CINCO

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El domingo llego temprano a mi primer día de trabajo en el estudio, sinsaber lo que me puedo esperar aparte de odio puro y duro por parte deJordyn.Ella aparece a las nueve menos diez ataviada con una falda negralarga hasta los pies y una chamarra de cuero del mismo color, pese a queestamos a veintiséis grados a la sombra. Se aproxima a la puerta pasandopor mi lado como si yo no estuviera. 

En cuanto gira la llave, empujo lahoja con la intención de ser amable. Ella lanza una especie de gruñidoasqueado. Un sonido que significa algo así como: "No intentes fingirsiquiera que eres una persona decente porque no me la creo". Yo le cedoel paso de todos modos. 

—Y bien... ¿temas administrativos? —le pregunto.Ella deja el bolso en el mostrador y, clavándome la mirada, planta lasmanos sobre la superficie. 

—Será mejor que te lo tomes en serio —dice—, porque Henry es demi familia y no voy a permitir que... 

—Mira, ni siquiera sabía que trabajabas en este sitio. Ni siquiera sabíaque tú eras tú. No tengo la menor intención de arruinar tu perfecta vida. 

—Qué "Tyler Blackwell" de tu parte —replica.Dudo mucho que llegue hasta el final de la jornada.Jordyn dedica la mañana a explicarme el funcionamiento del softwarede citas que está superorgullosa de haber programado. 

Es tan sencillo queincluso mi padre en plena peda sabría usarlo, pero ella se empeña entratarme como si yo tuviera el CI de un primate.Cuando se convence de que no soy idiota del todo, pasamos alpapeleo. 

—Mañana trae tu acta de nacimien...Deposito el acta de nacimiento y la licencia de conducir sobre elmostrador. 

—¿Quieres que saque una fotocopia? ¿O prefieres explicarme cómofunciona la fotocopiadora, puesto que soy un completo idiota?Ella pone los ojos en blanco y camina hacia la zona trasera. Entiendoque debo seguirla.

 La fotocopiadora está encajada en una "cocina" claustrofóbica, detrásdel estudio. Pensaba que Jordyn me echaría un rollo sobre seguridad en elproceso de fotocopiado o algo así, pero, en cambio, se dirige al refri y sesirve jugo de naranja. 

Yo levanto la tapa, coloco el acta de nacimiento y la licencia deconducir sobre el cristal y pulso la tecla verde.

 Nada. 

Miro la pantallita azulada; todo parece en orden, así que vuelvo apulsar la tecla.Nada.Maldita sea. Lo estoy haciendo bien, ¿no?Como cabía esperar, cuando volteo a verla exhibe una sonrisa tanrepelente que me veo obligado a recordarme a mí mismo lo mucho quenecesito el empleo.

 Ella me empuja a un lado, teclea unas cifras y aprieta la tecla verde.El suelo vibra a mis pies cuando la fotocopiadora se pone en marcha. Enel instante en que escupe la hoja, Jordyn la agarra y me la planta en elpecho. 

—El código es 10086, tarado.La sigo hasta la recepción, donde tengo el honor de rellenar unmontón de papeles mientras ella disfruta de lo lindo. Lo que más meconfunde es que me resulta agradable relacionarme con alguien que no metrata con pinzas. 

—¿Qué? —me espeta Jordyn.No me había dado cuenta de que la estaba mirando. 

—Nada. Es que... ¿qué te pasó?Sus ojos oscuros, sombreados en morado, se entrecierran. Inspira yabre esos labios tan tétricos para decirme, estoy seguro, que me vaya a...Suena la campanilla de la puerta. Tarareando una desafinada melodía,Henry pasa por nuestro lado en dirección a la cortina roja. 

Jordyn y yo nos desafiamos con la mirada. El aire está tan cargadoque me sorprende que siga siendo respirable.

 —¡Tyler Blackwell, necesito tus musculitos! —vocifera Henry pordetrás de la cortina, poniendo fin así a nuestra competición, que haquedado empatada. 

Después De TiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora