Capítulo 13

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[Finge quererme.]

Camila.

Mis manos abordaron sus mejillas, arrastrando suavemente el pulgar por esos ríos húmedos que rompían un poco más sus ojitos castaños. Me estaba implorando que la quisiera de tantas maneras y yo no sabía porque me estaba frenando de hundirme contra su boca, mientras le decía de mil maneras diferentes que la quería, que realmente la quería. Pero yo era cobarde, no era nada más que una cobarde atemorizada que prefería silenciarme y hacerle creer que esto era otro juego mal conformado.

—¿Puedo quererte a mi manera? — Pregunté temerosa, clavando los ojos deliberadamente en sus labios. — ¿Puedo permitirme quererte como yo deseo?

—Solo esta noche. — Imploró con los ojos cerrados y con prominente puchero que insistía en permanecer en su boca. — Por favor, solo esta noche.

Suspiré sus palabras y palpé su desesperación; de inmediato mis manos se prendaron de sus cabellos despeinados, mis labios buscaron los suyos y sin ningún tipo de impedimento, la bese con fuerza, hundiendo mi lengua con fuerza entre sus labios. Sentí como Juliana jadeó dulcemente contra el beso, como si realmente esto le estuviera dando un millón de años de vida.

Bajé mis manos con cautela, tanteando la tensión de cada uno de sus músculos, hasta que mi meñique descanso descaradamente en el inicio de su trasero. La besé con más fuerza al percibir que sus labios me respondían con el mismo fuego y sin esperar su consentimiento, apreté sus nalgas para alzar presionar nuestras caderas con estrechez.

Le haría el amor esta noche, lo sabía por la manera que se aferraba a mi espalda mientras la abrazaba. De pronto, la culpa me atacó. Juliana Pérez no merecía experimentar ese acto tan lleno de cariño sobre un colchón desvencijado; ella merecía estar en una cama cómoda, merecía flores, chocolates y una cena, merecía sin duda una noche excepcional para ser finalizada con este acto de amor indiscutido.

—Te quiero. — Susurré a ras de sus labios. — Te quiero, Juliana. — Repetí buscando la retribución a mis dichos.

El dolor se instaló en el centro de mi pecho cuando ella bajó los ojos con dolor y se desvió a nuestros pies, huyendo de cualquier cosa que quisiera. Me sentí herida, quería que también me lo dijese, así que decidí actuar como me lo había pedido; decidí ser quien fingía querer y ser completamente metódica en cada una de mis acciones.

Volví a atacar sus labios sin ningún tipo de compasión, siendo ruda, fuerte y descuidada, tirando torpemente de los botones de su blusa para arrancarla de su cuerpo y pasar la punta de mis dedos por la tersa piel de su plano vientre. Mis besos migraron hacia su cuello, trazando un recorrido cadencioso, salpicando la línea de su mandíbula hasta hundirse descuidadamente en su cuello.

Tenía rabia por no tenerla, por ser una cobarde y por estar en esta situación, siendo tan fría con la mujer que quería perdidamente, pero ya no había marcha atrás. El dolor era un compañero un tanto mezquino, que nos empujaba a hacer cosas que no queríamos, que nos impulsaba a hacer daño.

Arranqué su ropa sin ninguna delicadeza, repitiéndome una y otra vez que esto era un trámite entre nosotras, que la haría mía y que nada más nos uniría. Comencé a engañarme, diciendo que en realidad, esto no era un enamoramiento real, sino que luego de que la tuviera, me arrancaría las ganas de tenerla entre mis brazos.

—Quítame la ropa. — Ordené fríamente, tirando de cualquier forma su falda lejos. — ¿No me escuchas — Cuestioné un par de tonos más fuertes. — Quítame la ropa, Juliana, no puedo hacerte todo lo que quiero con ropa.

—Camila, yo...

—¿No quieres? — Levanté una ceja pesadamente. — Yo te dije que podía darte lo que querías, solo si me dejabas hacerlo a mi manera.

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora