Park JiMin, un pequeño chico de mejillas abultadas tenía una misión encomendada por dos de sus hyungs.
Aceptó sin saber en el embrollo en el que se metía y lo único que atinó a decir después de darse cuenta de su error fue:
-YoonGi hyung, creo que e...
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Cuando recibió la llamada de Jin para salir aquel jueves, nunca pensó que iría a uno de los restaurant más caros de todo Seoul. TaeHyung y él no podían dejar de admirar el inmenso local frente a ellos, donde se podía ver a la gente yendo de un lugar a otro en su interior. Aún no entraban, pero el aroma era sencillamente excepcional y atractivo.
—¿H-Hyung..., qué hacemos aquí?
—Mi universidad me dio entradas gratis para este lugar.
—¿E-En qué universidad estudias, Jin hyung?
—En la SNU.
TaeHyung y JiMin se quedaron estupefactos, increíblemente sorprendidos y sin poder decir ni una palabra.
La Universidad Nacional de Seoul era la más prestigiosa de todo el país, y por ende, la más cara. Ambos chicos estaban seguros de que ni vendiendo sus riñones lograrían pagar la matrícula del lugar.
—¿C-Cómo es que..?
—Mis padres la pagan, mi papá... es Kim DaeHyun y mi madre Mirra.
Kim DaeHyun, el CEO de una de las empresas más famosas del país, y Mirra, una conocida modelo de ascendencia latina-coreana. Todo el mundo sabía que la familia tenía dos hijos, sin embargo, se desconocía sus edades, nombres y rostros. Hasta ahora.
SeokJin se puso rojo, evitando la intensa mirada de ambos chicos.
—¿Por qué no nos dijiste?
—No soy de presumir, y bueno... con influencias como la de nuestros padres no hago amigos de verdad, ni JungKook, y él está muy feliz con ustedes.
—Hyung, nosotros no somos como ellos, no nos interesa su dinero.
—Lo sé, estos meses conviviendo con ustedes me han dicho todo eso. Y estoy feliz de encontrar a verdaderos amigos con los que conversar.
Los tres sonrieron y JiMin no dudó en darle un apretado abrazo a SeokJin, seguido de TaeHyung.
—Ahora vamos adentro, que JungKook debe estarnos esperando hambriento.
—Pero, hyung, aunque te las hayan regalado no creo que debas gastarlas en nosotros.
—No es un gasto, es un placer por ser tan auténticos y por soportarnos.
SeokJin rió, contagiando a ambos chicos y caminando hacia el interior del local.
