se hizo un poco más fuerte. — Aquí estoy, cielo, estoy contigo. — Besos dulces fueron los protagonista de iniciar todos mis sentidos, hasta que simplemente pude envolverme en ese amor tácito que repartían sus caricias, eliminando el dolor caso de manera inmediata. — No te preocupes, no me iré de tu lado. — Mis ojos se abrieron pesadamente, haciendo intentos vanos por eliminar el malestar de la luz blanca que bañaba la habitación. — Te un poco de agua, te ayudará con tu garganta.
La pajita llegó a mis labios y me dio una probada de ese liquido refrescante que pareció aliviar la aspereza en mi garganta, entonces bebí con ahínco, esperando que esa sensación de desazón terminase por desaparecer con la frescura del agua, pero no fue así, simplemente no fue así.
—¿Cómo te sientes? — Preguntó nerviosa, lo sabía por la manera en la que mordía su labio con desespero. — ¿Te duele algo? — De inmediato golpeó su frente y se reprendió en voz baja. — Pero que idiota, es obvio que te debe doler, si te han dado una paliza.
—Estoy bien. — Farfullé con cierto resquemor, intentando ocultar ese miedo que seguía rompiendo en mi pecho. — ¿Dónde está? — De inmediato mi mirada busco esa voz en la misma habitación, intentando encontrar una explicación al sueño que acababa de tener. —¿Dónde está Natalia?
Los rostros presentes en esa habitación inmaculada terminaron por transformarse en uno de pánico completo y la tensión de un secreto colgando sobre nuestras cabezas, como una especie de yunque que estaba preparado para explotar nuestros cráneos. Camila, las enfermeras y su madre me miraban como se mira a un bombardero que está a punto de explotar o como si fuese un pequeño a punto de romperse a pedazos.
—¿Qué tanto recuerdas de lo que pasó hace días? — La voz calma de Camila solo hizo que el mundo se remeciera bajo mis pies.
—¿Días? — Cuestioné en un intento infructuoso por erguirme, cosa que fue desalentada por la enfermera que estaba al lado contrario de mi cama. — ¿Por qué no respondes a mi pregunta, Camila? ¿Dónde está Natalia? Necesito verla para asegurarme que está bien.
Sus ojos volvieron analizarme con dulzura, hasta que se sentó sobre el borde de la cama. — Te responderé. — Dijo finalmente. — Pero primero necesito que me respondas algo. — Nuestros ojos se encontraron. — ¿Puedo abrazarte?
Asentí suavemente, encontrando de inmediato un abrazo efusivo que me hizo lanzar un gemido de dolor al sentir como mis magulladuras se terminaban por quejar ante la presión de sus brazos. De inmediato aflojó, pero no llegó a soltarme, como si realmente tuviera miedo de que me fuera a escapar entre sus dedos como un sueño cualquiera que se desvanecía con las primeras luces del alba.
—Ella ha tenido un accidente. — Susurró en mi oreja, pero no me soltó, no esta vez. — Ingresó a esta misma clínica, el mismo día que ingresaste tu. — Pero esta vez, yo era quien estaba soltando al mundo, sumergiéndome en la frialdad de la culpa azotando furiosa. — Tuvo múltiples heridas y terminó por salvarse de milagro, pero cuando entró a quirófano, sufrió un shock por la perdida de sangre. — La estaba llamando y estaba hablando con ella cuando el sonido del metal doblándose llegó a mis oídos. — La devolvieron a la vida, pero esta vez, ella no abrió los ojos y solo se quedó laxa, perdida en un mundo completamente diferente del que ya no volvió pese a que sus padres y Makis llevan días rogando. — Su mano presionó fuerte mi cabeza, instándome a seguir sollozando sobre su hombro, haciéndome saber que no estaba sola. — Dijeron que debíamos esperar, que solo nos quedaba rezar para que ella despertara y es lo que hemos estado haciendo desde que entraron, por ti y por ella. — Sollozaba y temblaba, sabiendo que Natalia no era una persona que mereciera esto, que realmente merecía algo de facilidad dentro de tanta desgracia, pero que yo y mi aparición había terminado por apagarlas por completo. — Lo siento tanto, siento tener que recibirte con esta noticia, pero no puedo negar que me da felicidad saber que tu estás bien, cielo.
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El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]
FanfictionJuliana Pérez nunca ha conocido el amor como tal, ella solo sabía lo que era encogerse asustada con el fin de defenderse a sí misma. Quizás era por que sus padres la consideraban un estorbo y preferían golpearla cuando tenían un mal día en el trabaj...