Capítulo 13

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Jacobo

Este tío es un auténtico gilipollas.

Tiene razón en lo que está diciendo, que no estuvo bien que le robase la pulsera a mi hermana, pero eso no le da derecho a ridiculizarme y mucho menos delante de personas que no conozco de nada.

Guardo silencio, aunque no dejo de taladrarle con la mirada. Sabela se ha quedado blanca como el papel y todo el mundo nos observa con perplejos. Mi hermana trata de cambiar de tema preguntándonos:

—¿Alguien quiere más tarta?

Está nerviosa. Su voz tiembla y no sabe donde meterse. Un par de amigas suyas le responden afirmativamente y ella comienza a cortar un poco más de pastel. Al ver lo agitada que está, me levanto y le quito el cuchillo de las manos.

—No te preocupes, yo cortaré algunos trozos más.

Ella asiente y me observa con agradecimiento. Nos quedamos mirando el uno al otro durante unos instantes que parecen interminables. Estoy de pie al lado de ella que permanece sentada. Mi rostro queda a escasos centímetros del suyo y el mundo parece detenerse en sus ojos. Me sonríe con dulzura y yo me desarmo por completo.

—¿Te ha comido la lengua el gato? —interrumpe Brais nuestro momento de intimidad.

—Por favor, Brais. Ahora no —le regaña Sabela en un susurro.

—¿Qué pasa, cariño? ¿Acaso no tengo razón en lo que estoy diciendo? Que se enteren todos tus compañeros la clase de amigo que tienes. Aquí donde le veis —me señala—, este capullo le robó a mi novia una pulsera de mucho valor, por la cual habrá sacado una buena tajada.

—¡Brais! —exclama mi hermana.

—Respóndenos, Jacobo —me mira—. ¿Por cuánto la has vendido? ¿Cómo has sido capaz de regalarle a Sabela algo tan mierda como esa muñeca? ¡Contesta!

He intentado no hacerle caso, pero no puedo dejar que me siga tocando los cojones. Ya bastantes insultos he soportado a lo largo de mi vida por no tener nada, y no pienso permitir que este pijo de mierda se una al club.

—Quieres que te rompa los dientes de un puñetazo, ¿verdad? —me acerco a él y me coloco a su altura.

—¡No me hagas reír! ¿Tú romperme los dientes? ¡Vete a tomar por culo macarra de mier...!

No dejo que termine la frase. Estampo mi puño contra su nariz y la silla en la que está sentado se tambalea. Para su suerte y mi desgracia, no pierde el equilibrio y se pone en pie. Se lleva una mano a la nariz, pues esta comienza a sangrar de forma escandalosa.

—¡Maldito hijo de puta!

Sabela trata de frenarlo.

—¡Deja que le de a este payaso su merecido! —vuelve a la carga.

—¡Para! ¡Te lo ruego! —le mi hermana.

—¿Quién es aquí el payaso, gilipollas? —Tengo la intención de volver a darle otro golpe, pero Nerea se levanta y me detiene.

—Vámonos Jacobo, por favor. No merece la pena que pierdas tu tiempo con este cabrón —me ruega.

Respiro entrecortadamente debido a los nervios. Mi puño continúa cerrado, aún así, poco a poco se relaja cuando veo la mirada suplicante de mi amiga. También mi hermana me mira de la misma forma y ambas me desarman con sus súplicas.

—Está bien —le digo a Nerea—. Larguémonos de aquí.

Ambos agarramos nuestras cazadoras y antes de marcharnos le digo a mi hermana:

ALGO NUESTRODonde viven las historias. Descúbrelo ahora