[El precio de la paz.]
Juliana
¿Qué era eso que sentía cuando la veía rodear su cintura con un brazo? ¿Por qué no podía apartar la mirada? ¿Por qué se sentía igual de feo que cuando me golpeaban entre todos?
Natalia había dicho que era los efectos de estar enamorada, que eran las consecuencias de un corazón roto y que lo que sentía, esa sensación dolorosa y desagradable, se llamaban celos. Nunca había experimentado eso, nunca había tenido un amigo que considerase mío como para sentir celos por su cercanía a otra persona, nunca había tenido una familia cercana que me hiciera sentir querida o celosa de alguna injusticia tonta; nunca nadie me había hecho sentir amada para que yo pudiera sentir celos o miedo de perderlo y ahora lo estaba sintiendo por ella.
Y ahora, mientras la miraba caminar abrazada con su novio por los pasillos, yo me reprendía y me cuestionaba el hecho de no poder tenerla; a veces me decía a mí misma que prefería ser golpeada si eso significaba que ella estaría lejos de ese monstruo.
-Juliana. - La voz de Natalia me sacó de mis tribulaciones. - Eso te hace daño, no le sigas dando vueltas.
-¿Me quería? - Pregunté de la nada, en esa necesidad de saber más. - Yo... yo... yo necesito saber. - Intenté deshacer el nudo de mi garganta cuando pasaron por mi lado. - ¿Ella... ella me quería como decía?
Los ojos de Natalia se nublaron y de inmediato supe mi respuesta. - Yo creo que sí, que ella te quiere. -Susurró. - Pero no entiendo y no sé cómo explicar el hecho de que se esté paseando con la persona que te hizo vivir un infierno, como si lo que te hizo no significaras nada. - Su mano apretó la mía, intentando darme consuelo frente a lo que pasaba. - No sé cómo puedo justificar eso
Sonreí cansadamente, como si realmente pudiera hacer otra cosa más que darle un poco de tranquilidad con la sonrisa más falsa que alguna vez había dado. Supongo que esos eran los efectos de ser la paria de este maldito pueblo, nadie, absolutamente nadie tomaba en cuenta las veces que tu corazón podía romperse.
-Vamos, preciosa, tienes que comer. - Susurró distraídamente. - Ya es hora de almuerzo y n o te he visto tomar bocado en todo el día.
-Yo... yo... yo... - Avergonzaba bajé a cabeza y encontré mis dedos. Me daba vergüenza admitir que esta semana, me había quedado sin dinero y tiempo para comprar víveres, así que estaba subsistiendo con lo mínimo. - No tengo hambre. - Susurré mirando hacia el lado. - Me duele el estómago.
La mirada inquisitiva me estaba atravesando y no solo eso, me estaba haciendo sentir horriblemente pequeña. Natalia, como siempre, intuía algo y estaba intentando sonsacármelo con la mirada dura de completa acusación.
-Puede que te duela el estómago porque realmente tienes mucha hambre. - Susurró con los ojos entrecerrados.
Negué con rapidez. - Imposible.
-O puede que no me quisieras decir, que esta semana no te has asomado en alguna tienda de suministros. - Bufó estrujando mis manos con una mirada acusadora. - Y no te estoy preguntando, te lo estoy ordenando.
-No pagarás por mi comida.
-Si lo haré. - Se opuso, testaruda.
Negué con fuerza. - Necesito que me dejes valerme por mí misma. - Susurré con suplica. - Es lo que tengo que aprender a hacer.
-Eso no significa que tengas que matarte de hambre por no solicitar ayuda. - Objetó. - Y yo soy tu amiga, siempre querré cuidarte. - Susurró con extensa ternura. - Necesito que me dejes cuidarte.
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El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]
FanfictionJuliana Pérez nunca ha conocido el amor como tal, ella solo sabía lo que era encogerse asustada con el fin de defenderse a sí misma. Quizás era por que sus padres la consideraban un estorbo y preferían golpearla cuando tenían un mal día en el trabaj...