Capítulo 9

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Jacobo

El padre de Sabela me observa y sonríe de vez en cuando. Está sentado en el sofá mientras ojea el periódico. Bueno, más bien hace que lee, porque no me quita los ojos de encima.

En otra ocasión, le hubiera preguntado a cualquiera que me mirase de forma fija si quiere una foto mía firmada. Sin embargo, me contengo.

No sé muy bien porqué lo hago. No porque tenga la necesidad de hacerlo, ya que este viejo me importa muy poco, sino más bien, porque no quiero que Sabela se disguste.

Aunque me lo haya estado negando a mí mismo, tengo que admitir por primera vez que mi hermana está empezando a importarme. Aunque claro, eso ella no lo sabe y yo no pienso decírselo.

No quiero que se haga ilusiones conmigo debido a que no voy a cambiar mi forma de ser.
Ni por ella ni por nadie.

Mi personalidad y mi carácter me han servido para defenderme desde que era prácticamente un niño.

La señora Carmen entra en el salón. Su rostro denota preocupación por su hija.

—Voy a ver como está —dice ella.

—Espera, Carmen —añade el tal Manuel—. Deberíamos darle su espacio.

—¡¿Cómo puedes decir eso?! ¡De ninguna manera voy a dejar a mi hija sola!

Cuando la madre de Sabela se dispone a subir las escaleras, me levanto del sofá y le corto el camino.

Ella recula un par de pasos. No sé si es porque la he asustado, o debido a que no le agrada demasiado mi presencia. Me inclino más por la segunda opción.

—Yo iré —afirmo.

—¿Tú? —Enarca las cejas como si acabara de soltar una burrada—. Perdona, pero no creo que seas el más indicado para...

—Deja que el chico vaya —interrumpe Manuel—. Es su hermano y entre ellos podrán entenderse.

Vale, ahora sí que el padre de Sabela acaba de ganarme casi por completo.

—Pero Manuel. De verdad, no creo que...

Antes de que continúe con su retahíla, subo las escaleras mientras la dejo hablando sola. Me dirijo al cuarto de mi hermana y veo que tiene la puerta entrecerrada.

Permanezco quieto, intentando escuchar algún sonido que proceda de la habitación. Unos leves sollozos llegan a mos oídos.

Empujo ligeramente la puerta y veo a Sabela Está sentada en la alfombra, con la espalda apoyada en la cama y mantiene la cabeza entre sus piernas.

Es evidente que no lo está pasando bien. Entro en el cuarto sin hacer el menor ruido. Es tal mi silencio que cuando llego a su altura, todavía no levanta la vista.

Suavemente me inclino y me siento a su lado. Paso un brazo por encima de sus hombros. Entonces, Sabela se asusta. Sus ojos verdes se abren de par en par.

—Jacobo... —susurra—. Me imaginaba que ya te habrías marchado. ¿Qué estás haciendo aquí todavía?

—Hace muy mal tiempo para viajar —disimulo.

Siento cierta emoción al ver que mi presencia no la molesta.

Admito que me jodió un huevo ver como sus padres, al menos la madre, me mirase como si le diera asco.

Puede que sea un hijo de puta, pero tengo sentimientos. O al menos estoy empezando a creer que los tengo.

Sabela continúa observándome y el aura de intimidad que se forma entre nosotros se siente demasiado bien.

ALGO NUESTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora