VEINTIUNO

1 0 0
                                    

Mi ojo morado acaba de mudar al color del pis cuando Henry nos pide aJordyn y a mí que lo ayudemos con el reportaje de una boda. Incluso dejará que Jordyn tome algunas de las fotos. 

Los estoy esperando delante de un lugar semejante a una enormemansión/castillo de madera al estilo montañés de Colorado.

 Henry tuvoque reemplazar un flash y Jordyn se vio obligada a regresar a su casa arecuperar unas lentes que Henry se llevó, de ahí que cada uno de nosotrosacuda en su propio coche.La escuela me resulta más llevadera desde que disfruto de lacompañía de Jordyn. 

Claro, corren toda clase de rumores acerca denosotros, entre ellos uno que dice que la dejo chuparme la sangre mientraslo hacemos, pero nosotros nos reímos y no hacemos ni caso.He podido recuperar parte de mis ahorros para emergencias ahoraque Henry me deja trabajar más horas. Más horas significan másresponsabilidad, pero nada que yo no pueda manejar. Hice unos cuantosretoques de principio a fin. 

Jordyn solía dar los toques finales, pero ya nohace falta. Y cuando hay poco trabajo, Henry me muesra fotografías suyasque son algo más que gente mirando a la cámara. Paisajes y retratosespontáneos de personas desprevenidas en situaciones diversas, que poruna u otra razón despertaron su interés. 

Me explica qué le atrajo de cadauno de los sujetos y estoy empezando a entender el concepto decomposición. La semana pasada me dejó una vieja cámara DSLR para quevaya experimentando. Pese a todo, todavía me da nervio enseñarle mispininos. 

Casi todas las fotos son de Capitán y de cosas que hay cerca de micasa; nada relevante para nadie que no sea yo. Esta noche traje la cámara, aver qué pasa. Además, llevarla colgada al cuello me hace sentir másprofesional.Por fin alcancé a ver el coche de Henry y fui a buscarlo paraayudarlo a transportar las cosas. 

Ése será mi trabajo esta noche. Tengo queseguir a Henry de acá para allá con sus bolsas y más bolsas de aparatos,por si acaso algo no funciona o se le ocurre cambiar de objetivo. Le estoysacando mucho partido últimamente al famoso traje del funeral. 

He tenidoque apretarme un poco más el cinturón y el saco me queda un tantoholgado, pero no se nota a simple vista.

Espero. 

Jordyn se estaciona en un lugar libre junto al auto de Henry. Cuandosale del coche ataviada con un elegante vestido de seda (y ni siquiera esnegro sino del suntuoso azul marino que adquiere el cielo justo antes deque la noche se cierre) me quedo de una pieza.

 No sólo por el vestido sinoporque se maquilló como una chica normal de casi dieciocho años. Enrealidad, está despampanante.

 —Calla —me advierte antes de que le haga un cumplido. 

—¿Lo puedes creer? —Henry se ríe por lo bajo.

 —No la reconocí —digo yo.

 —Son muy graciosos —enfurruñada, Jordyn saca una bolsa delmaletero. 

—Permítame, señorita —me ofrezco mientras intento que me ceda elbulto.Ella me propina un manotazo y, empujándome con el cuerpo, seencamina a la puerta principal.Henry y yo la seguimos soltando risitas.

 —Me sorprende que se haya avenido a prescindir de toda esaporquería que se pone en la cara —confiesa Henry—.

 Me gustaría que sediera cuenta de lo guapa que está sin ella.

 —Yo también —convengo. Y veo a Henry sonreír para sí con unbrillo travieso en los ojos. ¿Por qué todo el mundo saca conclusionesacerca de nosotros? Debo aclarar las cosas—.

 Quiero decir que su vidasería mucho más sencilla. La gente de la prepa no se la pone fácilprecisamente. 

—Sí, creo que lo hace por eso. Para mantener a todo el mundo adistancia —opina—. 

Después De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora