VEINTITRÉS

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A la hora de comer, espero a Jordyn en nuestro lugar de costumbre;últimamente casi nunca compartimos el coche porque yo he adquirido lamanía de irme sin avisar.

Cuando gira la esquina y veo su rostro limpiodel maquillaje habitual, se me encoge el estómago. 

No habrá prescindidode él por lo que le dije, ¿verdad?—Eh —no consigo articular nada más. Aún lleva los ojosprofusamente pintados, además de labial oscuro, pero por lo menosexhibe su color de tez natural, libre de esos polvos parecidos al gis que sesuele aplicar.

 —Pareces decepcionado. ¿Creías que no te haría caso y ahora temolesta que sí? 

—No, no es eso. Es que me sorprende que tuvieras en cuenta miopinión. O sea, ¿quién soy yo para cambiar tus costumbres?Dejo la porción de pizza sobre el banco. He perdido el apetito. 

—No te hagas ilusiones. Lo hice por mí. Tu contribuíste, quizás, unpoquitín de nada. La otra noche... Bueno, no todo el mundo apesta tantocomo Jenna McCoy, ¿okey?Se sienta enfrente de mí y se acerca la pizza a la boca. 

—Te queda bien —le digo.Pone los ojos en blanco y muerde un bocado.El viernes, después de las clases, llevo a Capitán a correr por las áreasverdes cercanas. 

Pensaba tomar el camino de las Red Rocks, pero ahoraanochece temprano. Los caminos de por aquí están más cerca de lacivilización, así que hay menos probabilidades de que te topes con unpuma. 

Sólo cuando oigo mi nombre me percato de que no estoy muy lejosde la casa de Jordyn.Aflojo el paso y enfilo el camino que lleva a la calle. 

—¿Ahora me acosas? —pregunta.

 —Te gustaría. 

—¿Y éste quién es?Capitán salta hacia ella sin dejar de agitar la cola. Por supuesto, estásonriendo. Imagino que Jordyn se va a asustar al ver cómo enseña losdientes, pero se agacha y le deja lamerle toda la cara. Me doy cuenta en eseinstante de que no va maquillada. O sea, nada de nada. 

Ni lápiz de ojos. 

Nilápiz de labios. 

Y nunca ha estado más guapa. 

Lleva jeans y una sudaderadebajo del abrigo. Está preciosa. ¿Por qué se empeña en tapar esos rasgostan bonitos? ¿Y en qué diablos estoy pensando? 

Se trata de Jordyn. Es miamiga. Mi única amiga. No lo puedo estropear. 

—Está sonriendo —comenta, arrancándome así de mi estúpidoestupor. 

—Eso me digo yo siempre. Mucha gente lo toma por un gestoagresivo. Por los dientes.

 —Qué va, es un buen chico. ¿Verdad? —Capitán le lametea la caraotra vez—.

 ¿Cómo se llama?—Capitán Jack Sparrow, pero lo llamamos Capitán.

 —Jack Sparrow no llevaba parche en el ojo. ¿Verdad que no,Capitán?Su adorable tono de voz, como si se dirigiera a un cachorro, me estávolviendo loco. Qué mona es. 

—A mi mamá le gustaba Johnny Depp, así que optamos por esenombre de pirata. 

—Le queda bien —observa, y se sienta en el suelo para que Capitánpueda encaramarse a su regazo. El perro se sienta de cara a mí, perovoltea a verla cada dos segundos para cubrirla de besos. Ella se ríe en cadaocasión. 

Y cuando ríe, está más preciosa, si eso es posible. ¿Qué me pasa? 

—¿Adónde ibas? —si me dice que quedó con alguien, me moriré. Dehecho, la idea de que el bodrio de su novio lo hiciera con ella la semanapasada me machaca.Me quedo esperando su respuesta. Está un poco distraída con loslengüetazos de Capitán.

Después De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora