NUEVE

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—Rompí con Sheila —le digo al doctor Dave en cuanto se sienta. 

—¿Y eso es bueno?

 —Me siento de maravilla. Conocí a una chica la semana pasada en elnuevo trabajo y ella, ejem, me consoló ayer por la noche.El doctor Dave abre el cuaderno y escribe algo mientras habla.

 —¿Tienes un nuevo trabajo?

 —Sí. Con un fotógrafo con pinta de leñador. 

—Eso está muy bien, Tyler. 

—El único problema es que una chica de la escuela trabaja allí. Anteséramos amigos, pero al terminar sexto se mudó, se hizo gótica y ahora meodia porque no la reconocí. 

—¿Cómo se llama?—Jordyn —estiro el cuello para ver lo que escribe en la libreta—.

 Y-N —lo corrijo.Desplaza el bloc para que no pueda curiosear y me sonríe.

—Así que te consoló, ¿eh?Me encojo de hombros como si no fuera nada del otro mundo

.—Creído.

—Lo dice porque está celoso —le suelto.

 —No andas nada perdido. Habría matado por algo así cuando tenía tuedad —se ríe—. 

¿Y te parece bien mezclar el trabajo con el placer?

 —¿Qué?

 —¿Cuánto tardarán en despedirte por haberte acostado con esa talJordyn?

 —Cielos, no. No fue con Jordyn —me estremezco—.

 La chica erauna clienta.Levanta las manos en señal de rendición. 

—Perdón. Lo di por hecho.

 —Por Dios.—Tu reacción es un poco exagerada, ¿no crees?Se está burlando de mí. 

—Por favor, cambiemos de tema —le suplico.

 —Bien —pasa una página de la libreta—.  

Hablemos de tu padre. 

—Buen intento —me río.Le dije que mi padre es un imbécil y que no hay más que hablar, peroél siempre trata de empujarme a explorar "la ira que me inspira mi padre". 

—Hablemos del futbol entonces. 

—Es usted un mal bicho, doctor.Nos ceñimos al tema de Sheila. 

Está orgulloso de mí por haber sidocapaz de soltar amarras. Él pensaba que me estaba portando como uncabrón.

 Supongo que más bien sí. 

Jordyn llega al trabajo un minuto después que yo, más enfurruñada quenunca y, cómo no, enfundada en la maldita chamarra de cuero. Cuandopasa por mi lado para abrir la puerta, veo el motivo de su extremo malhumor.

 Tiene escrito la palabra puta en la espalda de la chamarra conenormes letras blancas. Qué guarrada. Seguro que se la pagó con sudinero, a diferencia de casi todos los pendejos privilegiados con los quevamos a clase.

 Suelta la puerta en mis narices. No me lo tomo como algo personal.Yo estaría tan enfadado como ella si alguien me echara a perder algo queobviamente me encanta..

 Escucha los mensajes de la contestadora mientras garabatea losrecados con tanta furia que la pluma atraviesa el papel unas cuantas veces,y entonces gruñe porque tiene que escuchar el mensaje otra vez. 

Cuandotermina por fin, estampa los auriculares contra la mesa; seguramente losrompió. Repaso en mi mente la ruta a la tienda de electrónica más cercanaporque estoy seguro de que me van a mandar a comprar unos.

Después De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora