CAPITULO DOCE

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Me reincorporo completamente, quedando sentada.

—Espera, espera —lo miro atónita —¿Estas pidiéndome que invoque a otro demonio?

—Si, ya te lo había dicho. Necesito que fabrique armas para mí y solo tú puedes traerlo —se reincorpora, se para frente a mí.

—¿Y si me ataca? —pregunto temerosa.

—No te hará daño, Mackenzie —se aleja un poco —Solo que si te advierto que le encanta jugar.

Me entrega una hoja con algo escrito. Tomo asiento frente al dibujo, Luzbel hace lo mismo que yo. Tomo una gran bocanada de aire, Cierro los ojos durante unos momentos preparándome para lo que hare.

Tú puedes hacerlo, Mackenzie.

Si ya lo hiciste una vez, puedes hacerlo de nuevo. Ahora tienes a luzbel que te protegerá y no dejare que nada te suceda. Abro mis ojos viendo la nota en mis manos. Empiezo a recitar.

—Ubi sol et luna lucent exiret. Ex parte tenebris, et invenit vacui nec ea quae nolo ut nominatur. Quod animalis, quod inde sequitur Sequar te usque in sempiternum. Initiation quod incipiam, et intra in tenebras te. Cum ianua sit aperta sunt: ​​et erit qui effugiat eum. Et erit urere flammis tua praesentia. Sorath Testor te, rex inanis et obumbratio. [1]

Un escalofrió recorre mi espada. Las llamas de las velas se han elevado haciéndose más grandes, Me pego más a Luzbel por el miedo. Él solo esta quito viendo el dibujo atento a cualquier cosa que pueda suceder.

—Pero que tenemos por aquí.

El sonido de esa voz desconocida hace que giremos nuestra cabeza en dirección a mi cama. Hay un chico acostado en ella viéndonos de manera juguetona. El tipo se reincorpora poniéndose de pie delante de nosotros. Luzbel no tarda en levantarse, me ofrece su mano ayudándome a pararme.

Es un chico no muy alto, de hecho, es solo un poco más alto que yo. Tiene el cabello un poco largo de un tono verde grisáceo; es espectacular. Su complexión es delgada, pero aun así puedo apreciar que tiene un poco de músculos, no son muy notorios, pero ahí están. Lo sorprendente son sus ojos, son de un tono morado; es impresionante e hipnotizante. Se ve como un chico de quince años.

La mirada del niño me recorre de arriba abajo. Tiene una sonrisa juguetona en su rostro que llega a ser un poco escalofriante. Al final sus ojos terminan haciendo contacto con los míos durante unos momentos que se me hacen eternos. Rompe el contacto fijándose ahora en Luzbel.

—Pero si es papi Lucifer —hace una reverencia —¿Puedo saber el motivo de mi tan aclamada presencia?

—Necesito que regreses al infierno para...

—¿Me estás diciendo que me sacaste para regresarme? —suena ofendido —Pero tu sí que eres malo. Ahora ya sé porque eres Lucifer, rey de las tinieblas.

—No estoy para tus cosas Sorath —rueda los ojos —Quiero que forjes una espada especialmente para mi e incluso quiero unas dagas. Es una orden.

El demonio que ahora sé que se llama Sorath achica sus ojos hacia Luzbel como si lo estuviera retando, mas, sin embargo, luzbel no hace ningún movimiento, solo se queda viéndolo fijamente. Retrocedo al ver como los ojos de Luzbel empiezan a tornarse de un color rojo.

Sorath aleja su vista, sacude su cabeza y suelta un bufido como si estuviera cansado.

—Bien —dice, de mala gana —Hare lo que me pides —dirige su vista a mi —¿No me presentaras a la chica?

Me sonríe con coquetería, le devuelvo la sonrisa un poco tímida. Luzbel se posa delante de mí interponiéndose entre el chico y yo.

—No —responde, seco —Ahora regresa y más vale que te apures, las quiero para el miércoles.

Luzbel en New York (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora