CAPITULO UNO

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Mis párpados pesan, intento abrirlos, pero es en vano. Los sonidos a mi alrededor me desconciertan, puedo escuchar murmullos y sollozos ¿Quién estaría sollozando y por qué?

No sé cuánto tiempo pasa, pero después de varios intentos, mis ojos empiezan abrirse poco a poco, intento acostumbrarme a la Luz del foco. Lo primero que mis ojos visualizan es el techo en color blanco.

Una fuerte punzada en mi cabeza hace que suelte un par de quejidos, intento llevar mi mano con dificultad, pero me desconcierto al ver una aguja insertada en el dorso de ella.

¿Dónde carajos estoy?

Escucho un pitido, volteo a mi alrededor un poco confundida por todo lo que está sucediendo. Realmente no recuerdo nada y ni siquiera tengo la menor idea de dónde me encuentro y ni hablar del jodido dolor de cabeza.

El chirrido de la puerta abriéndose hace que gire mi cabeza a su dirección. Un señor de no más de 30 años entra a la habitación checando no sé qué carajos en una tabla. Su vista se alza conectando su mirada con la mía, me sonríe.

¿Por qué me sonríe? No lo conozco así que no le devolveré la sonrisa.

Y tal como lo pensé, le hago una cara de desagrado. Se acerca a mí a paso lento, ¿Por qué mierdas no habla? Es que acaso no tiene lengua o que.

—Mackenzie —¿Cómo sabe mi nombre? —Qué bueno que ya despertaste, ¿Cómo te sientes?

Lo miro con desconfianza unos segundos. Intento hablar, pero las palabras no salen de mi boca, mi garganta me duele y lo único que emito son pequeños quejidos. El sujeto extraño se acerca a mí con un vaso de agua. Con dificultad bebo un sorbo, se aleja con mi vasito. Me mira de manera paciente

¿Por qué no se va? Quiero que se vaya.

—¿Cómo te sientes? —vuelve a preguntar.

—Me due-duele la cabe-cabeza —respondo, con la voz enronquecida —¿Quién eres?

Con que así se siente tener la voz de hombre. Que genial.

—Soy el doctor Donnet, estás en el hospital porque sufriste un fuerte golpe en la cabeza, perdiste el conocimiento —dice, leyendo los papeles. Regresa su vista a mí, me sonríe —Te haré unos chequeos.

Empieza a checar mi cabeza, mis ojos e incluso checa el monitor a mi lado mientras toma nota de todo, yo solo me dedico a observar todos sus movimientos.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí?

Cuando está a punto de hablar, la puerta se abre de golpe sobresaltándome y tal parece que al doctor también porque tiene una mano en su pecho. Si estuviera en otras circunstancias probablemente me reiría, pero ni eso puedo hacer.

—Mierda Mack, estábamos tan preocupados por ti, pensamos que te habías muerto porque no reaccionabas y nos alegra que estés bien, porque estás bien ¿No? —habla tan rápido que me marea.

—Estoy bien, Dix —murmuro.

—¿Tu eres? —pregunta el doctor interesado.

—Soy su guardián —se posa firme —El que la protege y cuida de que nadie entre a esta sala.

¿Guardián? El que me protege y cuida de que nada malo me suceda, ¿Por qué sus palabras me recuerdan a alguien? Y lo más importante ¿Por qué no me siento segura con Dixon diciéndolas?

Dixon y el doctor empiezan a entablar una conversación sobre que él no puede entrar a la habitación ya que no es horario de visitas y más cosas que en realidad no estoy poniendo atención, lo único que me importa en este momento es el fuerte dolor de cabeza.

Luzbel en New York (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora