CUATRO

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El doctor Dave no se traga mis excusas. Es la única razón de que sigaviniendo. Al principio acudía porque los servicios sociales me obligaban,pero ahora no lo detesto a morir, la verdad. A veces incluso me da buenosconsejos, pero no hoy.

—¿Y cómo te sientes por haberte ido así? 

Lo fulmino con la mirada. Cuando se pone en ese plan, no lo aguanto.

—Ya se lo dije. No tenía elección.

 —¿Sentiste que no tenías elección? 

Deja el bloc de hojas amarillas y la pluma sobre la mesa baja y seinclina hacia delante, con los codos apoyados en las rodillas. Ha entradoen el papel de "sólo somos un par de amigos que charlan"..

Me di cuenta hace tiempo de que si guardo silencio pero le sostengola mirada, el doctor Dave casi siempre cambia de tema. Debe de andar porlos veintitantos, pero sólo parece unos años mayor que yo. Soy muchomás alto que él y estoy seguro de que le recuerdo a los tipos que loacosaban en la escuela.

 —Siempre tenemos elección, Tyler. No estabas obligado a hablar maldelante de Julie, así que ¿por qué crees que escogiste hacerlo?

Lo miro con atención.

Se revuelve incómodo. Consulta el reloj de manera ostentosa.

Yo lo miro.Se mesa el cabello oscuro y se frota la nuca. Ladea la cabeza unapizca y me observa también.

Lo sigo mirando.

 Esboza una sonrisa mínima. Enarca las cejas ligeramente. Se cruza debrazos. 

Yo lo miro.

 —Nos podemos pasar así todo el día, Tyler.Y lo miro.—Podemos hablar de otra cosa si quieres. ¿Del futbol? ¿De tu padre?—la sonrisa que asoma a su voz me provoca deseos de golpearlo—. Onos podemos quedar aquí sentados otros —consulta el reloj— cuarenta ycinco minutos mirándonos fijamente.

—¿Me está vacilando, doctor?

—¿Eso es lo que hace tu padre? ¿Utiliza el sarcasmo comomecanismo de defensa?

 Aprieto el puño sin darme cuenta siquiera.

—Bien. 

Señala mi puño con un leve movimiento de la cabeza y rescata elcuaderno para anotar algo. 

Que se joda. Trago saliva con dificultad y decido que el futbol es elmenor de los dos males. 

—Marcus no deja de fastidiarme para que vuelva al equipo. Pero yono extraño el futbol. O sea, debería extrañarlo, ¿no? 

—¿Deberías? 

—¿Podemos pasar hoy del psicorrollo ese de contestar a laspreguntas con otras preguntas? 

—¿Hay algo del futbol que eches de menos?Recorro el borde del almohadón de cuero con el dedo medio. 

—No.

 —¿Nada?Sacudo la cabeza para decir que no.

 —¿Ni siquiera la descarga de adrenalina previa a un partido? 

—Ni siquiera eso.

 —¿Ni la camaradería del equipo?Lo pregunta en plan sarcástico. Sabe lo que pienso de casi todos loschicos del equipo.Sonrío a mi pesar.

—Nunca pensé que sería una de esas personas, ¿sabe? Esas personasque no saben qué diablos quieren hacer con su vida. Esas personas que notienen nada. Pero aquí estoy. Y no tengo nada. 

—O puede que aún no lo hayas encontrado. Tienes tiempo. Launiversidad sirve para eso..

 —No voy a ir a la universidad.

Después De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora