3. El campamento.

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(VIOLET)

Habiamos llegado a lo que, a través de la niebla, parecía un páramo. Delante de nosotros había un par de magos cansados y de aspecto malhumorado. Uno de ellos sujetaba un reloj grande de oro; el otro, un grueso rollo de pergamino y una pluma de ganso. Los dos vestían como muggles o al menos como ellos creían que vestían los muggles.

-Buenos días, Basil- saludó el señor Weasley, cogiendo la bota y entregándosela en mano al mago de la falda, que la echó a una caja grande de trasladores usados que tenía a su lado.

-Hola, Arthur- respondió Basil con voz cansina -Has librado hoy, ¿eh? Qué bien viven algunos... Nosotros llevamos aquí toda la noche... Esperen... Weasley... Weasley...
Consultó la lista del pergamino -Está a unos cuatrocientos metros en aquella dirección. Es el primer prado al que lleguen. El que está a cargo del campamento se llama Roberts. Diggory... segundo prado... Pregunta por el señor Payne.

-Gracias, Basil- dijo el señor Weasley, y nos hizo una seña para que lo siguieramos.

Después de unos veinte minutos encontramos una casita de piedra junto a una verja. Nos despidimos de los Diggory y pude notar como Cedric se ponía completamente rojo ante una radiante sonrisa de Cora.

Nos encaminamos a la puerta de la casita. Había un hombre en la entrada, observando las tiendas. Era un muggle. Al oír nuestros pasos se volvió para mirarnos.

-¡Buenos días!- saludó alegremente el señor Weasley.

-Buenos días- respondió el muggle -¿Es usted el señor Roberts?

-Sí, lo soy. ¿Quiénes son ustedes?

-Los Weasley... Tenemos reservadas dos tiendas desde hace un par de días, según creo.

-Sí- dijo el señor Roberts, consultando una lista que tenía clavada a la puerta con tachuelas -Tienen una parcela allí arriba. ¿Sólo una noche?

-Efectivamente- repuso el señor Weasley.

-Entonces ¿pagarán ahora?- preguntó el señor Roberts.

-¡Ah! Sí, claro... por supuesto...- Se retiró un poco de la casita y le hizo una seña a Harry para que se acercara -Ayúdame, Harry.

Decidí caminar unos metros, comenzaba a sentirme muy cansada. Últimamente necesitaba consumir más energía.

Mire a mi alrededor aunque por la niebla casi no se veía nada, me esforce un poco más y alcance a notar como algo se movía. Aquélla cosa parecía acercarse y por un momento creí que era la sombra roja pero no la había visto desde el incidente en el lago y ahora más de cerca parecía alguien bastante normal. Era una mujer joven con ojos penetrantes y muy azules, no alcanzaba a ver mucho más pero parecía sonreír y sus dientes se me figuraba como muy afilados y puntiagudos, se quedo quieta en medio de la nada sólo mirándome.

-Violet- me llamo Calem.

Voltee a mirarlo un momento y cuando busque de nuevo a la mujer ya no parecía estar en ninguna parte.

-Ya vámonos- dijo Calem y me tomo de la mano para llevarme.

Caminamos con dificultad ascendiendo por la ladera cubierta de neblina, entre largas filas de tiendas. La mayoría parecían casi normales. Era evidente que sus dueños habían intentado darles un aspecto lo más muggle posible, aunque habían cometido errores al añadir chimeneas, timbres para llamar a la puerta o veletas. Aunque habían excepciónes, en medio del prado se levantaba una extravagante tienda en seda a rayas que parecía un palacio en miniatura, con varios pavos reales atados a la entrada.

-Siempre es igual- comentó el señor Weasley -No podemos resistirnos a la ostentación cada vez que nos juntamos. Ah, ya estamos. Miren, éste es nuestro sitio.

¿Violet? y el cáliz de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora