Capítulo 2.

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Camila:

—¿Por qué no hiciste nada por ella? — Me preguntó Natalia un poco molesta. — Te estás sintiendo culpable, te estás muriendo por saber lo que le hicieron esos salvajes, pero no te atreviste a ayudarla.

—¿Sabes por qué le pegaron? — Pregunté con cierta amargura escondida en la voz. — Creo que no lo sabes, porque de lo contrario no me pedirías que la defendiera.

Mi amiga resoplo. — La golpearon porque a ella le gustas las mujeres.

—Y a ti también, Camila. — Cortó con cierta rabia. — Te gustan desde los 12 y a ti nadie te está golpeando todos los días como lo hacen con ella.

—¿¡Por qué me culpas a mí!? — Pregunté sin entender las razones por las que ella estaba tan enojada conmigo. —¡Yo no estoy mandando a que la golpeen, Natalia.

—Pero estás viendo que la están matando, estás viendo que sus ojos te suplican piedad y tú no eres capaz de mirarla. — Susurró con rabia. — No la has golpeado, tienes razón. — Confesó. — Pero al no hacer nada, es como si tu también lanzaras tu puño en contra de su mejilla.

—¡Yo no puedo hacerme cargo de los problemas de todas las lesbianas de este pueblo! — Bufé estrellando mis manos con rabia contra la mesa. — ¡No es mi responsabilidad, Natalia!

—Pero si pudieras hacerte cargo de los problemas de la chica que te gusta. — Atacó. — Y sabes muy bien que a ella no la golpean por ser lesbiana, la golpean porque rechazó a ese idiota y porque su madre no hará nada por defenderla. — Una mirada rápida me hizo estremecer. — La golpean porque no tiene a nadie que pueda gritar por ella, y lo sabes.

Me quedé observando sus ojos curiosos, también me quedé absorta en la furia que escondían sus pupilas torturadas por las escenas antes vistas. Natalia se sentía igual de culpable que yo, y quería meterme el valor por el culo si era necesario, pero yo no era como ella.

—Yo no soy igual que tu Natalia, yo no quiero que me vean.

—Y es por eso por lo que eres la indicada para defenderla. — Masculló. — A mi me encantaría no ser una prisionera más de ese desgraciado, me encantaría poder hacerle frente, pero no puedo, tu sí. — Era verdad, él también había tenido una pequeña fijación con Natalia, así que había logrado conseguir bastante información con respecto a la vida privada de mi amiga y alguno de sus secretos. — Camila, ¿hasta cuándo evitarás que el mundo vea quien eres realmente?

—Lo siento, no puedo. — Corté de inmediato.

Mi amiga salió de casa completamente furiosa, quizás un poco decepcionada de lo que había decidido y de quien me había convertido. Era una cobarde, una rata espantada que corría en dirección contaría a cualquier luz que le apuntara.

Tenía miedo de que alguien me viera y me conociera como algo, tenía miedo de que siquiera dijeran mi nombre en alto durante las clases, y más miedo me daba el hecho de hacerle frente, de cualquier manera posible al matón que atormentaba nuestra escuela. En resumidas cuentas no quería que nadie me viera, mucho menos que me conocieran como la chica lesbiana que defendía a la maltratada por los matones.

Yo no podía querer a Juliana Pérez, porque eso significaba que me pondría en el ojo del huracán y tendría todos los apuntando hacia mí, juzgándome y mofándose de cada una de las fallas que pudiera tener.

Bajé, encontrándome a mamá curioseando las cosas de la cocina; probablemente buscaba que hacer para cena o algo para comer.

—Mami. — Le llamé.

En el momento en que sus ojos chocaron con los míos, ella supo que la necesitaba, y sin siquiera tener que pedirlo, sus brazos me rodearon con ternura y sus manos acariciaron mi espalda con total dedicación.

El amor no duele. - (Ventino) [Jumila]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora