Cap 10, parte 2

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Este capítulo iba tardar, pero la verdad estoy tan feliz de ver 1K en la historia, que he decidido esforzarme para darles más. Les comparto que hubo un par de escenas en las que tuve que pedir asesoría, pero de eso les platico al final. Espero les guste. Y para aquellos que se han estado preguntando porque está historia esta clasificada para publico maduro, cuando no ha habido algo subido de tono, bueno, ahora van a leer. Disfruten.

Advertencia: escena sexy. 

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Sanna salía de la ducha, había secado ligeramente su cuerpo antes de envolverlo en una toalla que dejaba a la vista sus extremidades aun tibias por el baño. Su cabello seguía mojado, formaba ríos por toda su espalda y a su paso dejaba una huella de humedad. Era sin duda una erótica escena, bien podía competir con alguna Diosa antigua saliendo del mar. No gustaba de usar jabones muy perfumados, pero sabiéndose de la situación que se aproximaba, prefirió usar algo que neutralizará su propio aroma. La heredera era experta en hacer entrar en celo a otros, su fuerte aroma, aura dominante y sublime belleza, eran las armas de las cuales ella sabía disponía para abrirse paso en el mundo. Pero, en está ocasión, lo que menos quería era provocar a su compañía de esa noche. Se despojó de su toalla y se miró en el espejo, una blanca piel inmaculada, tal vez con algunas pecas, pero no tenía cicatriz de algún tipo, desde pequeña había sido educada como una dama, por lo cual, aun si su instinto quería meterse en peleas, ella misma resolvía todo de forma pacífica y sin ensuciarse las manos. Por supuesto que también bastaba con que alzará un poco la voz o incluso con solo asomar sus caninos para hacer temblar a sus contrincantes.

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Cera, tijeras, humectantes, cremas de todo tipo y colores. Ceres observaba el desfile que hacían en el salón La Prade; después de darse un baño rápido, salió a toda prisa y entro en el primer establecimiento que vio. Las ventajas de ser dueña de una cafetería donde personas de trabajo iban y recibían un buen trato además de una buena comida, eran que también muchas tenían su propio negocio. La gerente de la boutique D'Angelus, le había prestado un hermoso vestido de diseño exclusivo, el cual le quedaba como si hubiera sido hecho para ella, así también pasó con los zapatos y el bolso. Ahora se encontraba entre un montón de sus clientas más frecuentes que le aplicaban mil y un cosas que la hacían sentir extrañamente cómoda. Alisa, una beta un par de años mayor, le hablaba de marcas de productos para el cuidado personal y un millón de nombres que Ceres desconocía, pero de verdad le fue agradable ver otro ambiente, cada mujer de ahí era interesante, por rumores y comentarios de más se terminó enterando de la vida de media calle de negociantes con los que convivía a diario.

–Y dinos cafetera ¿a qué debemos el honor de tu repentina visita? –la pregunta que más había temido.

–Creo toda mujer tiene derecho a sentirse hermosa de vez en cuando –dijo en tono natural mientras Alisa le sujetaba suavemente la mano para limarle las uñas.

–Ajá y yo me llamo Petra –dijo con su acento de otro país mientras sus "niñas" (como llamaba Alisa a sus empleadas) reían –a mí no me puedes engañar bonita –continuaba haciendo su trabajo de forma impecable –esto es porque tienes una cita con alguien –se escuchó un "huuuu" de parte de medio salón, pues con la potente voz de Alisa, casi podían escucharla hasta la cafetería. Ceres como respuesta se sonrojo y maldijo internamente –así que acerté –le aplico un tipo de aceite en las manos mientras una de las niñas de Alisa empezaba a lavarle el cabello – ¿acaso saldrás con esa nueva empleada tuya que nos trae loquitas a todas? –la castaña quería morirse mientras algunas risillas hacían eco en sus oídos, lo que menos deseaba en ese momento era pensar en Adaya, su sonrojo solo se incrementó y todas gritaron en un agudo tono. –LO SABÍA –la dueña del salón parecía muy emocionada –les había dicho a mis niñas que ustedes dos estaban predestinadas, basta con ver la forma en que te mira o como busca estar cerca de ti –Ceres no supo que decir –ay mujer ¿no me digas que de verdad no te diste cuenta? –la castaña negó con la cabeza –oh vaya, entonces ¿tu cita no es con ella? –nuevamente Ceres negó –ay, ay qué pena, una disculpa, pero de verdad nos alegra que salgas, llevamos años viéndote trabajar arduamente, mereces divertirte y un descanso –en un gesto tierno le acaricio la mano y le dio un leve apretón en señal de amistad, Ceres solo sonrió mientras terminaban de arreglarla, sin embargo, su mente se puso a recapitular los últimos años de su vida y en especial, las últimas semanas.

El deseo de la estrellaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora