Capítulo 24.

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[Me niego a perderte.]

Camila.

Verla sonreír de esa manera me estaba matando de una manera que no lo podía describir, mucho más porque Juliana realmente parecía estar sanando en la compañía de esa persona desconocida en absoluto. Quería ser y quien le contara chistes, quien acariciara su mano cuando estaba distraída en alguna conversación circunstancial.

Quería dejar de ser egoísta, pero la sola noción de perderla me estaba matando y me estaba volviendo irracional a la hora de acechar en la oscuridad.

—Juliana. — Hablé apresurada cuando vi que las demás se adelantaron y la dejaron frente a su casillero. — ¿Podemos hablar un momento?

—Vamos a llegar tarde a clases, Camila.

La manera fría de hablarme y su ya casi inexistente tartamudeo me sorprendió. Tal parecía que en un par de semanas, Juliana había expiado mi existencia de su vida y había puesto en evidencia que ya no me necesitaba en su vida.

Dolió.

—Solo necesito un par de minutos. — Supliqué. — Juliana, por favor. — Sus ojos seguían retándome, agregando ese punto de tensión tremenda entre ambas. — Fuimos... fuimos algo, Juliana. Hazlo por eso al menos.

—Está bien. — Susurró cansinamente. — Dime lo que necesitas.

—Aquí no. — De inmediato tomé su mano, arrastrándola al primer salón vacío. — Entra aquí, por favor.

—¿Para que nadie nos vea hablar? — Ironizó. — ¿O es que quizás te da vergüenza estar con alguien como yo?

No pude evitar gruñir en un completo acto animalesco al identificar mis propias pretensiones en la burla que escapó de sus labios. Tal parecía que ya no había forma alguna de que la cordialidad entre ambas y mucho menos cariño restante.

—Para, por favor. — Ordené con cierta furia contenida. — ¿Puedes entrar?

Sus ojos seguían desafiando, como si quisieran joderme de la manera más vil posible, pero sin dejar espacio a que una tregua se abriera entre ambas. Bufó de mala gana, haciendo énfasis en las pocas ganas que tenía de seguir conmigo en ese espacio y, por sobre todo, la verdadera Sus ojos seguían desafiando, como si quisieran joderme de la manera más vil posible, pero sin dejar espacio a que una tregua se abriera entre ambas. Bufó de mala gana, haciendo énfasis en las pocas ganas que tenía de seguir conmigo en ese espacio y, por sobre todo, el poco aprecio que tenía a la idea de nosotras dos juntas.

—¿Qué necesitas?

—¿Me odias? — Lancé sin siquiera pensarlo. — Decidiste que era mejor odiarme antes que enfrentar todo lo que teníamos.

—No teníamos nada. — Murmuró. — No entiendo las razones por las que actúas así, Camila.— Era tan frío escuchar mi nombre con tanta formalidad. — Pensé que todo estaba claro. Tu tienes a tu novio, a tus amigas, tu familia. ¿Por qué me persigues? Camila ¿Qué es lo que quieres de mí? — Se había cansado de luchar, podía verlo en sus ojos. Simplemente se había rendido ante esa idea de ser sumisa ante los golpes. — ¿Por qué no te esfuerzas en ser feliz

—Porque no puedo. — Espeté. — Y quiero... quiero que nos dejemos de mentir. — Di un paso más cerca. — Estoy intentando solo mirarte de lejos, vivir mi vida, pero no puedo. No hay forma en que soporte estar lejos de ti, viendo como otra hace todo lo que quiero hacer contigo. — Di otro paso, sin importar esa reacción natural de mantenerse lejos de mí. — Juliana, yo estoy completamente enamorada de mí.

Cuando sentí su respiración mezclándose con la mía supe que con solo estirar mi mano tendría su piel contra la mía. Pero resistí, solo para darle la oportunidad de elegir si separarse o solo rendirse ante eso que ambas deseábamos.

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora