6. De vuelta a la madriguera.

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(VIOLET)

El señor Weasley nos desperto pocas horas después. Usó la magia para desmontar las tiendas, y dejamos el cámping tan rápidamente como pudimos. De nuevo no me dejaron cargar nada y cada segundo Bill se aseguraba de que estaba bien. Solo el y Charlie sabían de mi incidente con aquella mujer.

Al pasar por al lado del señor Roberts, que estaba a la puerta de su casita, tenía un aspecto extraño, como de aturdimiento. El muggle nos despidió con un vago «Feliz Navidad».

-Se recuperará- aseguró el señor Weasley en voz baja, de camino hacia el páramo -A veces, cuando se modifica la memoria  de alguien, al principio se siente desorientado... y es mucho lo que han tenido que hacerle olvidar.

Al acercarnos al punto donde se hallaban los trasladores escuchamos voces insistentes. Cuando llegamos vimos a Basil, el que estaba a cargo de los trasladores, rodeado de magos y brujas que exigían abandonar el cámping lo antes posible.

El señor Weasley discutió también brevemente con Basil, y terminamos poniéndonos en la cola. Antes de que saliera el sol cogimos un neumático viejo que nos llevó a la colina de  Stoatshead.

Cora y Calem se despidieron de nosotros y se fueron a su casa que al parecer no quedaba muy lejos del lugar.

Con la luz del alba, regresamos hacia La Madriguera, hablando muy poco porque estabamos cansados. Cuando La Madriguera apareció a la vista, se escucho el eco de una persona que gritaba.

-¡Gracias a Dios, gracias a Dios!- La señora Weasley, que evidentemente nos había estado aguardando en el jardín delantero, corrió hacia nosotros, todavía calzada con las zapatillas que se ponía para salir de la cama, la cara pálida y tensa y un ejemplar estrujado de El Profeta  en la mano.-¡Arthur, qué preocupada me han tenido, qué preocupada!- Le echó a su marido los brazos al cuello, y  El Profeta se le cayó de la mano.

Al mirarlo en el suelo se distinguia el titular «Escenas de terror en los Mundiales de quidditch», acompañado de una centelleante fotografía en blanco y negro que mostraba la Marca Tenebrosa sobre las copas de los árboles.

Se escucho el sonido extraño que producía Océano y se paró en la rama cercana de un árbol. Era como una bienvenida.

-Estan todos bien- murmuraba la señora Weasley como ida, soltando al señor Weasley y mirándonos con los ojos enrojecidos -Están vivos, niños...

Y, para sorpresa de todo el mundo, cogió a Fred y George y los abrazó con tanta fuerza que sus cabezas chocaron.

-¡Ay!, mamá... nos estás ahogando...

-¡Pensar que les reñí antes de que se fueran!- dijo la señora Weasley, comenzando a sollozar -¡No he pensado en otra cosa! Que si les atrapaba Quien-ustedes-sabén, lo último que yo les había dicho era que no habían tenido bastantes TIMOS. Ay, Fred... George...

-Vamos, Molly, ya ves que estamos todos bien- le dijo el señor Weasley en tono tranquilizador, arrancándola de los gemelos y llevándola hacia la casa.

Bill recogió el periodico.

Una vez que entramos todos en la pequeña cocina y que Hermione hubo preparado una taza de té muy fuerte para la señora Weasley, en el que su marido insistió en echar unas gotas de «whisky envejecido de Ogden», Bill le entregó el periódico a su padre. Éste echó un vistazo a la primera página mientras Percy atisbaba por encima de su hombro.

-Me lo imaginaba- dijo resoplando el señor Weasley -«Errores garrafales del Ministerio... los culpables en libertad... falta de seguridad... magos tenebrosos yendo por ahí libremente... desgracia nacional...» ¿Quién ha escrito esto? Ah, claro... Rita Skeeter.

¿Violet? y el cáliz de fuego.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora