Sabela
Entro en la cocina a la mañana siguiente y el olor a bollería inunda mis sentidos. Mi madre está preparando café. Sonríe y me saluda:
—Buenos días, cariño.
—Buenos días, mamá.
—Has dormido bien? —me pregunta.
—Muy bien, gracias —En realidad no es cierto, pues me costó bastante conciliar el sueño.
Me siento en una silla y devoro uno de los croissants que están encima de la mesa. Espero un tiempo prudencial antes de exponerle el asunto que quiero hablar con ella.
—Mamá, ¿podemos hablar un momento, por favor?
—Claro, cariño.
Percibo cierto nerviosismo en su tono de voz, pero se sienta a mi lado en la mesa. Estoy segura de que intuye acerca de lo que vamos a conversar.
—Verás, quería hablar contigo sobre Jacobo.
—Es por el trato que le he dado desde que llegásteis, ¿cierto?
Mi madre no se anda con rodeos y yo tampoco pienso hacerlo. La quiero con toda mi alma, pero no pienso permitir que le falte al respeto a mi hermano por mucho que estemos en su casa.
—Quería pedirte por favor que dejes de tratarle de esa forma tan cortante. He visto como le miras. Puedo entender que no te guste, pues es muy distinto a nosotros, pero es mi hermano y quiero lo mejor para él.
—Tienes razón en una cosa. No me gusta nada. Cariño —Ella coge una de mis manos entre las suyas y con la otra me acaricia el rostro—, es tan distinto a ti. No me preguntes el motivo, pero tengo un mal presentimiento en cuanto a él. Ese chico no va a traerte más que problemas...
Me quedo en silencio sin saber muy bien qué responder. En gran parte mi madre tiene razón. Desde que nos reencontramos, pocas han sido las cosas buenas que ha traído a mi vida.
Y menos mal que no le he contado acerca del robo de la pulsera. Si llego a hacerlo, ella no le habría permitido pasar la noche en su casa.
A pesar de que todavía tengo muchísima desconfianza hacia Jacobo, por muchas perrerías que me haga, siento que voy a terminar perdonándolo. Es como si la profunda conexión que siento hacia él me obligase a hacerlo.
Entiendo que mi actitud tampoco es sana, pero no puedo evitarlo.
Mi cabeza me dice que le haga caso a mi madre y que me aleje de él en cuanto volvamos a Ribadavia. No obstante, mi corazón se niega a dejarlo marchar. No por el momento. Tengo la imperiosa necesidad de seguir acercándome a Jacobo por mucho que él se empeñe en alejarme de su vida.
—Estás exagerando —le comento no muy segura de mis propias palabras—. No se puede juzgar a una persona solo por...
La llegada de mi padre interrumpe nuestra charla. Lleva puesto un traje muy elegante con una corbata de color oscuro, dispuesto a trabajar en la bodega aunque sea sábado por la mañana.
Está guapísimo. A pesar de tener más de sesenta años, es un hombre que luce muchísimo.
Sé que al igual que a mamá, tampoco Jacobo tampoco le ha causado buenas vibraciones, pero al menos se molestó en disimular y lo trató muy bien.
—Buenos días a mis chicas favoritas —nos saluda y nos da un beso a cada una.
Mientras los tres desayunamos, me dedico a observarles y a agradecer en silencio la inmensa suerte que he tenido de llegar a formar parte de esta familia.
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ALGO NUESTRO
RomanceSabela Ulloa viaja desde Pontevedra hasta Ribadavia, un pueblo situado en la comarca del ribeiro ourensano, para buscar a su verdadera familia. Sin embargo, solo encuentra a Jacobo Quiroga, su hermano mayor. Un hombre taciturno, de fuerte carácter...