La primera lagrima cae, en un rápido movimiento la limpio esperando que Luzbel no se haya dado cuenta.
—No, no lo digo en serio.
Mi corazón se acelera ante su respuesta, eso era justo lo que quería escuchar. Alzo mi mirada viéndolo a pocos pasos de mí. Su figura me intimida, incluso me causa miedo, pero se que dentro de él aun yace ese lindo Luzbel el cual yo conocí y es incapaz de hacerme daño.
—¿Por qué dijiste eso?
Ahora es él quien agacha su mirada.
—No quería que me vieras así —se señala —No quiero que me veas como realmente soy, no quiero que huyas de mi por mi aspecto, no quiero que me tengas miedo. Maldición, no quiero nada que sé que te hará alejarte de mí.
Sus palabras me conmueven. Me siento como una bipolar porque ahora tengo ganas de llorar de felicidad, porque él si quiere verme, si quiere que esté con él, pero no de esta manera.
Me acerco a él a paso lento, pero él retrocede haciendo que me detenga. Me espero unos segundos y sigo mi camino con un poco mas de seguridad cuando veo que no intenta alejarse.
Cuando estamos frente a frente, extiendo mi mano posándola en la que en su momento era una mejilla. Sus ojos se cierran ante mi tacto y sin pensarlo dos veces, me pongo de puntas depositando un leve beso en sus labios.
Sus ojos se abren de golpe, no puedo descifrar la expresión de su rostro. Acerco mi rostro al suyo arriesgándome a que me rechace, lo hago de manera lenta por si quiere echarse para atrás, pero al notar que se mantiene estático, poso mis labios en los suyos una vez más.
El beso es lento, mis manos se encuentran en sus mejillas. Siento como las manos de él se posan en mi cintura pegándome mas a su cuerpo. No pienso en que estoy besando al Diablo, sino mas bien, que estoy besando al chico que me gusta y quiero.
Me separo lo suficiente para poder tomar una pisca de aire.
¿Cómo diablos es que puedo respirar aquí?
—No me interesa el cómo te veas —acaricio su mejilla —Me gustas por tu forma de ser, no por tu apariencia, jamás huiría de ti, Luzbel ¿Sabes por qué? —niega —Porque te quiero.
No dice nada, solo me ve sin hacer ningún movimiento. No sé si mi confesión lo ha espantado, espero y no sea el caso porque ya no sé qué haría de ser así.
El recuerdo de Uriel dándome el anillo para Luzbel, hace que de un brinco me separe de él. No puedo descifrar su rostro, pero sé que está desconcertado por mi repentino salto. Rebusco entre mis bolsillos hasta dar con el anillo.
—Uriel me dijo que te diera esto —se lo extiendo.
Lo toma entre sus manos, lo analiza por todos lados. Alza su mirada a mí.
—¿Qué tengo que hacer con esto?
¿En serio preguntó eso?
Lo miro incrédula por su pregunta estúpida. ¿Cómo puede gobernar el infierno siendo así de estúpido?—Oh, no lo sé —me hago la tonta —¿Qué podrías hacer con un anillo aparte de ponerlo en tu dedo? —ruedo los ojos —Eres un estúpido.
Me señala con su dedo rojo. ¿Es extraño que piense que parece un cheeto? Mierda, ya me dio hambre.
—No empieces —alzo mis manos en señal de paz.
Analiza el anillo una vez más, antes de ponerlo sobre su dedo con desconfianza. Los segundos pasan donde nos quedamos callados, no es un silencio incomodo, de hecho, es uno en el que ambos sabemos que no necesitamos decirnos lo que queremos decir.
Frunzo mi ceño al notar como poco a poco el color rojo va desapareciendo de su piel, volviéndose de un tono natural. Mi boca se abre ante lo que mis ojos ven. Es como si se estuviera descarapelando o algo así.
—¿Qué sucede? —percibo la preocupación en su voz.
—Tu dedo ya no parece un cheeto —su ceño se frunce ante mi comentario.
—¿Qué?
Dirige su mirada a su mano, esta vez si puedo ver el asombro en su rostro. Él realmente está cambiando, está convirtiéndose en humano otra vez. Su cuerpo sigue perdiendo el color poco a poco.
Cuando todo el color se ha desvanecido, sus hermosos ojos se posan en los míos. Una enorme sonrisa se apodera de sus labios, de igual manera le sonrío, pero cuando me doy cuenta de la situación me doy la vuelta con la cara más que roja de la vergüenza al notar que se encuentra desnudo.
—¿Qué sucede Mack? —posa su mano en mi hombro.
—Estas desnudo —susurro nerviosa.
—Oh, mierda —retira su mano de mi hombro —No tengo ropa aquí, de hecho, no hay nada aquí.
Estoy a nada de quitarme la chaqueta, pero recuerdo que la piedra yace en ella, lo descarto. No puedo voltear con el estando desnudo, los nervios me ganarían. Mi cabeza está a punto de explotar por la vergüenza, de hecho, estoy tan roja que puedo sentir como está caliente.
—Ya me cubrí, ya puedes voltear.
Suelto un suspiro, me giro hacia él, pero con la misma me doy la vuelta una vez más igual de roja.
—Solo te estas cubriendo con tu mano —chillo.
Escucho su risa ronca detrás de mí. Posa su barbilla en mi hombro, poniéndome mas nerviosa de lo que ya estaba. Es una suerte que el único contacto con mi cuerpo sea su barbilla.
—Era eso o dejarme al descubierto —dice burlón.
Reúno todas mis fuerzas y me giro hacia él. Conecto mis ojos con los suyos, procurando no bajar la mirada a ese sitio. Mi cara sigue igual de roja. Le sonrío y él me la devuelve.
—Te extrañé tanto, Mackenzie —con sus nudillos acaricia mi mejilla.
—Yo igual, Luzbel.
Y sin importarme si está desnudo me lanzo hacia sus brazos, besándolo de manera desesperada. Sus manos se enredan en mi cintura pegándome lo mas que puede a su cuerpo.
No puedo creer que lo conseguí, está aquí conmigo, besándome. Lo que resulta mejor es que podremos irnos a la tierra, de donde nunca debió de haber salido.
Soy feliz, realmente lo soy y todo es porque tengo a la persona que quiero conmigo y nada ni nadie nos podrá alejar otra vez.
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Luzbel en New York (Editando)
RandomMackenzie Stone, una chica que se mete en problemas al encontrarse sola, aburrida y con una suspensión en su primer día de clases... ¿Qué cosa mala podría pasar cuando por aburrimiento invoca a Lucifer?