CAPITULO ONCE

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—Así que tú eres Mackenzie

Asiento temblorosa. Su espada sigue bajo mi barbilla aun alzando mi cabeza, la punta de esta está tocando mi cuello, pero no con la suficiente presión como para cortarme.

—¿Estas consciente de lo que has hecho? —las palabras no salen de mi boca, encaja un poco más la espada. Aprieto los ojos —Te hice una pregunta, responde.

—Yo-yo no sé de qué estas hablando, lo juro.

Aleja la espada de mí, suelto una bocanada de aire que no sabía que estaba conteniendo. Una parte de mi agradece que se haya alejado. Se cruza de brazos viéndome de arriba abajo.

—Cometiste un grave error al sacar a Lucifer del infierno.

—No sé de qué me estás hablando.

Hacerme la loca en momentos como este no creo que sea lo correcto. Él podría matarme en menos de un segundo si así lo quisiera.

—Escucha, mortal —avanza un paso, retrocedo —No quiero hacerte daño. Así que vas a responder todas mis preguntas, ¿Te quedo claro?

No me muevo, solo me quedo parada viéndolo atemorizada. No sé a quién me estoy enfrentando así que lo mejor es seguir órdenes. Además, tampoco es como si pudiera correr, en qué mundo unos pies podrían ganarle a unas alas.

Aunque si hablamos de flash tal vez él podría ¿No?

Maldita sea, Mackenzie. Concéntrate

Él tipo que tengo enfrente podría matarme y yo aquí pensando en si flash podría ganarle. Salgo de mi trance. Murmuro levemente un sí que muy apenas yo pude escuchar.

—¿Cómo sacaste a Lucifer?

—No lo sé —musito.

—¿Estas segura? —asiento —No me gusta que me mientan.

—No te estoy mintiendo, lo juro

Se queda en silencio analizándome. Está tratando de averiguar si estoy mintiendo, pero no lo hago. No tengo la menor idea de cómo fue que lo pude sacar. Se aclara la garganta.

—Sabes, todos en el reino ya sabes que fuiste tu quien lo libero, ¿Sabes que va a pasar en unos días? —niego —Te van a empezar a cazar y después te van a matar por hacer algo que no debías.

—¿Cazarme? —mi voz tiembla.

—Así es, te van a cazar —sonríe con malicia —Y vaya que disfrutaran hacerlo. Así que lo mejor que puedes hacer es suicidarte o esperarte a que vengan por ti, Mackenzie.

Eso ultimo lo dice con asco, como si el simple hecho de pronunciar mi nombre le causara repulsión. ¿A este sujeto que le pasa? A caso cree que por ser un ángel puede venir a menospreciar mi nombre, pues está muy equivocado.

—Escucha —digo, lo suficiente alto. Doy un paso al frente y lo apunto con mi dedo —No sé quién te crees que eres para venir amenazarme a mí. Porque mejor no extiendes tus plumas de paloma y te vas a volar a otro lado y procura no cagarme en el acto.

El sujeto delante de mí me ve confundido. Tal parece que no se esperaba mis palabras, ¿Qué creía que era un niñita que le temía? Pues está en lo correcto, pero no se lo hare saber.

Me sujeta del brazo pegándome a su cuerpo. Una vez mas su espada se presiona sobre mi cuello. Me ve con enojo, mis palabras lo han hecho enfurecer y eso me atemoriza. No quiero morir y mucho menos en sus manos.

Está a punto de hablar, pero unos chiflidos hacen que voltee a todos lados buscando de donde provienen ese sonido. Luzbel viene caminando por la acera contraria a la nuestra, con las manos en sus bolsas. Camina como si no tuviera prisa en llegar a nuestro lado, gira su vista a ambas direcciones antes de cruzar la calle con mucha tranquilidad.

¿A este tipo que le sucede? Acaso no está viendo que tengo una espada en mi garganta y él solo está viniendo con tanta tranquilidad. Se sitúa a mi lado sonriendo.

—Hey, hermano —apoya su brazo en mi cabeza —A que debemos esta inesperada y desagradable visita.

—Lucifer —dice, disgustado —Creí que ya te habías ido de aquí.

—Y perderme de todo esto —señala a su alrededor —Creo que me quedare un tiempo más —posa su vista en la espada —Vamos, Gabriel. Suelta a la chica, todavía no pasa el mes.

Gabriel me ve de manera rencorosa antes de soltarme y alejarse unos pasos de mí. Pongo mi mano en mi cuello, comprobando que no hay rastro alguno de sangre, eso me alivia.

—Esto no ha terminado —amenaza —Tienes que irte ya.

—Gabriel —susurra —Entiende que no quiero irme, ¿Sabes cuánto tiempo he paso haya abajo? No quieres saber lo que se siente tener que estar una eternidad solo, sin tener con quien platicar. Es horrible, pero por supuesto que tú no lo has experimentado —se hace un silencio —No quiero regresar, hermano

Gabriel solo lo ve serio, no sé qué es lo que está pasando por su mente. Su postura se ha relajado. Agacha su vista quedando así durante unos segundos. No sé qué es lo que está sucediendo. Él suelta un suspiro, lo apunta con un dedo.

—Tratare de ayudarte, pero no prometo que funcione —se pasa las manos por el cabello —Solo prepárate quieres —dirige su vista a mi —Y tú, mas vale que te mantengas alejada de mí.

Lo dice de una manera amenazante que envía un escalofrió a mi cuerpo. Le dirige una última mirada a Luzbel antes de irse del lugar llevándose con él las calles desiertas. La gente camina normal una vez más, como si nada hubiera pasado minutos atrás.

—Vamos —posa su mano en mi espalda baja, empujándome —Te lo explicare.

Llegamos a casa sin ningún problema. Al abrir la puerta lo primero que hago es soltar mi mochila y salir corriendo al baño. Todo lo que acaba de suceder hace que casi me haga pipi del miedo. Lavo mis manos y las seco con las toallas que se encuentran.

Al salir luzbel se encuentra recargado en la pared del frente. Me hace una seña hacia el cuarto, sin decir palabra alguna lo sigo.

Nos encontramos en silencio y vaya que empiezo a incomodarme. Quiero respuestas, no sé con exactitud qué es lo que está sucediendo, no llegue a esperar a que uno de sus hermanos viniera dispuesto a amenazarme.

—¿Dirás algo? —especto, molesta —Porque lo que acaba suceder haya fuera no es normal ¡La gente desapareció de la nada!

—Él es Gabriel —que gran descubrimiento —Puede crear un mundo donde nadie nos puede ver —me mira interrogante —En primer lugar, ¿Qué hacías con él?

¿Es en serio lo que me está preguntando? Es que acaso este sujeto es idiota o que.

—Oh, veras estaban tan aburrida que decidí invocar un ángel para que me matara —digo, irónica —¿Qué no es obvio? Vino a amenazarme, Luzbel

—¿Qué fue lo que te dijo?

—Que los ángeles iban a empezarme a cazarme por haberte ayudado a salir —trago saliva —Y que después iban a matarme.

Se pone de pies sin decirme nada. Sale del cuarto dejando la puerta abierta. Me dejo caer en la cama viéndolo el techo blanco de mi habitación ¿Cómo fue que me metí en esto? Mi vida era tan normal y simplemente por mi aburrimiento termine metida en este embrollo.

Después de un tiempo, Luzbel vuelve a entra a la habitación una vez más con velas en sus manos. Me levanto un poco recargando mi peso en mis codos viendo todo lo que hace. Al igual que lo que yo había hecho, traza un dibujo extraño en el suelo. Al contrario de lo que yo hice coloca velas rojas alrededor del dibujo.

¿De dónde saco esas velas?

Se acerca a la venta cerrándola y bajando las cortinas. De igual manera coloca velas por todos lados iluminando la habitación.

—Mmm... ¿Qué se supone que estás haciendo?

—Tengo que prepararme para la pelea —explica, acomodando las velas —No tengo armas aquí, así que tendrás que invocar a un demonio para pedírselas.

¿Qué? ¿Dijo un demonio?

Luzbel en New York (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora