CAPITULO TRES

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La figura imponente del sujeto frente a mi puerta no se ha movido desde que apareció y, de igual manera, también me quedo quieta en mi lugar.

Si no me muevo no me ve.

Ese pensamiento alberga mi mente durante todo este tiempo. Me paralizo al ver la sombra entrar a mi habitación, la luz se prende en el momento en que cierro mis ojos.

Si no lo veo no es real, si no lo veo no es real.

—Abre los ojos, Mackenzie —niego repetidas veces.

Escucho como suelto un bufido, para después sentir la filosa punta de algo que se presiona en mi garganta, trago saliva.

—No me hagas perder la paciencia —amenaza —Así que abre los ojos.

Aun temerosa empiezo abrir mis ojos poco a poco acostumbrándome a la luz. La persona frente a mi empieza a cobrar forma. De un salto me alejo, frunzo el ceño.

—Mierda, Gabriel —exclamo enojada —Me asustaste, creí que alguien venia a matarme.

Estúpido Gabriel, ¿Qué no podía hablar? O no lo sé, tal vez pudo haberme dicho “Hey, Mackenzie que tal, soy Gabriel, no te asustes”

Ahora por su culpa tengo una mancha de orina en mis pantalones.

Espera, ¿Qué?

Bajo la vista a mi pantalón y en efecto, este está húmedo, que digo húmedo, esta empapado. Tengo muchas ganas de llorar por la vergüenza de haber mojado mis pantalones.

—¡Acabas de hacer que me orinara! —chillo avergonzada.

Él baja su mirada a mi pantalón confundido. Una sonrisa burlona se apodera de sus labios al ver lo mojada que esta mi ropa.

—Yo no hice que te orinaras, tu lo hiciste sola —se justifica —Además, ¿Qué te hace pensar que no vengo a matarte? —cuestiona curioso.

Dirijo mi mirada a sus ojos tratando de encontrar algún indicio de que está bromeando, pero para mi mala suerte, no encuentro nada en ellos cosa que me hace dudar.

Doy varios pasos atrás con temor huyendo de él, pero termino chocando con el inicio de mi cama, cayendo sobre ella.

—Tu no vienes a matarme —río, nerviosa.

Río para no llorar.

Se mantiene en silencio con su mirada puesta en mí, no la aparta en ningún momento ocasionando que varios escalofríos recorran mi cuerpo.
Realmente no tengo la menor idea de si en serio va a matarme, una parte de mi dice que si lo hará y que este será mi fin. Aunque, la otra parte me dice que no, ya que de haberlo querido hacer, ya lo hubiera hecho desde que apareció.

La otra opción es que tal vez solo me está dejando marinar sobre mi propio miedo y orines para así disfrutar más el momento en que me mate.

Lo observo con detenimiento y me doy cuenta de que todo esté tiempo ha mantenido sus alas a la vista. No puedo creer que en ningún momento las haya visto.
Si no hubieras estado tan concentrada en mojar tus pantalones, probablemente lo hubieras notado.

Me sonrojo ante mi pensamiento. La verdad es que es la primera vez que mojo mi ropa, ahora entiendo algunas películas cuando se hacen del baño por el susto. No entiendo el motivo por el cual sigo acostada en mi cama apestando mis sábanas en vez de irme a bañar.

¿Tal vez porque hay un ángel que quiere y no quiere matarte?

Bueno, esa es una excelente razón por la cual aún no me levanto de mi lugar.

Luzbel en New York (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora