Capítulo 17.

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[Des – encanto.]

Juliana.

Por primera vez, levantarse a esas horas en la mañana, sino que todo parecía apuntar a que el día sería una especie de maravillosa experiencia, en donde el hermoso misterio de un romance secreto se alzaría en cada rincón de la escuela. Deseaba ver lo que haría cuando nuestras miradas se cruzaran o cuando terminásemos en el encuentro fortuito en un salón desolado.

Estaba ansiosa, por primera vez estaba emocionada ante la idea de pisar esos pasillos llenos de ojos inquisidores que rompían mi alma en cada oportunidad que tenían y de las maneras más que se les podían ocurrir.

—Estás contenta. — Puntuó Natalia con escepticismo. — ¿Por qué estás contenta a las 7 y tantos de la mañana?

Simplemente me encogí de hombros, restándole importancia al hecho de que en realidad estaba tremendamente feliz. Le di una sonrisa sincera, haciéndome espacio para subirme en el asiento del copiloto que Natalia siempre tenía preparado para mí.

Me mordía la lengua en un intento desesperado de no gritar a los cuatro vientos que la tenía, que ella me tenía a mí. Natalia era la única amiga que tenía, por así decirlo, pero también era cierto que aún tenía un recelo restante por esa foto mía que circuló por los pasillos.

—¿Me dirás por qué estás contenta? — Cuestionó una vez más. — Solo si quieres...

Asentí, abrí la boca y luego negué.

—Juliana, ya hemos hablado de esto. — Susurró. — Palabras, niña, formula palabras. — Con cuidado estiró la mano hacia atrás y la devolvió hacia el frente con un café negro en la mano. — Pasé temprano a la cafetería para traerte algo caliente.

—Te... te dije que no... no me gusta que gastes en mí. —Susurré mirando la tasa de café. — No... no tienes que hacerlo.

—Eres mi amiga. — Argumentó. — Sé que no te gusta recibir caridad, pero es algo que pienso seguir haciendo. — Iba a refutar, pero ella volvió a hablar. —Ni siquiera te molestes en rebatirme, Juliana, no puedes empezar el día con el cuerpo frío.

Me encogí de hombros otra vez. — Puedo... puedo pagarlo.

—Lo sé. — Susurró. — Pero no te lo voy a cobrar, quiero hacer algo bueno y esto es lo único que sé que me aceptarás, así que solo cierra la boca y acéptalo. — Me encogí de hombro y le di una sonrisa. — ¿Me dirás lo que te tiene tan feliz?

—Yo... yo... yo no puedo contarlo. — Susurré clavando mis ojos en el vaso de café. — Es un secreto.

Natalia sonrió, quizás con un poco de pena rodeando sus pupilas. — Eso que te tiene tan contenta, ¿no te pone el peligro de ninguna manera posible? — Me encogí de hombros una vez más, sintiéndome culpable por no poder confiar en esa única persona que estaba siempre para mí. — Juliana, por favor. — Suspiró cansada. — Ya te lo he dicho, muchas veces, palabras.

—Yo... yo supongo que no. — Respondí a medias. — Esto me hace feliz y... y si me hace feliz, me... me hace bien.

—Entonces, yo también estoy feliz por ti. — Susurró.

Luego, y para completa sorpresa mía, Natalia me rodeó con sus brazos, acunándome en su pecho como si fuese algo muy preciado en el mundo, que sin lugar a dudas, necesitaba proteger. Pese a todo, decidí guardar silencio frente a la nueva relación a la que me incursionaba con Camila, al menos hasta que supiera en los lugares en que estaba pisando.

No dijo gran cosa luego de eso, solo besó mi mejilla y me emprendió nuestro rumbo hacia al escuela, sin volver a presionar sobre las causas de mi extrema felicidad. Le di sorbos perdidos al café que mi amiga me había traído y me dejé hundir en los muchos pensamientos y expectativas en las que me sumergí desde anoche, cuando Camila me dejó en la puerta de mi casa.

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora